Luz Licht
Según las cifras dadas a conocer por el INDEC, en el primer semestre del 2020 la pobreza en la Argentina alcanzó el 42,8% mientras que la indigencia trepó al 10,5%. La cifra para el mismo período, enero y junio del 2019 se ubicaba en torno al 35,4% produciéndose un aumento de un 5,4% en un año. Las cifras se desprenden de un relevo que realiza el Instituto de Estadísticas y Censos (INDEC) en 31 ciudades del país.
Estamos hablando de cifras que se acercan a la mitad de la población en situación de pobreza e indigencia, en un país de 45 millones de personas que arrastra una crítica situación social y económica agudizada por el impacto de la pandemia. Los datos con una medición similar se remontan al 2004, año signado por los coletazos de la crisis que alimentó la rebelión popular del 2001. Entonces se contó un 44,3% de la población bajo la línea de pobreza.
En la situación actual varios factores que confluyen y arrojan un panorama signado por la degradación de las condiciones de vida de las grandes mayorías. Hablamos de una caída del PBI de un 19,1%. El impacto de la pandemia significó en los primeros meses del año el parate de muchas actividades, sobre todo ligadas a la economía informal y los empleos de subsistencia y precarios.
El desempleo ya alcanza el 13, 1% (era del 10,6% en el mismo semestre del año pasado). Más allá del argumento del “Estado presente” que el gobierno desliza a través del ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, para propagandizar políticas como el IFE, ATP y Alimentar, la realidad sigue siendo la de un deterioro social profundo. Guernica es una postal de la situación de cientos de miles atravesados/as por el desempleo, precariedad e ingresos insuficientes.
Entre los datos a destacar tenemos que la canasta básica alimentaria es de 43.785 pesos. No poder costearla arroja a miles a la categoría de indigentes, aunque los salarios de una porción mayoritaria de la población dista de acercarse a esa cifra, volviendo a la categoría de “trabajadores/as pobres” una realidad de millones.
Si a esto sumamos las desigualdades regionales, de género y etarias el panorama muestra una mayor crudeza detrás de los números. Las ciudades de Concordia (Entre Ríos), Resistencia (Chaco) y el Gran Buenos Aires están a la cabeza del ranking de las ciudades más pobres, con un 52,2%, 48,7% y 47,5% respectivamente.
Un último dato que venían pronosticando distintos organismos como Unicef, es el aumento de la pobreza infantil, que llega hasta el 56,3% más de la mitad de las/los niños de hasta 14 años en Argentina son pobres. La pandemia y el descalabro que significó la falta de políticas educativas eficaces hacen que se disipen las oportunidades ínfimas de ascenso social que la educación proveía. Si a ello sumamos las perspectivas para otra franja sumamente golpeada, como las/los jóvenes por la falta de empleos o, el acceso a trabajos cada vez más precarios, encontramos un panorama que reclama soluciones de fondo para las grandes mayorías. El sistema social actual es sinónimo de pobreza, explotación y exclusión crecientes. No bastan los lamentos de que la pandemia agudizó los problemas ¿no es hora encarar una salida definitiva que parta de los intereses del pueblo trabajador y no de los que -hasta ahora- parece que nunca pierden?