El ataque sucedió el domingo 14 a la noche, cuando un grupo 50 vecinos, convocados mediante la plataforma Telegram, se concentraron delante de un piso ocupado por unos jóvenes migrantes. Entonces empezaron a lanzar piedras y objetos al apartamento, llegando a entrar y lesionar a uno de ellos. Al llegar la policía, los asaltantes atacaron a la policía, hiriendo a 5 de ellos. Los cuerpos de seguridad tardaron horas en controlar la situación, sin tomar detenidos y desalojando a los migrantes y trasladándolos a un hotel de otra localidad.
Los atacantes se justifican culpando a los jóvenes de diversos delitos de robo y hurto que han ido sucediendo en el municipio. También los acusan de cometer una agresión sexual la semana pasado, algo de lo que no hay ninguna prueba. Exigen más presencia policial, al igual que el alcalde del PDeCat, Miquel Àngel Méndez, que ha salido a decir que “Es un ataque contra presuntos delincuentes (…). Aquí no tenemos que mezclar una situación racista de ninguna forma”.
Sin embargo la situación es racista de principio a fin. Porque estos jóvenes no tienen posibilidad de encontrar trabajo o de alquilar un piso de forma legal. Es la realidad de los que antes vivían tutelados por la administración, y al cumplir la mayoría de edad, son abandonados sin concederles papeles ni permiso de trabajo. Ocupar un piso – en este caso un apartamento de un propietario que nunca antes había residido en él, y su anterior propietario lo había cedido al no poder pagar la hipoteca al banco – y robar acaba siendo una alternativa a la que se ven empujados.
Este no es el primer ni el segundo ataque racista en Premià de Mar. Por ejemplo, un grupo de hombres increpó a un menor por hablar árabe con su hermano. Algunas familias marroquíes les preocupa que sus hijos de 17 o 18 años salgan en grupo porque “hay gente que les tiene miedo”. “Las familias solo quieren que sus hijos no tengan que vivir lo que nosotros hemos vivido”.
Desde luego, es insostenible esta situación, tanto para los migrantes como para los vecinos. Remarcamos que la agresión sexual debe ser condenada con igual de fuerza independientemente de la nacionalidad o color de piel del culpable, pero rechazamos que los migrantes se lleven la culpa por serlo. Esta lógica, y que es la que ha alimentado el ataque, es promovida por la extrema derecha, que usa el miedo y el discurso de odio hacia el diferente, el extranjero.
Yendo a la raíz del problema, esta situación es generada por la Ley racista de Extranjería en concordancia a las políticas impuestas por la Europa Fortaleza –y felizmente acatadas por el Estado español. La cosa sigue cuando unos vecinos se organizan motivados por el malestar social, pero motivados por el racismo y culpando únicamente a la víctima de este sistema racista. Y el circulo acaba (eventualmente) cuando la Policía [1] actúa amigablemente con estos atacantes – hasta ahora solo ha detenido a dos que ya se encuentran en libertad – y desalojando – y por tanto culpando – a los jóvenes atacados.
La militarización de las calles no es la solución, y mucho menos cacerías de “patrullas ciudadanas” parasitadas con la extrema derecha. La solución pasa por la regularización de estos jóvenes, como miles de personas más, la derogación de la Ley de Extranjería, el cierre de CIEs y la eliminación de fronteras. Algo que se vuelve urgente en el contexto de crisis sanitaria y económica que – gestionadas por un gobierno de PSOE y UP que defiende los intereses del capital – se ceba en la clase trabajadora y sobre todo en el sector sin papeles.
Desde Socialismo o Barbarie repudiamos estos ataques racistas, así como el trato de la policía. Responsabilizamos a la Generalitat y el Estado de esta situación, y nos asquean las declaraciones del alcalde por negar el racismo y aprovecharse para exigir más control policial. ¡Ninguna persona es ilegal!
[1] Una Policía poco legitimada últimamente justamente por racista, no solo por la rebelión de los Estados Unidos que ha puesto sobre la mesa el racismo institucional del Estado español en las fornteras, CIEs, CETIs, … sino también por el escándalo reciente de agresión racista por parte de los Mossos d’Esquadra a un joven y el trato impune de la dirección.