Núria Cadenes
Artículo original de Vilaweb
Traducción de Kaos en la red
Una pistola simulada, una daga-puñal, dos navajas de mariposa, una navaja automática y otra que no lo era, un tirador de precisión, un puño americano, un machete, una maza, una hacha gorda de doble hoja, una bola metálica con pinchos, otra navaja más, oscada, que quién sabe para qué la debía de guardar.
Estas son las armas que requisaron a Pedro Cuevas, alias ‘el Ventosa’, durante la operación Panzer, y que este individuo, asesino confeso, reclamó después de que le volvieran.
Asesino confeso, hemos escrito, sí. Él fue quién apuñaló al joven Guillem Agulló i Salvador, el 11 de abril de 1993, en Montanejos (Alt Millars). Con Gerardo Mora, Juan Manuel Sánchez, ‘el Picha’, José Cuñat, ‘el Pollo’, Francisco Garcia, ‘el Mody’. Mientras los unos lo señalaban y los otros lo aguantaban, lo golpeaban, él lo asesinó.
Desde el primer momento, la familia, la acusación popular, entidades y partidos (salvo los representantes de la derecha españolista) denunciaron los hechos como un crimen político. Las vinculaciones de los asesinos con la extrema derecha española, con los grupúsculos violentos que operaban en el País Valenciano, fueron una evidencia que los tribunales españoles se negaron a considerar. Y que si los criminales, un grupito del barrio valenciano de Marxalenes, se autodenominaran ‘Komando Marchalenes IV Reich’?, y que, que identificaran a Guillem como antifascista e independentista y por eso entre todos lo quisieran acorralar?, y que, que después de la puñalada se fueran levantando el brazo en sórdido saludo fascista o cantando el ‘Cara al sol’? La cuestión era presentar el asesinato prácticamente como un accidente, como una ‘pelea entre jóvenes’, ninguna relación con las bandas fascistas que encontraban campo para correr en el País Valenciano.
Después de un juicio que tendría que pasar a la historia como ejemplo de vergüenza, cuatro de los acusados fueron absueltos, y ‘el Ventosa’, que había confesado ser el autor material de la puñalada asesina, fue el único condenado. Catorce años de prisión. Cumplió cuatro.
Operación Panzer
El juicio fue en 1995. Un par de años después, Cuevas salía en libertad. La pista del siniestro personaje se perdió. Hasta que, en 2005, volvió a salir en los diarios. El Ventosa, que según aquel tribunal de la Audiencia Provincial de Castelló, no tenía nada que ver con los grupúsculos nazis violentos, era detenido, junto con cerca de una veintena de individuos más, en la llamada ‘operación Panzer’ contra, precisamente, un grupúsculo nazi violento que operaba en el País Valenciano y que se hacía llamar Frente Antisistema (FAS). Lo acusaban de asociación ilícita y tenencia de armas. Él, según los informes de los guardias civiles, era el encargado de distribuir las armas.
El nombre que los guardias civiles pusieron a la operación provenía, de hecho, de Cuevas mismo: él fabricaba los puños americanos que después comercializaban vía internet para financiar la banda violenta y autodenominada Frente Antisistema. La investigación se había puesto en marcha estirando el hilo de aquella web de venta de armas. Y los puños americanos que fabricaba el Ventosa tenían etiqueta nominal: Panzer.
Entre los detenidos y compañeros de este Ventosa, crecido en los ambientes marginales y asiduo de los grupúsculos fascistas, estaba Sergio Gutiérrez Prats, que colaboraba con Cuevas en el taller clandestino de fabricación de los puños americanos ‘panzer’ y que dormía en un ataúd; Pedro Costa Mora, alias ‘Lofer’, considerado el contable del grupo nazi, a quién requisaron una escopeta, una navaja con una esvástica en el puño, vídeos y propaganda nazi, y que después, entre el 2008 y el 2014, trabajó en un centro privado de atención a jóvenes con riesgo de exclusión y tutelados por la consejería de Bienestar Social; dos militares, Pedro David Montiel Garcia, alias ‘Cráneo’ y José Andrés Orts, Erik, a quién requisaron un verdadero arsenal que guardaba en casa (en 2016, lo condenaron a dos años de prisión por maltrato a su ex-pareja, también militar); Ignacio March, que antes de quedar paralítico a raíz de un accidente, había sido condenado a prisión por haber pegado una paliza brutal a dos jóvenes; Carlos Rueda, alias ‘Country’, vigilante de Levantina de Seguridad, empresa de la órbita del ultranacionalista español José Luis Roberto; Sergio Beneyto, que cuando hacía de disc jockey se hacía llamar ‘DJ Kiolo’; Alejandro Serrador Ferrer, ‘el Silla’, conocido de la ultraderecha valenciana, condenado por una paliza a un joven de dieciséis años, que también había sido vigilante de Levantina y que era regidor de España 2000 (el partido de José Luis Roberto) en Silla (Huerta); Sandra Rentero, que también iba en la lista de Silla por España 2000; Joaquin Saludas, que trabajaba en el campo de la rotulación (vehículos policíacos, por ejemplo, rotulaba); o los dos individuos que no se presentaron al juicio, Facundo Esteban, ‘Escorpión’, que se situaba en Argentina, y Juan Manuel Soria, un sazonador de pieles, antiguo viejo agitador de la extrema derecha y que parece que había huido en Tánger.
Los informes de la acusación consideraban que este Soria era el líder político del grupúsculo. En su casa, en Chiva (Foia de Bunyol), encontraron también armas de fuego y munición de calibres diversos. El año 2007, Pedro Cuevas, asesino de Guillem Agulló, que es de Valencia, fue candidato a las elecciones municipales en Chiva, precisamente, como cabeza de lista por la formación ultra Alianza Nacional.
En todo caso, el alquiler de la sede del FAS en Valencia, un local llamado ‘Thule’, era responsabilidad de este Soria, igual como lo era la captación de nuevos miembros para Alianza Nacional (AN), la nueva marca en que se fundía la antigua Alianza para la Unidad Nacional (AUN) de Ricardo Sáez de Ynestrillas. Y cómo un hilo lleva a otro y siempre son el mismo, apuntaremos tan sólo un par de datos más: que el presidente de esta ‘nueva’ AN, Pedro Pablo Peña, acabó en prisión después de intentar atentar con explosivos contra un autocar de familiares de presos vascos; y que en mismo local que había sido de FAS, y acompañado por Soria y por el nazi Pedro Varela, en 2007 hizo un acto el ex-líder del Ku Klux Klan David Duke.
‘Voy a hacer pupa’
‘Me llevo un pincho. Voy a hacer pupa.’ Así se expresaba el asesino de Guillem Agulló por teléfono, según transcripción de la Guardia Civil. Era su manera de presumir. Quedaban para ir ‘de cacería’, que este es el término que emplean los fascistas cuando salen a apalear, y él llevaba el ‘pincho’. Estas mismas transcripciones mostraban como se ofrecía como proveedor de un ‘hierro’ (pistola, en argot) o proponía vender puños americanos (aquellos que él mismo fabricaba, se supone) a criaturas (‘chiquillos’, decía, literalmente). Y lo vinculaban con una paliza en Villena, y con algunos robos, también.
Fueron absueltos. El tribunal anuló las grabaciones telefónicas como prueba acusatoria y, cuando fueron al arsenal de armas que les habían requisado… había desaparecido. Un ‘funcionamiento anormal de la administración de justicia’, según el mismo Consejo General del Poder Judicial. Una ‘destrucción anticipada’ de las armas debido al ‘funcionamiento anormal’ etcétera. Las tenían custodiadas en la comandancia de la Guardia Civil de Valencia. Como pruebas. Pero alguien se despistó ‘’ y las destruyó. El 31 de octubre de 2013. Antes del juicio.
Pero la historia no acabó con las absoluciones. Cómo para remachar el colmo de los despropósitos, los detenidos en la operación Panzer todavía reclamaron que les devolvieran las armas. Que los indemnizaran por las que les habían destruido y que les volvieran toda la parafernalia nazi. La lista del militar del ejército español, José Andrés Ort, Erik, era inacabable: del cacheo que la Guardia Civil había hecho en su casa, en septiembre del año 2005, habían requisado una pistola, dos rifles, dos carabinas, dos cargadores, dos visores, una escopeta, tres puntos de mira, una canana de cacería, un cuchillo, una funda de axila para arma corta, un chaleco antibalas, tres machetes (uno de los cuales, como las bayonetas del ejército español del aire, con funda reglamentaria), tres espadas (una de las cuales, volvemos, de oficial del ejército español), cuatrocientos cartuchos con bala, una daga de la Wafen SS, un casco y una hebilla de soldado alemán y medallas y escudos y cruces de simbología nazi. Todo lo reclamó. Y una indemnización de 16.531 euros. Por el perjuicio que le habían causado destruyéndole las pistolas.
Pedro Cuevas, ‘el Ventosa’, también reclamó sus armas. hemos hecho la lista al empezar. Y sus parafernalias: un libro, Regalía del Tercero Reich, un busto de Hitler, seis cuadros con simbología nazi, hojas con himnos paramilitares.
Tal como razonaron desde la Acción Popular Contra la Impunidad, personada en aquel juicio del caso Panzer, aquellas reclamaciones fueron ‘una cosa muy parecida a un acto de fanfarronería y de desafío hacia la ciudadanía, de humillación de la democracia’. Los absueltos presumieron, así, ‘de su condición de nazis una vez conseguida, nuevamente, la impunidad’ y después de haber negado ‘durante años las pruebas evidentes de su activismo en grupos de ideología nazi y especialmente violentos contra quién es diferente’.