PSOL: Una ruptura necesaria

El debate con Valerio Arcary sobre el significado de la incorporación del PSOL al frente Lula-Alckmin. Es necesario construir una organización alternativa de para los socialistas revolucionarios en Brasil.

Antonio Soler

Traducción del portugués por Luz Licht

Somos parte de los cientos de camaradas que firmaron la Carta de ruptura con el PSOL , un documento político firmado por corrientes, agrupaciones políticas, personalidades, activistas y activistas independientes. Este manifiesto construido por varias manos, en un esfuerzo de consenso entre camaradas que anteriormente militaban en el mismo partido, sin embargo, de diferentes tradiciones políticas, no fue un logro cualquiera. Y a pesar de las lagunas, unilateralidades e insuficiencias, es un primer balance colectivo del proceso que condujo a la pérdida de la independencia política del PSOL, que permite continuar debates conceptuales, programáticos, organizativos y acciones comunes frente a de la realidad.

El documento tuvo una importante repercusión, fue noticia en los principales medios de comunicación y contó con la solidaridad de las fuerzas políticas, incluidos sectores que permanecen en el PSOL. Ya su presidente, Juliano Medeiros, celebró nuestra ruptura con la frase -supuestamente atribuida a Lenin, pero originalmente escrita por Lassalle a Marx y luego plagiada por Stalin- de que “el Partido se fortalece purgándose”. Obviamente, para el proyecto de partido electoral, monolítico, del régimen y burocrático que representan Juliano y su corriente, esta ruptura es una victoria para el proyecto de conciliación de clases.

Ante nuestra ruptura, el texto que más nos llamó la atención fue “ Una ruptura precipitada ”, de Valerio Arcary, líder de la Resistencia (corriente interna del PSOL que colaboró ​​directamente con el proceso de ruptura del partido con la independencia de clase). Ya escribimos una serie de textos de honestas polémicas con Valerio y los compañeros de su corriente sobre su curso de capitulación política al lulismo y que lo llevaría a su propia ruptura con la independencia de clase. Lamentablemente estos vaticinios se confirmaron con el curso de las decisiones políticas al interior del PSOL y en el posicionamiento de la Resistencia.

Valério nos critica por haber hecho una ruptura precipitada con el PSOL basada en el desacuerdo con cuestiones tácticas -no estratégicas o de principios-, por la desproporción en nuestros análisis y por impaciencia frente a un proceso inconcluso dentro del partido en el que se disputa la política entre fuerzas revolucionarias y no revolucionarias sigue abierta. Por eso, a pesar de lamentar nuestra ruptura, la ve, en su conjunto, marcada por un error de interpretación y la político.

Antes de continuar, es importante hacer una nota metodológica en el debate. Valerio, por desgracia, como ya hemos denunciado varias cuantas veces, tiende a crear amalgamas, cambiar el foco y ocultar sus verdaderas posiciones para que aparezca con la razón en lugar de debatir desde sus posiciones reales. Probablemente, porque necesita presentarse ante su base como un líder revolucionario que esgrime en nombre de la dialéctica cuando, de hecho, defiende posiciones reformistas con un método sofista.

El PSOL es parte de la conciliación de clases

Haciendo uso de este método, Valerio comienza su crítica a nuestra ruptura con el PSOL afirmando que “ las decisiones de apoyar a Lula desde la primera vuelta, y de federarse con la Red, precipitaron una ruptura apresurada de un colectivo de activistas, que concluyó que el partido dejó de ser un instrumento útil». En otras palabras, para él -y todo indica que para la mayor parte de su corriente – estos son hechos menores, más bien, cuestiones tácticas que no justificarían una ruptura política.

Vemos que, desde el inicio de su argumentación, tergiversa profundamente un hecho decisivo de la ruptura, ya que no fue por “ apoyar a Lula desde la primera vuelta ” que rompimos con el PSOL, sino porque el partido se incorporó a la fórmula Lula-Alckmin, rompiendo con la independencia política de clase. Una cosa es llamar al voto crítico a Lula en primera vuelta para derrotar al neofascismo, otra táctica totalmente distinta, por la que optó nuestro viejo partido, es entrar en una alianza de conciliación de clases. La primera opción puede concebirse ante la amenaza de que Bolsonaro le gane a Lula en primera vuelta o que tácticamente sea necesario derrotar al neofascista en primera vuelta. Esta táctica, con una política de diferenciación crítica respecto de Lula y Alckmin, no sería una ruptura de principios/estratégica. Lo contrario es llamar al voto del expresidente del PT y del exgobernador Tucano en primera vuelta sumándose a la alianza de conciliación de clases, como lo hizo el PSOL con el apoyo de Valerio y su corriente.

Valerio insiste en el sofisma, afirmando que “ la polémica sobre la centralidad del Frente Único de Izquierda con el PT para la construcción de una oposición popular a Bolsonaro desde 2019 nos ha dividido”. Una vez más, es importante traer a la discusión los términos reales del debate político que se llevó a cabo dentro del PSOL. La controversia no era sobre la necesidad o no de crear un frente con el PT, sino que necesitábamos construir un frente de izquierda con un programa que respondiera a las necesidades de los trabajadores y los oprimidos -anticapitalista, de hecho- un frente sin la burguesía y sus representantes, con el objetivo combatir a Bolsonaro en las calles y en las urnas. En base a estas condiciones, el PT no aceptaría ningún acuerdo porque quiere repetir un gobierno, aún más a la derecha, de conciliación de clases. Sin embargo, una correcta táctica de frente de izquierda podría abrir un diálogo a partir de una posición clasista con amplios sectores que votarán por Lula.

Luego, podemos leer que “ la Conferencia Nacional del PSOL aclaró que la decisión de sumarse a la campaña de Lula no significa que el PSOL vaya a estar dispuesto a participar en un gobierno de Lula, e incluso rechazó cualquier negociación de este tipo.” Valerio trata sistemáticamente de vender a su base y a sectores de la vanguardia que participar en un frente burgués de conciliación de clases con Lula-Alckmin a la cabeza no es una ruptura con el principio de independencia de clase. Algo que solo sucedería, según él, con la participación política en ese gobierno. Por eso se aferra a que la Conferencia Electoral no votó -tácticamente a la dirigencia mayoritaria no le interesaba definir esto por ahora para evitar, desde su punto de vista, conflictos innecesarios- nada en relación a la participación o no en un futuro y, por ahora, probable gobierno Lula-Alckmin. Esa decisión se tomará en noviembre, nuevamente a puertas cerradas.

Continuando con esta sintonía, lo más probable es que el PSOL ingrese al gobierno de Lula con la misma justificación que está utilizando para sumarse a una alianza electoral burguesa con Lula-Alckmin. Es decir, “ahora que hemos derrotado a Bolsonaro, tenemos que derrotar al bolsonarismo y para esto tenemos que estar en el gobierno para presionarlo por izquierda”. Algo similar diría la dirección del PSOL y, probablemente, la Resistencia. La milésima re-edición del discurso del «gobierno burgués de conciliación de clases en disputa» que lamentablemente utiliza la izquierda del PT para no despegarse del aparato que es lo que la hace totalmente estéril para cumplir cualquier rol significativo en la lucha de clases.

Sin embargo, independientemente de los pronósticos sobre la participación del PSOL en el hipotético gobierno de Lula y la capitulación orgánica de la izquierda del PT. Lo cierto es que, al igual que participar en un gobierno burgués -con o sin conciliación de clases- o en un frente burgués, como el que el PT puso en pie, son líneas políticas igualmente traidoras de la independencia de clase y a todo lo que este principio implica en cuanto a necesidades tácticas y estratégicas y, las lecciones acumuladas históricamente por el movimiento obrero. Ciertamente, participar en un gobierno burgués tiene implicaciones aún más ominosas, ya que dicho gobierno es la continuación inevitable de la explotación y opresión de la clase trabajadora. Sin embargo, participar en una alianza de conciliación de clases no deja de ser una línea que rompe con la independencia política de cualquier partido, corriente, agrupación o militante que la integre.

Participar en una alianza de conciliación de clases burguesa no es algo trivial, no es como la táctica de unidad de acción que podemos hacer con algún sector burgués con una delimitación permanente, con columnas y banderas propias y que termina en cuanto termina la acción misma. Lo que no permite ningún tipo de compromiso con tal o cual sector de la clase dominante. La fórmula Lula-Alckmin es un frente con sectores de la burguesía, una formación política orgánica que comparte la misma estructura, programa político y proyecto de poder con la clase dominante. En otras palabras, es un proyecto de gobierno de conciliación de clases de la clase dominante que, de resultar victorioso, será otro gobierno enemigo de los trabajadores y oprimidos –por mucho que vaya a encarar políticas de compensación o pseudo reformas–, como fueron todos los gobiernos del PT o como fueron todos en la historia. Destacamos que el malabarismo semántico de Valerio es anacrónico, pues niega, sin fundamentación alguna, conquistas teóricas obtenidas a partir de la experiencia de los trabajadores en la lucha de clases que fueron sistematizadas por el marxismo revolucionario y que conservan toda validez política.

Una traición a la necesidad de luchar en las calles para derrotar al neofascismo

Unirse a una candidatura burguesa tiene implicancias políticas inmediatas y va completamente en contra de lo que sostienen Valerio y la dirección del PSOL. Es decir, que sería una táctica necesaria para derrotar a Bolsonaro en las urnas y en las calles. Bolsonaro demuestra cada día que no está dispuesto a entregar el poder sin una lucha extraparlamentaria. A pesar de no tener la correlación de fuerzas para ello, de no contar con el apoyo del imperialismo, de la mayoría de la clase dominante y de las fuerzas armadas, ante el quietismo, el inmovilismo y el electoralismo que afecta a prácticamente todo el aparato del movimiento social y de izquierda , como el PSOL. Las demostraciones de fuerza en las calles, acciones violentas de bandas fascistas y una fuerte campaña son prácticas que, si no son respondidas por las masas, pueden aterrorizar a sectores de la clase media, la burguesía y los medios de comunicación, poniendo en entredicho el proceso electoral y cualquier posibilidad de una transición pacífica. Pero aunque retroceda ante el aislamiento o si su llamado a no respetar las decisiones del STF o del TSE no tiene apoyo en ninguna parte, no podremos cambiar la correlación de fuerzas derrotando a Bolsonaro solo en las urnas.

Valerio dice que “ha habido una inflexión en la coyuntura y estamos en un momento de transición con una mayoría social en oposición a Bolsonaro. La experiencia y la prudencia sugieren que sin una victoria política no saldremos de la defensiva. La victoria de Lula es, por tanto, decisiva. Pero estas diferencias tácticas no deben impedir la militancia paciente en común.” Estamos en un momento de transición política en el que el péndulo a favor de la clase trabajadora se detuvo a la mitad porque no pudimos construir un movimiento de masas que destituyera a Bolsonaro. Lo que demuestra que tiene un apoyo importante de las masas, de la clase dominante, Congreso y militares. Además, como señalamos anteriormente, una derrota de Bolsonaro en las urnas es parte del proceso, pero no es garantía de un cambio en la correlación de fuerzas política que nos permita contener la ofensiva contra las masas. Un posible gobierno de Lula no significa ninguna garantía de mejora, sabemos que muy probablemente no revocará ninguna de las contrarreformas, no re-estatizará empresas, gravará al gran capital o hará reformas estructurales favorables a las masas trabajadoras. Al contrario, como todo gobierno burgués, garantizará la explotación y la opresión al servicio de las ganancia y los intereses de la clase dominante y, como en el primer gobierno de Lula, podrá realizar contrarreformas. Ciertamente, para derrotar al neofascismo y los peligros de un golpe es necesario convocar a un voto crítico por Lula en segunda vuelta, pero eso no resuelve el problema principal, que es el de la correlación de fuerzas con la clase dominante y el futuro gobierno.

Valerio intenta utilizar sus dotes retóricas para la manipulación de la conciencia cuando dice que “ la idea más poderosa del manifiesto de ruptura es que la decisión de tácticas electorales equivale a una rendición estratégica. El PSOL sería condenado como instrumento político progresista. El giro político e ideológico que representó la adhesión a la candidatura Lula-Alckmin y a la federación con la Red representa un golpe irreparable al proyecto original del PSOL [el subrayado es nuestro]El manifiesto enuncia la tesis, pero no las demuestra. ¿Por qué estas decisiones habrían sido fatales? ¿La anticipación del voto por Lula en la segunda vuelta para la primera es un golpe “irreparable”? ¿No es eso una exageración?”, y continúa diciendo: “El apoyo a Lula es un cálculo táctico ante el peligro que representa Bolsonaro. (…) Y retirar una candidatura presidencial no es legal ni políticamente posible después de inscribirse en el TSE ”.

No podemos creer que el líder de la Resistencia desconozca las consecuencias políticas, estratégicas y tácticas de sumarse a un frente burgués, que es totalmente diferente a pedir un voto crítico para Lula – un voto crítico cuando se mantiene la independencia política, no rompe con los principios ni posiciones estratégicas -. Esta táctica es tan nefasta que rompe con la independencia de clase, con la estrategia de movilizarse para derrotar a Bolsonaro, con la necesidad de poner a las masas a la ofensiva para enfrentar a este y al próximo gobierno, y con la estrategia de construir un partido político con influencia de masas a la izquierda del lulismo, todo eso de un tirón.

No es en una operación desprovista de presupuestos histórico-político-prácticos que se forman los principios y estos, a pesar de ser pocos, tienen un enorme valor axiomático, político, estratégico y teórico porque son construidos por el marxismo a partir de la experiencia dramática de la clase obrera en la lucha de clases. La clase obrera aprendió muy temprano que sin organización, estrategias y tácticas independientes no podía luchar en defensa de sus intereses, así como sin autodeterminación, democracia de base e internacionalismo no podría llegar muy lejos en su lucha por la resistencia, toma del poder y transición al socialismo. El marxismo es un sistema abierto, autorreflexivo, la ciencia de lo nuevo, por lo tanto, necesita formular y reformular conceptos constantemente para mantenerse vivo. Sin embargo, en cuanto a los principios políticos básicos, verdaderas conquistas a partir del accionar histórico-práctico de nuestra clase que han sido sistematizadas por nuestra teoría. La lucha de clases de ayer y de hoy dan vívidas demostraciones de su vigencia y de que romper con esta tradición significa poner todo al revés respecto a la política revolucionaria.

En otro punto, Valerio insiste en la tesis de que “ tanto la decisión de apoyar a Lula, presentando sus propias candidaturas a gobernador y senador en varios estados, como la federación con la Red son decisiones tácticas. Se puede argumentar que están equivocadas, pero son tácticas. Fueron impuestas por condiciones objetivas adversas. Si desintegramos el partido por diferencias tácticas, es imposible construir instrumentos políticos duraderos.” No se puede llevar adelante ninguna táctica o estrategia socialista revolucionaria cuando se rompe con los principios. La táctica del PSOL de entrar en el frente electoral Lula-Alckmin demuestra exactamente eso. Ingresar a esta alianza presupone una política, la del PSOL, la Resistencia y todas las corrientes que continúan dentro de ese partido, de convivencia pacífica con la burocracia lulista y su alianza de conciliación de clases con la burguesía. Eso significa que no se optarían por tácticas de reivindicación o denuncia desde la base contra su línea desmovilizadora, no se realizarían propuestas de acción independiente ni comités de lucha desde abajo para impulsar la lucha directa para derrotar a Bolsonaro. Además de los factores objetivos,  es la política lulista la que dificultó las acciones en las calles del año pasado y que dificultan las acciones de este año. No se puede tener una política coherente de movilización sin una verdadera campaña de exigencia y denuncia desde la base en el sentido de llevar la lucha a las calles, unificar los procesos de movilización y luchas que han surgido pero que no cuentan con una fuerza política que las nacionalice.

Por eso se necesita un frente político de izquierda y candidaturas independientes de la burguesía y la burocracia para asumir hoy esta tarea central, que es la de luchar para destrabar la movilización para derrotar a Bolsonaro, contrapesar la correlación de fuerzas políticas y poner a las masas a la ofensiva mediante la combinación de una serie de tácticas al servicio de nuestras estrategias y principios. Lo que Valerio intenta esconder entre sus sofismas, en una pseudo batalla contra el sectarismo. Es que la táctica que defiende es oportunista de cabo a rabo y que, en realidad, va en contra de la movilización directa porque lo que quieren es aprovecharse de la popularidad de Lula para aumentar el número de parlamentarios electos. Si fuera honesto en su preocupación sobre la necesidad de derrotar a Bolsonaro en primera vuelta, se podría considerar una táctica de bajar una candidatura propia para llamar al voto crítico a Lula quizá el día 2 de octubre de forma independiente, o sea, sin aliarse con una formula burguesa, lo que permitiría hacer una amplia campaña independiente para luchar por activar las luchas en las calles.

Valerio, en la misma línea, considera que la federación con la Red “fue más que un error, pero la excesiva dramatización no es razonable. El acuerdo legal para la protección mutua ante la cláusula barrera no impone un sacrificio de la independencia política” y que “la construcción de un núcleo militante fuera del PSOL es posible, pero implica una renuncia a la intervención en el espacio institucional, criterio ajeno al marxismo. Ajeno a todo marxismo. Las presiones de la “marginalidad” política, donde prosperan las ideas anarco-movimientistas, pueden ser devastadoras.» La indignación por una federación de partidos de al menos 4 años con un partido burgués se llama “dramatización excesiva”. Es decir, para Valerio, la ruptura producto la federalización con un partido burgués, que se hizo eco de la ofensiva reaccionaria abierta en 2016, y al unirse a la alianza burguesa Lula-Alckmin, no sería más que una “rabieta” política. En primer lugar, no es cierto que sin la Red no pudiéramos superar la cláusula barrera (proscriptiva) -no está puesta como condición para este año- y caer en la marginalidad no puede servir de apoyo retórico para sortear la independencia de clase y los horizontes estratégicos. Ya que no caer en la marginalidad no depende centralmente de los resultados electorales y del tiempo de televisión, sino de la conexión política con las masas y sus luchas. En segundo lugar, aunque no se superara la cláusula de barrera, sería preferible tal situación a una medida que coloca al partido en el mismo espacio que el de los representantes de la burguesía en el parlamento. Diluyendo así su programa y todos los esfuerzos electorales, pues los votos conseguidos para el PSOL serán compartidos con candidatos reaccionarios muchas veces y con los cuales tendrán que actuar de forma conjunta en el parlamento alterando nuestra política.

Del partido amplio a un apéndice de la conciliación de clases

Las otras polémicas que presenta Valerio con nuestra carta de ruptura también son importantes. Habla de que el programa democrático popular no habría sido superado; que el PSOL actuó principalmente dentro de las instituciones y las elecciones; que la disputa política evolucionó hacia la disputa del aparato interno.

Respecto a las críticas de que el PSOL no superó el programa democrático popular, afirma que es justo, pero “ el PSOL es un partido plural, dentro del cual se organizan corrientes con distintas hipótesis estratégicas, pero dispuestas a actuar juntas construyendo una línea táctica común ”. …(…) Lo cual revelaba madurez, y hasta algo de sabiduría. Después de todo, si la ambigüedad estratégica ha permanecido sin resolverse durante dieciocho años, ¿por qué romperla ahora? Por otro lado, entre quienes decidieron separarse, ¿existe una visión programática común madurada? 

El hecho de que el PSOL haya sido un partido amplio desde sus inicios no es un problema en sí mismo, las corrientes revolucionarias en ciertas etapas de la lucha de clases pueden actuar en partidos amplios defendiendo su política sin tener que romper por diferencias programáticas con los reformistas y/o centristas. El problema es que en ciertas situaciones de polarización, como la que venimos viviendo desde el juicio político a Dilma, estos sectores que hegemonizan a estos partidos imponen líneas que significan la ruptura con la independencia de clase y/o con la democracia interna. En el caso del NPA francés, por ejemplo, hubo una tremenda presión oportunista de cara a la candidatura de Mélenchon, pero tras batallas internas este partido logró mantenerse en el terreno de la independencia de clase. Entonces no es una verdad escrita a priori que los partidos amplios derivan necesariamente en la capitulación y la traición, como sucedió con el PSOL, con el apoyo de la Resistencia, que votó a favor de sumarse a la fórmula Lula-Alckmin y el MES, que dio los votos decisivos para aprobar la federación con la Red. Sin el apoyo de estas antiguas corrientes revolucionarias, el PSOL se hubiera mantenido independiente hasta hoy y no hubiéramos tenido que optar por la ruptura – fue el Partido Socialismo y Libertad el que rompió con su programa fundacional y, por tanto, el que impuso políticamente nuestro salida.

Para el líder de la Resistencia, “ evaluar que la decisión de apoyar a Lula fue un “golpe ” que “destruyó” al PSOL es una conclusión precipitada, temeraria e imprudente (… ) Porque la decisión de apoyar a Lula contra Bolsonaro autoriza la conclusión de que el PSOL se habría adherido a la estrategia de conciliación de clases del PT o «reformista» (…) El PSOL decidió defender un programa de derogación del legado golpista, y de cambios estructurales y medidas anticapitalistas. Por lo tanto, condenó la elección de Alckmin. Por eso el apoyo a Lula es crítico (…) El PSOL no se hace ilusiones de que un gobierno de Lula será un gobierno con impulso revolucionario. Pero considera que la derrota de Bolsonaro será una victoria política que cambiará la relación social de fuerzas a favor de la clase trabajadora y los oprimidos, abriendo una nueva situación mucho más favorable.

Sobre estos temas ya hemos apuntado más arriba respecto a nuestra perspectiva. La campaña que viene realizando el PSOL para llamar a votar la fórmula Lula-Alckmin sin una delimitación crítica alguna solo demuestra cuán seria, renegada de la independencia de clase y traidora de la necesidad de luchar contra el aparato lulista para desencadenar la lucha. Fue la decisión de la dirección del PSOL, con el apoyo de Valerio, no sólo la de llamar a la votación, sino la de entrar en la alianza burguesa para la conciliación de clases, hecho que busca ocultarse todo el tiempo. La victoria de Lula en primera o segunda vuelta sin movilización directa, de ninguna manera supondrá un cambio en la correlación de fuerzas, como defiende Valerio en varios momentos. Apostar por eso es crear una ilusión muy peligrosa, porque además de que Bolsonaro podrá atentar contra el resultado de las elecciones, incluso si fuera derrotado, seguirá representando una poderosa fuerza política que actuará sobre la realidad presionando a la derecha de forma permanente. Por otro lado, no se trata sólo de que Lula “no será un gobierno con impulso revolucionario ” –con movilización o sin ella, será un gobierno burgués, por lo tanto, nuestro enemigo– sino que sin movilización los ataques se emprenderá sobre la clase obrera serán mucho más eficaces.

Entonces, la perspectiva más general sobre la realidad política nacional del escritor – que debe ser la perspectiva mayoritaria en su corriente – se hace más clara cuando argumenta que el PSOL no es hoy sólo un partido electoral, sino que es un instrumento de movilización. Para Valério, el “PSOL organiza campañas políticas para apoyar las luchas de los trabajadores, mujeres, negros, estudiantes, LGBT, indígenas, derechos humanos.» La lucha en las calles y el enfrentamiento a la burocracia están lejos de ser la principal actividad del PSOL. Y este hecho, este rasgo aparatista, donde prima la cúpula y electoral que ha ido creciendo en los últimos años, sumado a la tremenda polarización político-social que estamos viviendo, no deja de tener un enorme impacto y explica por qué la dirección del PSOL pudo romper con la independencia de clase sin que se produjera una rebelión dentro del partido . Sin embargo, con el correr del mandato burgués de Lula-Alckmin, si son elegidos y pueden asumir un cargo, la tendencia es que muchos más sectores, activistas y figuras se acerquen a la izquierda.

El hecho de que las masas no superaron las expectativas reformistas, lo que suele ocurrir en momentos muy cercanos a las revoluciones, y que su conciencia retrocedió en relación a los años 80, sería la cartografía general para justificar por qué el PT – la dirección del PSOL y la Resistencia – no vayan más allá del horizonte electoral, porque “ la dirección del PT y Lula obviamente no son inocentes. Ir más allá del ‘horizonte electoral’ no depende sólo de un impulso voluntarista, sino de la relación social de fuerzas. Por supuesto, también de la voluntad.» De hecho, Lula, su corriente a finales de los años 70 y, posteriormente, la dirección del PT desde principios de los 80, aun cuando hubo una fuerte movilización desde abajo, nunca apostaron por horizontes más allá de las elecciones. Lo mismo ocurre con la dirección del PSOL, que ahora está integrada por Valerio y su corriente, pues no se trata de no medir la temperatura de las masas, de ser sectario, voluntarista o ultra, sino de apostar permanentemente a la movilización y estar atentos a las coyunturas que posibilitan cambios de calidad. Orientación  político-histórica de las corrientes revolucionarias que el PT y la dirección del PSOL nunca tuvieron: la gran novedad es que ahora corrientes en la tradición del marxismo revolucionario han perdido de vista esta orientación.

Al final del texto, el argumento es que “ en estas elecciones, por la relación política de fuerzas, no hay espacio para una candidatura de izquierda radical a la presidencia (…) Sería imposible explicar por qué nuestra necesidad de defender las ideas revolucionarias deben prevalecer sobre la necesidad de sacar a Bolsonaro de la presidencia.» Como ya hemos dicho, la motivación de la ruptura no fue la ausencia de una candidatura propia, a pesar de que una precandidatura/candidatura habría jugado un papel fundamental en la vocalización de la línea de impulso de la resistencia en las calles como un desafío central de la campaña. Tampoco fue la atávica necesidad de “ defender las ideas revolucionarias» o porque se decidió llamar a votar por Lula en primera vuelta. El ineludible problema de principios era que al entrar en la alianza burguesa, en la práctica se autoimpone una campaña electoral acrítica que diluye el programa necesario para la coyuntura, lo que se puede ver abundantemente en los materiales de campaña del PSOL y de la Resistencia.

La principal motivación política de la Resistencia y de la dirección del PSOL fue no permanecer independientes para contribuir a la tarea central de la lucha de clases hoy, único antídoto contra el golpe de Bolsonaro y contra los ataques que continúan y seguirán después de las elecciones con o sin el neofascista en el poder, que es movilización de masas. Pero que “ el PSOL necesita elegir al menos once diputados federales para defender su legalidad. Preservar la legalidad no es electoralismo, es una necesidad de existencia política alejada de la marginalidad. El PSOL no solo está sujeto a presiones de adaptación. También sufre presiones sectarias que alimentan evaluaciones demasiado optimistas de la relación social de fuerzas. Un mínimo de realismo e inteligencia táctica requiere considerar las condiciones en las que tendremos que luchar. 

Como ya se ha dicho, aquí queda claro que la independencia de clase, las estrategias, los programas y las tácticas se rifan en nombre del “ realismo y la inteligencia táctica.” Nada más lejos del realismo revolucionario, este es un pragmatismo estrecho que siempre saca de la ecuación a las masas y el nefasto papel que juega el lulismo, estancando su avance político. En realidad, esto no es más que el (bi) campismo electoral que no apuesta a que las masas puedan construir una alternativa independiente frente al neofascismo y un sector de la burguesía por un lado y la burocracia lulista por el otro. Es cierto que el centro del proceso electoral de este año es derrotar a Bolsonaro y eso tiene un peso decisivo para cambiar la correlación de fuerzas, pero derrotar al neofascismo en las urnas es una condición necesaria pero no suficiente, falta la movilización directa. Por lo tanto, la táctica de unirse a la alianza burguesa no es inteligente desde el punto de vista de nuestra clase, solo es inteligente desde el punto de vista del aparato, lo que es extremadamente imprudente en la coyuntura actual.

Finalmente, Valerio defiende que el PSOL se puede recuperar, que el partido no se limita a la lucha interna por los fondos del partido, que hay una disputa por otra perspectiva, que el aparato no domina al PSOL y que “el fatalismo es un mal consejero. El modelo organizativo del PSOL imita la experiencia del PT en la década de 1980. Pero el dispositivo interno no domina el PSOL.” Parece que esta narrativa es un intento de mostrar que el PSOL es similar al PT antes del gobierno efectivo del grupo de Zé Dirceu, que terminó imponiendo cosas como cercenar el derecho de tendencias – lo que llevó a la expulsión de Convergencia Socialista y otros corrientes – la financiación burguesa, los fondos para sobornos y la retirada del socialismo de su programa. Pero, vamos a ver, el PSOL aprobó una federación con un partido burgués, que está financiada por uno de los mayores bancos endeudados con la Seguridad Social y responsable del endeudamiento abusivo de los trabajadores, una federación que tiene un programa desarrollista liberal. Y para coronar el proceso liquidacionista, ingresó a una alianza en la que el vice es un ilustre representante del capital financiero, responsable de la masacre de la educación pública en São Paulo, del aumento del 96%de violencia policial (entre muchas otras atrocidades que revelan su carácter anti-obrero) y que aparece como la consolidación de un giro más derechista del lulismo para el próximo período.

De hecho, lo que queda del PSOL es el derecho formal de tendencias, que estará cada vez más restringido, como sucedió con el PT. Figuras como Zé Dirceu, que representan al aparato, no faltan hoy en el PSOL… Para Valerio, el PSOL tiene un régimen de sano funcionamiento, porque “ en la preparación del último Congreso, algo de diez mil militantes activos movían a cincuenta mil afiliados. Una pequeña minoría de esta militancia, no más de unos pocos cientos, son funcionarios públicos. La gran mayoría son activistas desinteresados.” A pesar de la gran cantidad de militantes honestos que quedan dentro del PSOL, no todo es irreversible, pero estos, al igual que los militantes honestos que aún quedan en el PT, ya no son capaces de revertir la capitulación, el oportunismo y el electoralismo sin cambios profundos en la correlación de fuerzas políticas. Eso fue exactamente lo que demostró el Congreso del PSOL, en el que el aparato electoral y los movimientos que encabezan determinadas corrientes acabaron teniendo un peso significativo en la victoria de la mayoría que impuso esta traición histórica, que es sumarse a la fórmula Lula-Alckmin y componer una federación partidaria con la Red. El PSOL es un pequeño PT.

Termina diciendo que “ perder el sentido de la proporción también es peligroso. El PSOL no está condenado ”. Lamentablemente, el PSOL, que fue fundado para ser un instrumento democrático, de base y de lucha alternativa al lulismo, se acabó. Desconociendo la proporción que tiene el impacto negativo que la ruptura de principios – unirse a la fórmula Lula-Alckmin y federarse con la Red, con el apoyo de Valerio y la Resistencia y el MES – sobre la necesidad de construir una dirección alternativa al lulismo y a movilizarnos, la única forma de derrotar a Bolsonaro y crear otra correlación de fuerzas que nos permita superar los crecientes flagelos que tenemos, roza mucho el cinismo por la capacidad de no reflexionar sobre temas tan candentes para nuestra clase hoy.

Nosotros, desde Socialismo o Barbarie, en cambio, ante esta derrota que supuso la pérdida del PSOL como partido independiente, lo sentimos, pero no estamos derrotados ni sin perspectivas. Con nuestros compañeros seguimos apostando a la independencia de clase, a las estrategias de movilización permanente y a la construcción de partidos revolucionarios ligados a tácticas que favorezcan estos lineamientos. Por eso, como parte de quienes firmaron y prepararon la carta de ruptura, estamos dando pasos para organizarnos en el Polo Socialista Revolucionario, ilusionados con la perspectiva de construir y conformar, desde un frente con grupos y militantes independientes, una organización política nacional socialista y revolucionaria con candidatos al servicio de la lucha y el socialismo. ¡Eso si vale la pena compañero!