Ale Kur
Bernie Sanders, de 77 años de edad, es un militante político de larga data, que obtuvo ya varios mandatos como senador nacional por su estado de Vermont. Previamente se desempeñó también como alcalde de una pequeña ciudad. Lo que lo caracteriza son sus posiciones políticas totalmente “atípicas” para lo que es el espectro político norteamericano: Sanders se considera a sí mismo un “socialista democrático”, afirma que la lucha de clases existe… y toma partido abiertamente por la clase trabajadora.
Esto no significa que Sanders sea un “marxista revolucionario” ni mucho menos: según sus propias palabras, su modelo a imitar son los “estados de bienestar” de los países nórdicos y el “New Deal” que implementó el presidente norteamericano F.D. Roosevelt en la década de 1930. Por otra parte, el partido por el cual se presenta a elecciones presidenciales, el Partido Demócrata, no deja de ser uno de los dos grandes partidos capitalistas e imperialistas tradicionales de EEUU, que se alternaron en el poder durante todo el siglo XX y lo que va del XXI.
Más allá de estos límites, en las primarias demócratas presidenciales de 2016 Sanders se convirtió en un fenómeno nacional, por el contenido de su campaña muy volcado hacia la izquierda (siempre en términos relativos). Hizo girar completamente el eje de las discusiones, introduciendo propuestas muy progresivas que chocan contra el neoliberalismo ambiente de las últimas décadas. Fue el caso, centralmente, de la campaña por el “Medicare for All”, proyecto de cobertura de salud universal, gratuito y a cargo del Estado, financiado con impuestos a los que más tienen. Fue también el caso de las propuestas de establecer un salario mínimo federal de 15 dólares por hora de trabajo (duplicando en los hechos el salario mínimo que existe actualmente), campaña que vienen llevando adelante sindicatos y organizaciones de base de los trabajadores a lo largo y ancho del país. También levantó propuestas como la gratuidad de la educación superior (uno de los problemas más sentidos por la juventud, ya que los estudiantes universitarios terminan sus carreras terriblemente endeudados), el fin de la persecución a los migrantes y la aplicación de una política estatal activa contra el cambio climático.
Junto a lo anterior, la campaña de Sanders se diferenció de los políticos tradicionales en otro aspecto: rechazó los aportes financieros de las grandes corporaciones, y se financió con pequeños aportes por parte de cientos de miles de trabajadores a lo largo del país. De esta manera, defendió la independencia de su campaña frente a los grandes grupos capitalistas, a diferencia de todo el “establishment” político tanto Demócrata como Republicano.
Por esas razones, la campaña de Sanders de 2016 canalizó políticamente a todo un sector de la sociedad norteamericana que está harto de las políticas neoliberales, de los partidos comprados por las grandes empresas, de la brutal desigualdad social y de la falta completa de oportunidades y perspectivas.
Sanders se convirtió así en unos de los políticos más respetados y admirados de EEUU, y en el más votado entre toda la juventud sub-30 norteamericana (en esa franja etaria obtuvo más votos que Clinton y Trump sumados entre sí). En el conjunto de las primarias demócratas, Sanders obtuvo nada menos que 13 millones de votos (el 43% del total), siendo derrotado por Hillary Clinton que lo superó solamente en 3 millones de votos. Una diferencia muy escasa considerando que todo el aparato partidario (multimillonario y lleno de obstáculos antidemocráticos) se volcó al apoyo a Clinton, una política corporativa y neoliberal con muy escaso apoyo popular, pero que contaba con la venia de la gran mayoría de la clase capitalista norteamericana.
El auge del “socialismo democrático”
Durante 2018, este mismo fenómeno del que forma parte Sanders tuvo nuevas expresiones electorales con los triunfos de Alexandria Ocasio-Cortez como diputada nacional por Nueva York, así como con la elección de otras candidatas progresistas que levantaron un programa muy similar al de Sanders. Varias de estas candidatas, empezando por Ocasio, se consideran también a sí mismas como “socialistas democráticas”.
Actualmente, el programa político progresista enarbolado por Sanders y Ocasio goza de una enorme popularidad en EEUU. Gran parte de sus propuestas (y especialmente el “Medicare for All”) cosechan el apoyo de una mayoría de los norteamericanos, inclusive entre la base tradicional del conservador Partido Republicano. En los últimos meses, ganó también un fuerte impulso la propuesta conocida como “Green New Deal”, un plan nacional de recambio de la infraestructura cuyo objetivo es suprimir las fuentes de energía contaminantes y reemplazarlas al 100% por energías limpias y renovables. Este plan no sólo permitiría combatir de manera proactiva el cambio climático (cuestión de enorme importancia y urgencia para evitar una catástrofe ambiental en las próximas décadas), sino que también permitiría generar millones de puestos de empleo con una garantía de salario mínimo y condiciones de estabilidad y formalidad laboral.
En el mismo sentido, también provocó fuertes repercusiones la propuesta de Ocasio-Cortez de introducir un impuesto marginal del 70% a los ingresos anuales que superen los 10 millones de dólares, lo que implicaría un fuerte golpe al sector más concentrado de la clase capitalista. Una gran parte de la sociedad norteamericana simpatiza con esta propuesta, poniendo al desnudo que las concentraciones exorbitantes de riqueza ya no son aceptadas como legítimas, lo que tira por tierra uno de los principales pilares ideológicos del capitalismo norteamericano.
El fuerte crecimiento de las ideas “socialistas democráticas” puede verse en todos los rubros. Fue denunciado por Donald Trump en su discurso nacional sobre el “Estado de la unión”, afirmando defensivamente que “Estados Unidos nunca será un país socialista”. Fue recogido periodísticamente por el famoso e influyente The Economist, que le dedicó su tapa al auge del “socialismo millennial” advirtiendo sobre el peligro que esto implica para el capitalismo global. Puede observarse en todas las encuestas realizadas a la población, y en especial, a la generación “millennial” nacida a partir de la década de 1980. Y puede verificarse, especialmente, en el fuerte crecimiento de las organizaciones socialistas norteamericanas: es el caso de los “Socialistas Democráticos de América”, que al momento actual declara poseer nada menos que 55 mil miembros cotizantes.
La nueva presentación electoral de Sanders sin duda alguna será un nuevo canal de expresión para todos esos sectores progresistas de la sociedad norteamericana. Más allá de todos sus límites (ver recuadro), se constituye como un polo político opuesto al que encarna el ultra-reaccionario Donald Trump, marcando que existe una salida progresiva a la crisis de los EEUU, poniendo en el centro los intereses de los trabajadores y las grandes mayorías populares.
Para que la candidatura de Sanders no pierda su filo rupturista y progresivo, debe tomar en sus manos la tarea de conformar un nuevo partido político socialista de la clase trabajadora, independiente de los capitalistas y de sus agentes políticos. Sólo un partido de estas características puede llevar hasta el final el programa de transformaciones que Sanders y Ocasio vienen levantando. El bipartidismo neoliberal y corporativo tradicional (Demócrata-Republicano) no puede contener en su interior ninguna salida progresiva, como vienen demostrando los últimos 50 años de la historia norteamericana.