Inés Zadu

Dice Wittig “Mientras tanto, los conceptos hétero se van socavando. ¿Qué es la mujer? Pánico, alarma general para una defensa activa. Francamente, es un problema que las lesbianas no tenemos porque hemos hecho un cambio de perspectiva, y sería incorrecto decir que las lesbianas nos relacionamos, hacemos el amor o vivimos con mujeres, porque el término ‘mujer’ tiene sentido sólo en los sistemas económicos y de pensamiento heterosexuales. Las lesbianas no somos mujeres, como no lo es tampoco ninguna mujer que no esté en relación de dependencia personal con un hombre”.[1]

Por nuestra parte, ningún pánico ni alarma: luchamos por la extinción de los géneros, y por lo tanto, de la “mujer”. El problema es que estos son mucho más que conceptos, son relaciones sociales materiales, que por ahora se las arreglan para sobrevivir al socavamiento cultural gradual. Po ejemplo, se adaptan al cuestionamiento de la heterosexualidad obligatoria convirtiendo (como bien dice Wittig) la homosexualidad en otra heterosexualidad.

“Podemos redimir las palabras esclava o esclavo. Podemos redimir nigger, negress (términos derogatorios para las personas negras). ¿En qué difiere ‘mujer’ de esas palabras?”, se pregunta Wittig. Nosotras respondemos: en que ha habido una abolición de la esclavitud en el ámbito de la producción social, pero no en el ámbito de reproducción de la vida cotidiana, la familia.

¿Qué es la mujer en el capitalismo patriarcal? La mujer es la madre. Es la única responsable de la buena marcha de la reproducción a costa de su trabajo esclavo, entendiendo por “buena” la medida de necesidad del sistema. Aunque no esté “en relación de dependencia personal con un hombre”, sí lo está con el “sistema económico y de pensamiento heterosexual”. Para que el concepto de mujer deje de tener sentido como polo genérico dominado, la sociedad tiene que realizar todavía la tarea de separar totalmente la sexualidad (vida emocional, identidad, inclinación individual, el deseo de tener hijos) como elemento del ámbito privado, de la reproducción de la vida cotidiana, como elemento del ámbito social. A nuestro entender, esto sólo será posible encarando la lucha contra el capitalismo como sistema total que incluye al patriarcado. En ese camino, la pelea contra todas las formas de violencia patriarcal es imprescindible para la emancipación de la humanidad. Promovemos la extinción del contrato heterosexual. Esta es una tarea social, no individual, porque este contrato va a permanecer mientras no se construya una forma mejor de realizar el trabajo de reproducción de la vida cotidiana. A nuestro juicio, sólo convirtiendo ese trabajo en una rama de la producción social terminará el contrato heterosexual y el patriarcado, para lo que hace falta un nuevo tipo de sociedad, la sociedad socialista.

En la concepción Queer, como ya habíamos dicho, el hecho de salir de la opresión es un acto individual. Adoptando la identidad Queer se podría salir de la opresión. Si el patriarcado se reduce simplemente a la heteronormatividad y la mujer es uno de los dos polos dominantes que sostiene la opresión, se concluye que adoptando la identidad Queer de forma individual se terminaría con el problema, en franco retroceso respecto del grito de guerra feminista de “lo personal es político”. Sin embargo, el patriarcado tiene una funcionalidad más allá de la heteronormatividad, que es la de mantener a las mujeres como garantes de todo el trabajo doméstico. Miles de millones de horas de las mujeres destinadas a sostener la vida cotidiana, millones de mujeres víctimas de violencia, millones de mujeres sumergidas en las tareas más degradantes son más que una cuestión ideal. Porque, reiteramos, la finalidad del patriarcado es garantizar la reclusión de la mujer en el hogar.

Las feministas socialistas, así como luchamos por la extinción de las clases sociales, es decir, por el fin de la explotación de la clase burguesa sobre la clase trabajadora y por la extinción de toda forma de explotación humana, luchamos también por la extinción de los géneros. No es una cuestión puramente lingüística. Para eliminar la categoría mujer hace falta superar todo un sistema de opresión que se monta sobre la alienación de la mujer para convertirla en una máquina de limpiar y reproducir.

Pero ese “arcoiris de posibilidades aún no codificadas” que da cuenta correctamente de una completa posibilidad de total libertad sexual no debe servir para disolver reaccionariamente al género mujer que en todo caso sufrirá un revolucionamiento completo cuando sea posible la extinción de la propiedad privada y por lo tanto de las clases sociales. No se trata de redistribuir el trabajo doméstico al interior de cada familia individual, aunque hipotéticamente se pudiera, cosa que está muy lejos de ocurrir. De lo que se trata es de socializar el trabajo doméstico, que las tareas cotidianas más rutinarias pasen a formar parte de la esfera de la producción social. De esta manera se podrán establecer relaciones afectivas totalmente inéditas, basadas en la afinidad y no condicionadas por contratos económicos ni relaciones opresivas entre las personas.

En ese camino, la pelea por mejorar las condiciones de vida de millones de mujeres, conquistando guarderías en los lugares de trabajo, el derecho al aborto libre, legal, seguro y gratuito, la educación sexual científica, laica y feminista, por el reparto gratuito de anticonceptivos en hospitales públicos, por la libertad de las mujeres como Romina Tejerina, por el castigo de asesinos y violadores de mujeres y niños y niñas, por el derecho a vivir la sexualidad de la manera que a cada persona le plazca, por el desmantelamiento de las redes de prostitución y trata y la aparición con vida de las mujeres apropiadas, por detener la epidemia de femicidios… son tareas urgentes, necesarias e ineludibles.

Como feministas socialistas, desde Las Rojas queremos aportar a la tarea más importante que creemos tienen por delante las mujeres oprimidas. Es necesario recrear un movimiento de mujeres dispuesto a luchar en las calles, lejos de los subsidios y la cooptación del Estado y los organismos internacionales de crédito, lejos de las oficinas gubernamentales de “empoderamiento”, por y para las mujeres jóvenes, trabajadoras, ocupadas y desocupadas, las mujeres de los barrios populares, un movimiento que adopte como propias las reivindicaciones del movimiento LGTTBI, dispuesto a luchar contra todas las miserias del capitalismo patriarcal y conquistar mejores condiciones de vida para las mujeres.

Queremos un movimiento que reivindique la identificación de la mujer como oprimida que al ingresar en la lucha colectiva se carga de atributos positivos, muy lejos de la deconstrucción Queer, que disuelve a las mujeres oprimidas y las niega como sujeto capaz de producir algún tipo de cambio.

Necesitamos construir un movimiento de mujeres rebelde, de lucha en las calles, hermanado por mil lazos con todos los oprimidos y explotados, codo a codo con las minorías sexuales, afirmando la especificidad de la lucha de las mujeres en todos lados y confluyendo con la clase llamada a liderar el cambio social, la clase trabajadora mundial, por una sociedad donde no existan la propiedad privada, las clases sociales ni los géneros, una sociedad al fin libre de explotación y opresión.

 


[29] Wittig. Ídem.