Brasil: para la Policía Militar, las vidas negras no importan

Solamente en 2019 más de 5.800 personas fueron asesinadas por agentes del Estado en todo el país, sin mencionar los casos no notificados.

Severino Felix y Rosi Santos

Traducido del portugués por Luz Licht

Este último domingo, el programa Fantástico, de la Rede Globo, puso en escena un caso más de la extrema violencia por parte de la Policía Militar (PM) del estado de San Pablo, o sea, del aparato represivo a cargo del gobernador João Dória (PSDB).

La escena era chocante, protagonizada por un agente de seguridad pública del estado contra una mujer negra, que aconteció el día 30 de mayo, en Parelheiros, en el extremo sur de la ciudad de San Pablo.

Los actos de agresiones y de violencia contra la población negra y periférica en el estado de San Pablo – y en todo el país – infelizmente son cotidianos y, en este caso, lo más chocante es que se tratara de una mujer de 51 años de edad. El agente policial que agredió a esta señora la mantuvo dominada en el suelo con su pie presionando su cuello durante varios minutos, llevando a la víctima a desmayarse cerca de cuatro veces.

Este caso recuerda otro episodio de violencia policial, ocurrido el día 21 de junio en la ciudad de Carapicuíba, en la región metropolitana de San Pablo. Donde un policía usó la táctica de sofocamiento, apoyando su rodilla sobre el cuello de un joven negro. Muy parecido al caso de Georg Floyd, asesinado por un policía blanco en la ciudad de Minneapolis, en los Estados Unidos. Georg Floyd suplicó por su vida durante 7 minutos y 46 segundos, gritando más de veinte veces la frase: “no puedo respirar”.

En San Pablo, la mujer que fue víctima de esa brutalidad también suplicaba por su vida y relató que, cuanto más se resistía, más sufocada era por el policía.

En Brasil – en particular en los estados de San Pablo y de Río de Janeiro, la violencia policial ha aumentado de forma alarmante. En el estado de San Pablo, de enero a abril de este año, 381 personas fueron muertas por acciones policiales, en tanto, durante el mismo período, en 2019, fueron muertas 291 personas. Un aumento del 31%.

La banalización de la violencia policial aumentó, aun más a partir de la elección del neofascista Jair Bolsonaro para la presidencia. Tomamos como ejemplo de esa banalización también la elección de los gobernadores Wilson Witzel, en Río de Janeiro y de João Dória, en San Pablo. Witzel, que conmemoró en vivo el asesinato de un asaltante como si fuese un gol de su equipo de fútbol, también participó de acciones policiales desde dentro de un helicóptero, como si estuviese en un film de Hollywood.

En cuanto al gobernador de San Pablo, João Dória, desde que asumió, afirmó que a partir del primer día de su gobierno la policía iba a tirar a matar. Y llegó a condecorar, en el Palacio de los Bandeirantes, a los policías asesinos de 11 asaltantes, en la ciudad de Guararema. Para justificar los asesinatos la policía utiliza siempre el famoso argumento de la ‘auto de resistencia’, o sea, así como el racismo, la brutalidad policial contra la población negra y periférica también es estructural en Brasil.

La violencia de la policía contra esta mujer negra y trabajadora es la expresión más horripilante del racismo y del machismo institucional. La PM sólo trata con desprecio el sufrir de millares de mujeres que denuncian violencia doméstica, cuando no titubea al golpear y humillar mujeres en sus acciones. Esta acción policial que combina racismo, misoginia y odio a los pobres compone una de las culturas genocidas, que son parte del funcionamiento estructural del Estado brasilero. Por eso, este crimen debe ser encuadrado como un crimen racista (Ley nº 7.716/1989) y de odio hacia la mujer (Ley Maria da Penha), además de una tentativa de homicidio.

Los gobiernos llevan adelante la política de represión y de exterminio de la población negra y periférica con la excusa del combate al crimen organizado y el tráfico de drogas. Es necesario enfrentar este sistema racista implementado hace siglos en nuestro país con el fortalecimiento en las calles del movimiento Vidas Negras Importam (Las Vidas Negras Importan). Movimiento este que ha cumplido un papel fundamental en el combate de la política de seguridad pública genocida de los gobiernos estaduales y federal.