Francia: La necesidad de una izquierda anticapitalista, revolucionaria e independiente

En este artículo, Santiago Follet analiza las propuestas de las distintas alternativas capitalistas en la campaña electoral, y por qué es necesario apoyar una alternativa obrera, anticapitalista y revolucionaria como la de Philippe Poutou y el NPA.

Santiago Follet

La coyuntura política en Francia se encuentra marcada por el agravamiento de la crisis sanitaria del covid-19 entrando en una fase crítica, con picos de hasta 200.000 contagiados nuevos por día. En un contexto también convulsionado por la crisis económica que golpea a los sectores más necesitados del país y que agrava las tensiones sociales, la carrera electoral sigue su curso de cara a las presidenciales del mes de abril de 2022. En este artículo analizaremos qué proponen las distintas variantes de la burguesía para la campaña y por qué es necesario oponerles una candidatura obrera, anticapitalista y revolucionaria.

Contra Macron y el gobierno de los ricos

El panorama electoral empieza haciendo un balance del nefasto quinquenato del gobierno. Macron, el “joven reformador”, el superador de la dicotomía “izquierda-derecha”, como se presentaba en la contienda 2017, no ha sido otra cosa que un duro gobierno capitalista en exclusivo beneficio de la clase dominante.

Además de sus medidas neoliberales emblemáticas, como la privatización de los trenes, la contrarreforma jubilatoria (que pretende retomar en caso de ser elegido) o la supresión del impuesto a las grandes fortunas, entre otras, el macronismo ha destacado por su autoritarismo. Una faceta explotada con la ley de seguridad global, la ley contra el separatismo, una represión a la protesta social descomunal y una creciente ofensiva legitimando la instalación de un clima reaccionario, racista y colonialista de Estado.

Todos factores que se han agravado con la pandemia, en donde su manejo irresponsable y “securitario” solo tuvo como objetivo cuidar la economía de los ultrarricos, poniéndola por encima de las necesidades sanitarias de la población. Despidos, supresiones de puestos de trabajo, inflación, aumentos de tarifas y una contrarreforma criminal contra el seguro de desempleo… En definitiva, más y más explotación para los trabajadores. Macron es y será el gobierno de los ricos, del que nada bueno puede esperarse para los de abajo.

Cinco años han sido suficientes. Macron ha sido combatido fuertemente por el movimiento social en las calles: huelga ferroviaria, revuelta popular de los chalecos amarillos, huelga contra la reforma jubilatoria, movilizaciones feministas, anti-racistas, de la salud, de la educación, por el clima, etc. Muchos han sido los movimientos que se han desarrollado al calor de la pelea contra el gobierno marcando la vía de la lucha en las calles, con huelgas y manifestaciones, con los métodos de la lucha de los trabajadores, la única manera de vencer la avanzada patronal.

Ni la derecha extrema, ni la extrema derecha

Si bien Macron pareciera ser el favorito de la burguesía que encabeza las encuestas, otros tres candidatos, cada uno de ellos más nefasto que el anterior, están en carrera por ver quién será el que lo acompañe a la elección de segunda vuelta. Según Ipsos, las intenciones de voto a mediados de diciembre se encuentran en las cifras siguientes: Macron (24%), Pécresse (17%), Le Pen (14,5%) y Zemmour (14,5%).[1]

Si hablamos de Valérie Pécresse (Los Republicanos), antigua colaboradora de Chirac y Fillon, está claro que se trata de una mujer del ala más tradicional de la derecha francesa. Esa derecha reaccionaria que encabezó las “manifestaciones por todos” contra el matrimonio igualitario y la homoparentalidad bajo la presidencia de Hollande. En la actualidad, Pécresse se ha autodefinido como ⅔ Merkel y ⅓ Thatcher, proponiendo un ajuste en los empleos públicos que llevará a suprimir más de 20.000 puestos de trabajo en caso de ser elegida. Ante semejantes referencias queda claro que un eventual gobierno de Pécresse iría aún más a la derecha del camino trazado por Macron.

Por su parte, la confirmación de la candidatura de extrema derecha de Eric Zemmour (Reconquista), que ha elegido un nombre para su partido que evoca las guerras por religión, ha venido a inclinar el tono general de la campaña hacia posiciones más reaccionarias. El defensor de la teoría conspirativa del “gran reemplazo” se apoya en el complotismo ambiente reinante desde los inicios de la pandemia y ha beneficiado de un espacio mediático totalmente sobredimensionado para descargar todas sus propuestas racistas, misóginas e islamofóbicas. El escándalo del meeting de Villepinte, en donde los simpatizantes de Zemmour agredieron a militantes de la asociación SOS Racismo es una muestra de la violencia con la cual la extrema derecha se comporta para imponer sus ideas reaccionarias.

Por el lado de Marine Le Pen, la candidata de la Agrupación Nacional se dedicó durante meses a pedirle a Zemmour que bajara su candidatura para “unir a la familia” de la extrema derecha con la perspectiva de poder ganar la elección. En efecto, luego de años de construirse como la oposición a Macron para la segunda vuelta electoral, Le Pen ha visto la emergencia de Zemmour y luego de Pécresse como competidores que le disputan el perfil de su electorado. Más allá de intentar construirse como outsiders de la política tradicional, empalmando con un fenómeno que desarrolla a nivel internacional, las candidaturas de la extrema derecha no tienen nada de “antisistema” sino que son por el contrario representaciones de los intereses de los grandes capitalistas agregando sus discursos de odio para dividir a los trabajadores.

En definitiva, la combinatoria de estas distintas variantes de extrema derecha supone una gran porción del electorado que da lugar a alternativas sumamente peligrosas para los derechos de los inmigrantes, la población negra y árabe, las mujeres y las personas LGTB. El odio desplegado por estos personajes envalentona el accionar de grupúsculos de extrema derecha, identitarios y supremacistas, que han intentando en varias ocasiones ocupar las calles como en la manifestación contra la violencia hacia las mujeres de París, de la que fueron rápidamente expulsados por los manifestantes.

Las movilizaciones unitarias de las organizaciones políticas y sindicales contra la extrema derecha y las acciones para impedir los meetings de estos candidatos que se han desarrollado en los últimos meses muestran la vía de una respuesta antifascista que es necesario organizar en las calles para luchar contra la extrema derecha racista y xenófoba.

El fracaso de la unidad de la “izquierda” burguesa

Siguiendo con las estimaciones de las intenciones de voto para ocupar el palacio del Elíseo, encontramos a diferentes actores de la “izquierda” del sistema que si bien han tenido éxitos importantes en las elecciones municipales y regionales, no han logrado constituir por el momento una alternativa que pueda hacerle frente electoralmente a la avanzada de la derecha y la extrema derecha. Así las cosas, según la agencia Ipsos, los sondeos sitúan al candidato verde Jadot (8,5%), seguido por Mélenchon de la Francia Insumisa (8,5%), Anne Hidalgo del Partido Socialista (4,5%) y Roussel del Partido Comunista (2%). Otros sondeos sitúan a Mélenchon con doble dígito y cerca del 12% pero aún lejos de los candidatos de la derecha.

Ante semejante escenario, Hidalgo, la candidata del PS y actual alcaldesa de París, lanzó sin éxito la propuesta de unificar las candidaturas de la “izquierda”. «Poutou, Jadot, Mélenchon, Roussel. Desde su llamado a “una gran primaria abierta” de la izquierda, lanzado el 8 de diciembre, Anne Hidalgo recibe, casi cada día, un nuevo rechazo. No, no irán. No, no se someterán a un enésimo voto de los militantes. No, no se unirán detrás de un candidato único.»[2]

La propuesta “unitaria” lanzada por el Partido Socialista no logró entusiasmar a ninguno de sus socios con los que sí han realizado numerosas alianzas legislativas. Tampoco los “autoproclamados” Montebourg y Taubira terminaron de convencer para poder unificar el bloque. La descomposición del PS, otrora primer partido del país y actualmente apenas acreditado de un 5% según los augurios más optimistas, se explica por las innumerables traiciones realizadas al electorado de izquierda que decía defender. En efecto, lejos está el PS de representar algo cercano a la “izquierda”, ya que se trata lisa y llanamente de un partido más de la burguesía francesa defensor del sistema capitalista.

En el mismo sentido, tampoco el “capitalismo verde” de Yannick Jadot resulta una verdadera alternativa a los políticos de la derecha, ya que más allá de instrumentalizar la sensibilidad ecologista frente al problema de la destrucción del planeta, el programa de los verdes es 100% compatible con el capitalismo, el sistema que es el culpable de la crisis climática mundial. Tampoco hay nada que se parezca remotamente a una alternativa de “izquierda” en su programa.

Por parte del PCF, la reaparición de una candidatura propia de los “comunistas” no ha traído nada progresivo más allá del nombre del partido. Si hay algo por lo cual Fabien Roussel ha destacado en esta campaña es por haber apoyado las movilizaciones reaccionarias de la policía junto a sindicatos y organizaciones políticas de extrema derecha. Una adaptación a la política de la extrema derecha que en nada sirve para enfrentarla en estas elecciones.

Quizás el mejor posicionado entre estos candidatos para poder disputar la contienda electoral sea Jean-Luc Mélenchon de la Francia Insumisa. Sin embargo, no se observa por el momento una dinámica ascendente de la formación de centro-izquierda que pudiera ponerla cerca de una segunda ronda electoral. Por el contrario, las encuestas ubican a los insumisos en el quinto o incluso en el sexto lugar. Para un movimiento político de base puramente electoral (sin estructura militante de base nacional) que aspira únicamente a competir por la vía parlamentaria y electoral dicha estrategia se queda corta para enfrentar consecuentemente a los candidatos de la derecha.

Mélenchon ha realizado un meeting de apenas 5.000 personas en París, una cifra que está muy lejos de catapultarlo a ser un movimiento de masas capaz de disputar el poder. Esto por más que les pese a ciertas corrientes oportunistas que se reivindican parte del movimiento trotskista y de la tradición marxista revolucionaria (como la TMI, la derecha del SU y la TC) y que parecen no sacar ningún balance de la bancarrota de Podemos en España y de Syriza en Grecia.

El programa de Mélenchon es como mucho y siendo generosos un programa “reformista” y nacionalista que no sale de los límites estrechos del reformismo del sistema capitalista y que aspira a gobernar el Estado imperialista francés. Por esos motivos, no termina de ser independiente de la burguesía porque aspira a un programa de conciliación de clases. La verdadera izquierda anticapitalista y revolucionaria no puede apoyar ni ser parte de esta experiencia sobre todo cuando hay, como se está verificando en la campaña, un enorme espacio para la construcción de una alternativa de izquierda independiente.

Por una candidatura obrera, revolucionaria e independiente: Philippe Poutou 2022

Rápidamente, el candidato obrero del Nuevo Partido Anticapitalista, Philippe Poutou, salió a despegarse de cualquier maniobra de unidad de una izquierda institucional servil al sistema capitalista. Correctamente, el candidato del NPA rechazó cualquier acuerdo y se mantuvo en la línea de una candidatura independiente porque representa y debe representar una alternativa radicalmente diferente: la de la independencia política de clase de los trabajadores.

Es cierto que existe entre numerosos sectores una preocupación creciente por el avance de las candidaturas reaccionarias de derecha y extrema derecha, frente a la cual aparece como necesaria la perspectiva de una respuesta unitaria para derrotarlos. Pero la unidad que se debe construir es la unidad de los trabajadores en las calles, en independencia de todos los sectores patronales que defienden los intereses de los capitalistas. La unidad que se debe construir es junto a los enormes movimientos de lucha que se han puesto de pie en el país para luchar contra las políticas de Macron y contra los avances de la extrema derecha.

Esa unidad no va a construirse con lógica del voto útil o la del mal menor, con una perspectiva puramente electoral, sino que ante una extrema derecha cada vez más agresiva, hay que oponer un programa anticapitalista y revolucionario para que se haga escuchar la voz de nuestra clase y que se defienda en las calles.

Los meetings de la campaña de Poutou han mostrado una dinámica ascendente que ha acercado a cientos de jóvenes simpatizantes a construir la perspectiva de esta campaña anticapitalista independiente. Un potencial que se ha observado en las declaraciones de Poutou en medios nacionales acerca del rol de la policía y que gana en simpatía entre sectores de la juventud y de los trabajadores porque Poutou es visto como alguien de la clase, alguien que habla como cualquier trabajador, totalmente alejado de los políticos millonarios y profesionales de la política.

Es un trabajador despedido durante el gobierno de Macron víctima del cierre de la fábrica Ford Blanquefort que puede sintetizar políticamente la enorme bronca social contra Macron y los políticos del sistema, ante el deterioro de las condiciones de vida y el avance de la crisis sanitaria. Una candidatura que sirva para expresar una representación política de los grandes movimientos de lucha que se han levantado en Francia en los últimos años, como la rebelión de los chalecos amarillos y el movimiento contra la reforma jubilatoria, para construir una alternativa política anticapitalista y revolucionaria.

El NPA tiene un enorme desafío por delante, ante una campaña que muestra una dinámica ascendente, que aparece en varias encuestas rondando el 2% del electorado y que despierta amplias simpatías crecientes en una juventud con una sensibilidad anticapitalista, feminista, anti-racista y ecologista. Una campaña que aún debe superar el duro escollo antidemocrático de las 500 firmas de alcaldes para poder efectivizar oficialmente la candidatura para lo cual es necesario redoblar los esfuerzos militantes de cara a los próximos meses.

Desde Socialismo o Barbarie, como corriente del NPA, apostamos a que la candidatura de Philippe Poutou sirva a los efectos de construir una alternativa política de los trabajadores, la juventud, las mujeres y LGTB, los migrantes, y todos los sectores explotados y oprimidos. Para que la campaña sirva a la construcción del NPA como partido anticapitalista, militante e independiente, al tiempo que desarrollamos nuestra corriente internacional con la necesidad de construcción de un partido revolucionario para terminar con la barbarie del sistema capitalista. En las próximas semanas, nos pondremos a la cabeza de la organización de meetings de campaña, la búsqueda de las firmas de los alcaldes y la formación de comités de apoyo a la candidatura en los lugares de estudio y de trabajo. Por la construcción de una izquierda anticapitalista y revolucionaria.


[1] https://www.ipsos.com/fr-fr/presidentielle-2022-le-point-100-jours-du-scrutin

[2] https://www.20minutes.fr/politique/3202219-20211222-presidentielle-2022-union-gauche-possible