Algunas apreciaciones sobre la crisis en el Líbano

Lo más importante es que el estallido del puerto se ha transformado casi instantáneamente en un hecho político. Esto se da agravado porque en toda la región, durante décadas y décadas, una de las formas principales de hacer política han sido las más diversas acciones de guerra.

Roberto Ramírez

Primero fue la voladura en el puerto de Beirut de un barco estacionado allí y abandonado desde hace aproximadamente siete años. Esta nave transportaba unas 2.750 toneladas de nitrato de amonio. Este producto es muy usado en todo el mundo como fertilizante relativamente barato. Pero también, al mismo tiempo, es un poderoso explosivo de transporte de manipulación peligrosa…

El barco que lo llevaba había arribado a Beirut con bandera de Moldavia, arrendado por un armador ruso. Por diversas razones –conflicto del armador con las autoridades del puerto, el alto costo de las reparaciones necesarias para seguir viaje, etc., etc. –el barco quedó allí abandonado.

Durante un tiempo, el barco fue ocupado por los tripulantes que reclamaban una solución para hacer esas reparaciones y poder zarpar. Pero ni de parte de la patronal ni de las autoridades libanesas, se hizo nada. Finalmente los marinos se hartaron y fueron embarcando en otras naves. El barco quedó así abandonado, cada vez más convertido en óxido… pero un óxido muy peligroso. El nitrato de amonio, como dijimos, es un gran fertilizante… pero simultáneamente un explosivo de primera…

El resultado final fue un estallido parecido al del hongo de una bomba nuclear que conmovió a toda la ciudad… y mató a muchos. No sólo el barco se esfumó en una nube, sino que buena parte del puerto quedó arrasado. También edificios cercanos desaparecieron.

Se habla de unos 5.000 heridos y centenares de muertos. Pero hasta ahora son sólo estimaciones. Uno de los motivos es la imposibilidad de saber ya, de inmediato, cuántos cadáveres hay bajo las ruinas del puerto y los edificios que lo rodeaban. O cuántos fueron pulverizados, consumidos por las llamas o arrojados a alta mar.

La explosión del puerto se transforma en contienda política, pero también reinicia el proceso de rebelión desde abajo

Lo más importante es que el estallido del puerto se ha transformado casi instantáneamente en un hecho político. Esto se da agravado porque en toda la región, durante décadas y décadas, una de las formas principales de hacer política han sido las más diversas acciones de guerra.

Así, por ejemplo, nadie puede descartar que algún “servicio” –sea de Estados Unidos, Israel, Arabia Saudita… y un largo etc.– haya aprovechado la increíble disponibilidad prácticamente gratuita de 2.750 toneladas de un explosivo formidable, abandonados en un barco inservible, para pegar un buen garrotazo a un curso político que le sea desagradable.

Por ejemplo, los avances que estaba haciendo una coalición burguesa “progresista ultramoderada” (por supuesto no revolucionaria), que hace unos meses logró hacerse con el gobierno en medio de una fenomenal crisis económica. Antes de eso, Líbano estaba prácticamente a la deriva y en bancarrota.

El atentado llevó a la renuncia del primer ministro Hassan Diab y su gabinete, que llevaba apenas unos meses al mando. Tras una ola de renuncias de ministros, embajadores y diputados, el premier Diab puso fin a los rumores y anunció la renuncia de todo su Gobierno, sólo ocho meses después de asumir el poder para responder a las multitudinarias protestas que pedían un cambio político estructural en el país.

Diab dejó un mensaje a la nación, acusando a la «elite del país» de haber obstaculizado su Gobierno para «tapar sus errores» y su responsabilidad por las dos masivas explosiones que devastaron Beirut y mataron centenares de personas hace casi una semana.

«La élite –denuncia Diab en su retirada– ha estado por décadas (en el poder) y su olor está en todos lados. Sus políticas dejaron al país al borde del abismo. Deben avergonzarse. No nos paran de atacar para protegerse a sí mismos y tapar sus errores. Tenemos que volver a estar con la gente, pelear con ellos contra la corrupción, debemos ser parte de la gente», aseguró Diab, antes de anunciar su renuncia, difundida por la cadena Al Jazeera.

«Todos los miembros de este Gobierno hicieron su mayor esfuerzo, no tenemos un interés personal, sólo queremos mejorar a nuestro país», sostuvo el premier en un mensaje en el que siempre se diferenció de «la élite» y los «gobiernos anteriores» cuyas políticas «destruyeron al país».

¿Cuál es el eje de todo esto?

Diab asumió como el jefe de un Gobierno denominado «independiente», pero designado por el mismo Congreso que había apoyado a su antecesor, Saad Hariri, el ex–premier que se vio obligado a renunciar el año pasado tras multitudinarias protestas, en particular contra el sistema político dividido y estructurado por comunidades religiosas, en general.

También la defensa de los derechos de las mujeres estuvo en el centro de esas protestas. Miles de mujeres de todas las clases sociales y de todas las pertenencias confesionales (cristianas, drusasmusulmanas…) se han unido a las manifestaciones para denunciar la desigualdad que rige en la sociedad. Denuncian las leyes comunitarias que regulan matrimonio, herencia y custodia de los hijos y abogan por la adopción de una ley sobre el estatus de la mujer en el Líbano que permita la igualdad de derechos que los hombres.También reclaman la reforma de la ley que en la actualidad impide a una mujer casada con un extranjero transmitir la nacionalidad libanesa a su hijo.

Un sistema que no va más… pero con aspirantes a una nueva colonización

Efectivamente,la división por comunidades religiosas de la administración del Estado es un sistema que no va más. Una parte cada vez mayor de la población, especialmente la juvenil, lo rechaza… y con toda razón… y no sólo para las estructuras estatales.

En el Líbano existen 18 comunidades religiosas oficialmente reconocidas por el Estado… y una buena cantidad de otras menores.

El presidente del Líbano debe ser cristiano maronita, el primer ministro debe ser musulmán sunnita, y el presidente del Parlamento, chiíta.

Si dos jóvenes se quieren casar, deben preguntarse primero  a qué secta pertenecen, porque no existe casamiento civil.

Pero aquí apenas comienza la cuenta. A partir de allí existen decenas y decenas de corrientes y sectas, con mayor o menor poderío, para que sus familias dirigentes se ubiquen en las cúspides de la política y la economía.

Mientras tanto ha ido avanzando la crisis político-social, que se va alargando desde hace años, de tanto en tanto estalla y agrava aún más el desastre que viven los trabajadores y el pueblo del Líbano… y en general de toda la región. En el caso específico del Líbano, éste ha perdido los relativos privilegios que antaño le daba su posición de puente “civilizado” y bilingüe entre el Medio Oriente y Europa, en especial, a través de Francia.

No ha sido, entonces, un azar que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, casi se haya lanzado en paracaídas desde un jet para llegar a tiempo y ofrecer “ayuda”primero que todos.

El vínculo continuó incluso después de la independencia del Líbano en 1943. Asimismo todavía hoy gran parte de la élite libanesa habla francés. Muchas escuelas dan las clases en francés. Muchos libaneses ricos tienen una segunda casa en Francia. Los grupos cristianos, un 39 por ciento de la población, aún consideran a Francia como una suerte de potencia protectora.

No fue casualidad que Emmanuel Macron fuera el primer jefe de Estado occidental en recorrer las ruinas de Beirut. Francia tiene vínculos coloniales de larga data con el Líbano. Después de que el Imperio Otomano cayera tras la Primera Guerra Mundial, Francia recibió un mandato de la Sociedad de las Naciones para “administrar” la reconstrucción del Líbano. Ahora intenta repetir la historia, dándole el correspondiente barniz “posmoderno” que la actualice.