El hecho ocurrió en la noche víspera del Día de la Conciencia Negra, fecha tradicional de lucha contra el racismo sistémico en Brasil. Las imágenes del brutal asesinato recorrieron como reguero de pólvora las redes sociales tal y como lo hizo la indignación por el caso de George Floyd en Estados Unidos.
Las imágenes viralizadas son elocuentes. Mientras un guardia sujetaba a Joao Alberto, dejándolo indefenso, el otro le propinaba una golpiza brutal sin que el hombre de 40 años siquiera intentara defenderse. Eso muestran los videos divulgados por los testigos, así como el vano intento de revivirlo por parte de los médicos llegados tiempo después. Uno de los guardias era además un miembro de la Policía Militar.
Las consignas de la movilización antirracista del día siguiente (20 de noviembre) se fueron extendiendo y radicalizando con el paso de las horas. Así, las imágenes parecían replicar lo sucedido en Estados Unidos a partir de mayo pasado, con la rebelión comenzada en Minneapolis que se extendería por todo el país y a lo largo de los continentes.
«Justicia por Joao Alberto», «Black Lives Matter», «Vidas pretas importam» y «la carne más barata del mercado es la negra» son las consignas que se fueron masificando en horas para convocar a las marchas del Día de la Conciencia Negra.
Alexandra Tulani, una mujer negra de 48 años, dijo a la agencia EFE: “La demanda de la población negra es urgente. La deshumanización del pueblo negro en Brasil es evidente”. Agregó: “Queremos tener el derecho de existir. No queremos salir a la calle y sufrir violencia policial. Ayer un hombre negro murió en un supermercado. Eso tiene que acabar y tiene que acabar ya”.
Brasil fue un país construido en gran medida en base a la esclavitud, abolida recién en 1888, más de veinte años después que Estados Unidos, más de medio siglo después que la mayoría de los países de la región. Más de 6 millones de africanos fueron secuestrados en su lugar de origen para ser convertidos en esclavos en Brasil, 2 millones ingresaron a través del puerto de Río de Janeiro. Se calcula que el 10% no sobrevivía la travesía y al llegar sus cadáveres eran arrojados en un despeñadero cercano al puerto de la ciudad carioca. Conocido como el «Cementerio de los Nuevos Negros», hoy tiene un monumento conmemorativo.
Pero como todo lugar donde se esclavizó a los negros, notoriamente en Estados Unidos, el capitalismo no abre buenas perspectivas para ellos, dándole nuevas formas a la opresión brutal que sufren. Expulsados y marginados, constituyen las principales víctimas de la violencia estatal y no estatal: dos tercios de las 60 mil víctimas de asesinato anuales del país son negros, dos tercios de la población carcelaria son negros.
La explotación capitalista sobre los negros es tan directa y brutal que Brasil tuvo que aprobar una segunda ley contra la esclavitud en 1995. Decenas de miles de trabajadores negros entran en la categoría de esa ley como sujetos a una «relación laboral forzada». 54 mil de ellos salieron de esa situación por la aplicación de esa ley, miles y miles siguen sujetos a esa situación.
Y sin embargo, Bolsonaro y su vicepresidente Mourau respondieron a la manera de Trump: negando el racismo y criminalizando las movilizaciones. “Eso es una cosa que quieren importar, eso no existe aquí. Yo digo con toda tranquilidad, no hay racismo” dijo Mourau. “Quienes instan al pueblo a la discordia, fabricando y promoviendo conflictos, atentan no solamente contra la nación, sino también contra nuestra propia historia” dijo Bolsonaro.
Las principales concentraciones se registraron en Sao Paulo, Río de Janeiro y Porto Alegre. En esta última, los manifestantes inundaron el local donde Joao Alberto fue asesinado para boicotear su funcionamiento, exigiendo su cierre al grito de «Carrefour racista».
Escenas similares se pudieron ver en Sao Paulo y Río, donde los manifestantes también hicieron suya otra consigna de la rebelión en Estados Unidos: «Sin Justicia no habrá Paz».