Lu Zeta
En la madrugada del martes, el portal de noticias ‘Político’ filtró un borrador de más de 90 paginas que estaría preparando la Corte Suprema estadounidense para revocar la sentencia “Roe vs. Wade”, el caso judicial que sentó el precedente para la legalización del aborto en el país norteamericano. Se trata de un hecho escandalosamente reaccionario, ya que sobre esta sentencia se apoya el derecho al aborto en Estados Unidos.
El borrador lo redactó el juez Samuel Alito, un conservador hasta la medula con un largo prontuario de sentencias que atacan el derecho al aborto. A esto hay que sumarle la mayoría de jueces conservadores que posee hoy la Corte Suprema yanqui, muchos de ellos llegados allí de la mano del ex presidente Donald Trump.
Bajo su gobierno, Trump y los Republicanos lograron designar a tres jueces para la Corte Suprema, lo que le dio al máximo tribunal de ese país una clara mayoría conservadora como hacía años no tenía. Esa conformación es la que hora intenta derogar el histórico fallo de 1973.
Esto no es un dato menor, ya que, aunque Trump no consiguió reelegirse, lo cierto es que logró conservar más de 70 millones de votos, además de envalentonar a toda una base social conservadora que llegó incluso a intentar tomar el Capitolio para evitar la designación de Joe Biden. Fue una elección que reflejó la fuerte polarización social de los Estados Unidos, que ahora puede llegar a recrudecerse aun más en la medida en que el debate sobre el derecho al aborto pasa a ocupar el centro de la agenda política.
Esta polarización se expresa a grandes rasgos entre los sectores más reaccionarios y pro Trump, con fuerte peso en los Estados del sur y el centro-oeste del país, y por el otro lado las masas de jóvenes y trabajadores precarizados de los grandes centros urbanos, inmigrantes, negros, personas LGBT. Es decir, la base social del histórico proceso de movilizaciones embanderadas detrás de la consigna Black Lives Matter que sacudió al país en 2020. Y una de las razones por las que Trump salió eyectado de la presidencia.
Ahora, en este clima de fuerte división política, la reapertura del debate sobre la legalidad del aborto puede desatar una dinámica de movilizaciones de uno y otro lado que puede escalar rápidamente y tomar grandes dimensiones. Apenas se conoció el borrador filtrado, cientos de personas se movilizaron hacia la sede de la Corte Suprema, en Washington. Algunas para repudiar el supuesto fallo, pero también otras para celebrarlo.
Claro que el conservadurismo político de una parte importante de la sociedad norteamericana no nació con Trump. Sin embargo, el movimiento generado detrás de la idea de «Hacer a América grande de nuevo» tiene algunos rasgos más específicos y peligrosos: no son sólo conservadores, sino conservadores organizados. Tienen una capacidad y voluntad de movilización mayores, así como un líder político claro, el propio Trump. El intento de asalto al Capitolio fue solo una muestra de la radicalización política que parece haber llegado para quedarse en EE.UU.
La tarea pendiente de que sea Ley
La particularidad de Estados Unidos, y por eso también la gravedad del asunto, es que el aborto no cuenta con una ley propia que lo garantice a nivel federal, sino que se apoya en dos casos que sentaron precedentes judiciales, el primero, y el más importante de ellos, el afamado Roe vs. Wade en 1973.
Si el fallo efectivamente es anulado, decenas de Estados de mayoría conservadora intentarían prohibir o restringir de inmediato el derecho al aborto. De hecho, varios Estados ya cuentan con leyes en ese sentido, en particular los del centro-sur del país.
Hace casi 50 años que el aborto es un derecho en Estados Unidos, y es importante señalar que esta sentencia judicial la conquistó la segunda ola feminista que recorría el mundo y que encontraba en Norteamérica a su sector más dinámico. Porque se necesitaron de movilizaciones de millones de mujeres y diversidades para arrancarle a la corte suprema esta sentencia, que a su vez estaban apoyadas en organizaciones, asambleas de miles de personas, activismo, y militancia diaria del movimiento feminista.
El ataque de este sector conservador no solo representa la quita del derecho más importante que tiene el movimiento de mujeres, que es el derecho a decidir, sino que por esta vía se pretende disciplinar a las y les cientos de miles que salieron a las calles el día que Trump asumió la presidencia. Que están dispuestos a salir a las calles para arrancar todos los derechos que hagan falta y cuestionan los privilegios centenarios de la burguesía estadounidense.
Mientras pasan las horas crecen las acusaciones cruzadas entre los demócratas y los republicanos por la filtración del borrador, especulando con la repercusión política que eso podría tener para uno u otro bando. Por otro lado, figuras del ala de izquierda del partido demócrata como Bernie Sanders o Alexandria Ocasio-Cortez se desesperan en el lobby parlamentario contra su propio partido para que ya mismo mande un proyecto de ley por el aborto al congreso.
Si bien es correcto que el aborto ya debería ser ley en el gigante del norte, bien sabemos que nada va a suceder sin la más amplia movilización del movimiento de mujeres y LGBT. Sobradas muestras tenemos con el ejemplo de la marea verde en Argentina de que la única manera de conquistar y defender derechos es a través de la autoorganización y la movilización en las calles. Y a esto es justamente a lo que el partido demócrata no apuesta -no quiere hacerlo- y mientras tanto no mueve un dedo para defender y garantizar este derecho. Solo sobre la base de la movilización se puede conquistar una ley por el derecho al aborto y derrotar este intento reaccionario de la Corte Suprema.