Marina Hidalgo Robles
La explotación sexual es la manifestación más clara del tipo de relaciones existentes en una sociedad patriarcal y capitalista: los cuerpos de mujeres, trans, niñas y niños son mercantilizados y vendidos para el disfrute de otro. El Estado patriarcal y capitalista garantiza y santifica el conjunto de relaciones opresivas, fundamento que permite el sometimiento de las mujeres por los varones.
Las múltiples formas en que se presenta la explotación sexual garantizan una acumulación de dinero a nivel internacional, siendo estas sumas ya parte de las economías nacionales. La trata de personas viene a satisfacer el mercado de la explotación sexual, no como un fin en sí mismo, sino como un medio para el negocio que es el que realmente genera ganancias, la explotación sexual.
Las redes son sostenidas no sólo por proxenetas que regentean las redes, prostíbulos, clubes, departamentos, calles o plazas, sino por todos los funcionarios del Estado burgués patriarcal: desde los más altos gobernadores hasta los inspectores municipales que habilitan los locales. Y las fuerzas represivas del Estado cuidan este negocio.
Que sean mujeres y trans quienes son explotadas y varones quienes consumen explotación es la prueba más franca de las relaciones patriarcales necesarias para sostener este flagelo. En ese contexto, suponer una libre y autónoma decisión de una mujer de ser parte del circuito de la explotación es negar las relaciones sociales que nos determinan. Es negar la realidad de violencia cotidiana a la que las mujeres somos sometidas y que se profundizan en los ámbitos de la explotación sexual. Así lo dan cuenta las mujeres que han sido víctimas de estas redes, y los prostituyentes que han consumido esa explotación.
Por eso peleamos por la construcción de una sociedad sin explotación ni opresión, y peleamos por arrancarle a este Estado las reivindicaciones del movimiento de mujeres que nos permitan mejorar nuestras condiciones de vida. La integración de las mujeres y trans en el circuito de la producción es el primer paso para salir del ámbito doméstico, el lugar de encierro más peligroso para las mujeres, y que permita autonomía económica respecto de los varones. En ese camino, las feministas socialistas luchamos por arrancarle al Estado burgués todo lo que podamos para mejorar las condiciones de vida de las mujeres:
- Integración del trabajo doméstico a la producción social con guarderías, lavaderos y comedores públicos de calidad en los barrios populares.
- La inclusión de las mujeres en la producción implica igualdad en la educación. Luchamos por reemplazar la mísera Asignación Universal por Hijo por subsidios para todas, tengan o no hijos, que permitan la capacitación de las mujeres con miras a la independencia económica.
- Reemplazo del Plan Procrear por el Plan Emancipar: prioridad a las mujeres en los planes de vivienda, y vivienda inmediata para las víctimas de explotación sexual y violencia familiar.
- Refugios e instituciones convivenciales de alojamiento para las mujeres y sus hijos e hijas.
- Programas de atención a las mujeres con formación en la problemática y perspectiva de género.
- Educación sexual pública, laica y científica, que se oriente a desterrar la noción de sumisión y menosprecio hacia las mujeres y trans.
- Aborto legal, seguro y gratuito en el hospital público. Programas reales de anticoncepción.
- Separación de la Iglesia del Estado. Fin de los subsidios a la educación religiosa y derogación de la ley de la dictadura que establece salarios y jubilaciones del Estado para los curas.
- Desmantelamiento de las redes de trata y explotación sexual. Prisión efectiva a los proxenetas y a todo el que lucre con la explotación sexual. Destitución de los funcionarios cómplices por acción u omisión. Trabajo digno y asistencia integral para las mujeres rescatadas de las redes y para las víctimas de explotación sexual.
- Cárcel a golpeadores, abusadores y femicidas.
- Unidad del movimiento de mujeres con el movimiento obrero y popular para destruir el capitalismo patriarcal y construir una sociedad sin explotación ni opresión.
La pelea por la abolición de las redes de explotación sexual y de trata es la pelea contra ese conjunto de relaciones de opresión y explotación, es la pelea contra el Estado patriarcal y capitalista. Es una pelea que sólo puede dar el movimiento de mujeres organizado en las calles, con la alianza estratégica del moviendo obrero: ¡sin patrones que se queden con nuestro trabajo, ni proxenetas que se adueñen de nuestros cuerpos!