Inés Zadu
Como ya dijimos, el patriarcado utiliza toda clase de herramientas no sólo para que las mujeres continúen oprimidas, más aún, para que además se sientan “felizmente” oprimidas, el sistema aliena a las mujeres para convertirlas en dóciles sirvientas del trabajo doméstico, al naturalizar que son las mujeres quienes están destinadas a realizar esa tarea.
Constituye la negación de la mujer como ser pleno, porque su destino es el de ser guardiana del hogar y madre. Su realización personal vale menos que nada, que está al servicio de que otros se realicen. Para la gran mayoría de las mujeres, las que constituyen la masa de mujeres trabajadoras o trabajadoras desocupadas, la existencia es una combinación por un lado, de horas de explotación en las fábricas, talleres o maquilas con salarios miserables, cada vez más miserables y por más horas de trabajo, profundizado por la crisis capitalista. Y por el otro, a hacer malabares para alimentar a sus familias, vestirlas, educarlas y cuidar de los enfermos. Las horas dedicadas al trabajo doméstico y al cuidado de otros no son un mero detalle en la vida de las mujeres. Al contrario, son causa de embrutecimiento y alienación. Se estima que las mujeres destinan un total de 1.700 millones de horas laborales al año en una tarea incesante que no recibe retribución económica y tiene tan escasa valoración social.[1]
Junto con la maternidad obligatoria, mandato patriarcal, se produce la “deshumanización” de la maternidad, al dejar de ser una decisión libre. Genera la idea de que no se es mujer completa si no se tiene hijos. El aborto en la clandestinidad produce que cientos de mujeres mueran al realizarse la práctica de manera insegura. Este procedimiento, que realizado en condiciones seguras no conlleva riesgo de vida, aumenta dramáticamente las cifras de las muertes evitables, convirtiéndose en una amenaza para las mujeres más pobres. En Latinoamérica se realizan alrededor de 500 mil abortos anuales, y sólo en la Argentina mueren cerca de 800 mujeres por abortos mal realizados. Los datos recientemente presentados por la línea “Más información, menos riesgo”, que brinda asistencia sobre el uso del misoprostol, son elocuentes. En sus cuatro meses de existencia (entre el 1 de agosto y el 20 de noviembre de 2009), la línea recibió 1700 llamados de mujeres desesperadas por no tener medios para no continuar con embarazos no deseados.[2]
Por otra parte, la negación del deseo de la mujer, al ser parte de la propiedad privada de otro, la cosifica y la deja a expensas de la violencia. En un informe presentado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) el porcentaje de mujeres que habían tenido pareja alguna vez y que habían sufrido violencia física o sexual, o ambas, por parte de su pareja a lo largo de su vida oscilaba entre el 15% y el 71%, aunque en la mayoría de los entornos se registraron índices comprendidos entre el 24% y el 53%.
Las mujeres en América Latina denuncian mayoritariamente haber sido:
- Abofeteada o le habían arrojado algún objeto que pudiera herirla.
- Empujada o le habían tirado del cabello.
- Golpeada con el puño u otra cosa que pudiera herirla
- Golpeada con el pie, arrastrada o había recibido una paliza
- Estrangulada o quemada a propósito
- Amenazada con una pistola, un cuchillo u otra arma o se había utilizado cualquiera de estas armas contra ella.
Además de los golpes muchas mujeres han sido víctimas de violencia sexual aguantando cosas como:
- Ser obligada a tener relaciones sexuales en contra de su voluntad.
- Tener relaciones sexuales por temor a lo que pudiera hacer su pareja.
- Ser obligada a realizar algún acto sexual que considerara degradante o humillante.
La OMS asegura que las mujeres más jóvenes, sobre todo con edades comprendidas entre 15 y 19 años, corren más riesgo de ser objeto de violencia física o sexual, o ambas.
Entre el 20% y el 75% de las mujeres había experimentado, como mínimo, maltrato físico o psicológico, en su mayoría en los últimos 12 meses.
El maltrato psicológico también afectó a las mujeres, así:
- Son insultadas o las hacen sentir mal sobre ella misma.
- Han sido humilladas delante de los demás.
- Han sido intimidada o asustada a propósito (por ejemplo, por una pareja que grita y tira cosas).
- Han sido amenazadas con daños físicos (de forma directa o indirecta, mediante la amenaza de herir a alguien importante para la entrevistada).
Las expresiones extremas de la violencia contra las mujeres son los femicidios (asesinatos de mujeres) y la trata de mujeres y niños y niñas por las redes de prostitución y trabajos forzados. Los femicidios aparecen generalmente en la prensa burguesa como meros casos policiales o casos “pasionales”, presentados aisladamente, producto de la “locura” momentánea o permanente de un hombre violento. Sin embargo, la violencia sufrida por las mujeres, en su gran mayoría provocada por hombres cercanos a la víctima, dan cuenta de una violencia que es estructural. Los datos de las muertes de mujeres a manos de hombres violentos, tanto dentro del hogar como fuera de él, aunque son de difícil acceso, ya que no hay contabilidad oficial al respecto (y esto no es casual) son tremendos. Según un informe realizado por la Asociación Civil “La Casa del Encuentro”, un espacio de mujeres lesbianas feministas, a partir de noticias aparecidas en diarios nacionales, en Argentina sólo en el primer semestre de 2009 hubo 82 mujeres asesinadas y en el 60% de los casos el asesino fue un familiar directo o indirecto. [3]Ante esto, los casos son caratulados por la justicia como “crimen pasional” y en muchos casos los hombres violentos son sobreseídos o condenados con penas menores. Un ejemplo trágico fue la argumentación de un tribunal de la provincia de Río Negro, que consideró “que el crimen de una mujer de 22 años fue sin intención porque el asesino estaba borracho. Y tendría salidas transitorias ya en 2011. Le dio 75 puñaladas sin parar, pero para el tribunal que lo juzgó no tuvo intención de matar. Los jueces entendieron que, como estaba borracho, no actuó de manera premeditada y por eso sólo le dieron 5 años de prisión.”[4]
Según el Ministerio de Salud argentino, el 15% de los nacimientos se da en jóvenes que van de 10 a 19 años y esta maternidad precoz es 10% superior a la media mundial, que es del 5%. Entre el 35% y el 50% de las madres jóvenes no trabaja ni estudia. La educación sexual que se brinda en las escuelas está hecha a la medida de sostener la apariencia de que “todos los educandos tienen derecho a recibir educación sexual integral en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada de las jurisdicciones nacional, provincial, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y municipal. A los efectos de esta ley, entiéndase como educación sexual integral la que articula aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos”.[5] Sin embargo, esta ley es una mascarada, que encubre la falta total de educación sexual en las escuelas, acompañada de la falta de reparto de métodos anticonceptivos en los hospitales públicos. Y más aún, oculta que la Iglesia católica ha tenido gran influencia en la redacción de la ley y en los contenidos que se supone se deben enseñar.
Según la OIT, hay en el mundo 218 millones de niños que trabajan, y dentro de esta cifra un porcentaje enorme lo hace en el trabajo doméstico, que mayoritariamente recae sobre las niñas, ya que se favorece el acceso a estudios por parte de los varones, y por la presión cultural de que a las niñas les toca adiestrarse para su futuro.
Según la CEPAL los pobres en América Latina aumentaron este año a 189 millones, mientras que los indigentes crecieron hasta 76 millones como consecuencia de la crisis económica mundial. Con alrededor del 60% de su población en situación de pobreza, Honduras es uno de los países más afectados
47.8% es el porcentaje aproximado de la población latinoamericana y del Caribe que vive en condición de pobreza.[6] Y, lo reconocen todas las estadísticas oficiales, la gran mayoría de los pobres del mundo son mujeres, niños y niñas.
Por otra parte, el patriarcado en su cruzada por mantener a las mujeres atadas al hogar y a la maternidad compulsiva, produce una tremenda opresión sobre la sexualidad humana. Las relaciones sexo-afectivas son también cosificadas y estigmatizadas. Una consecuencia de esto es la heterosexualidad obligatoria, que como ya dijimos presenta el modelo de relacionamiento sexual-afectivo monogámico entre hombre y mujer como el único posible, deseable y respetable. Esto provoca la persecución, discriminación e invisibilización de las sexualidades que se salen de esta norma. Aunque el sistema logra apropiarse de las luchas de los y las oprimidos, asimilando lo diferente de una manera aberrante o caricaturesca. En las series de televisión importadas de Estados Unidos, nunca falta un gay políticamente correcto, lo que da la apariencia de liberación y de falta de represión. Mientras tanto, la mayoría de las personas que viven su sexualidad por fuera de la heteronormatividad sufren la persecución, el desprecio de sus familiares, ocultamiento de su vida en el trabajo, estigmatización y burla.
En conclusión, consideramos como mínimo ingenuo, pero sobre todo teóricamente absurdo y políticamente reaccionario decir que las mujeres son simplemente un polo del par heteronormativo hegemónico. Los datos, hablan.
[1] Cimac noticias
[2] Página 12, 27/12/09
[3] http://www.lacasadelencuentro.com.ar/
[4] Clarín, 12/9/09
[5] Programa Nacional de Educación Sexual Integral, Ley 26.150, sancionada en octubre de 2006
[6] http://www.eclac.org/