Inés Zadu

La teoría Queer apareció en las universidades norteamericanas a mediados de los años 80 del siglo pasado, fundamentalmente a partir de los estudios filosóficos y literarios pos estructuralistas, que se basan en la idea del descentramiento del sujeto. Esta teoría tiene su mayor influencia en Michel Foucault y Julia Kristeva.

El hecho de que la teoría Queer haya surgido de la academia para nosotras es un signo de que es hija de la derrota y solamente entendiéndolo así es como se comprende la polémica. Esta teoría caló tan hondo que parece haberse convertido hoy en lo que llamamos el “sentido común” del activismo de género. Queremos señalar sus limitaciones porque consideramos que sus consecuencias políticas le hacen un flaco favor a la lucha contra el capitalismo patriarcal, ya que resultan ser una teoría de la adaptación al sistema más que una armazón teórica para la liberación, al negarle toda materialidad a la opresión, concebirla como una cuestión puramente ideal y presentar como estéril todo intento por superar al capitalismo patriarcal.

En 1989 apareció Gender Trouble (El género en disputa) de la académica norteamericana Judith Butler. La corriente ideológica en la que se inscribe Judith Butler es la del pos marxismo, conocida fundamentalmente a través de la obra de Ernesto Laclau y Chantalle Mouffe.

El pos marxismo se caracteriza por intentar hacer una amalgama entre lo que  ellos consideran correcto del marco teórico marxista desechando los aspectos que se habrían demostrado incorrectos y caracterizando su propia obra como una superación de las taras y errores del marxismo tradicional. Por otra parte, tomando ideas y elaboraciones de otras corrientes no marxistas, Laclau presenta su teoría como una pretendida síntesis, que es en realidad una justificación para su definitivo alejamiento de toda teoría marxista y su apoyo a los nuevos populismos, como el de Hugo Chavez.[10]  Judith Butler comparte las posiciones de los pos marxistas, como lo demostró en el libro de autoría colectiva junto con Laclau y Zizek.[1]

Butler es una académica norteamericana de la Universidad de Berkeley, que dicta cursos sobre retórica y literatura comparada y escribe sobre teoría Queer. Antes de las elecciones presidenciales norteamericanas de 2008 hizo campaña por Barak Obama.[2]Mencionamos esto porque rechazamos la extendida creencia de que una cosa es la producción teórica y otra distinta las posiciones políticas. Nos parece políticamente feroz que Butler venga a un país de la periferia a hacer campaña y propaganda por el mandamás del imperialismo.

Judith Butler hizo una crítica del concepto de género partiendo de una revisión de Simone de Beauvoir. Filosóficamente el feminismo siempre se ha preguntado qué es ser una mujer. Para de Beauvoir, ser mujer es haber devenido mujer (no se nace mujer, se hace), la mujer se construye a partir de lo que la que la sociedad le impone apelando a la “naturaleza” de su sexo. Aunque la elaboración de de Beauvoir es anterior a la elaboración del concepto de género, Butler considera que es una visión voluntarista del género. Según Butler, de Beauvoir ve al sexo como un dato, un hecho que corresponde con los caracteres reconocibles del cuerpo, mientras que el género es una forma cultural que se deduce del sexo biológico.

Para Butler, el sexo se construye a partir de la imposición genérica y le atribuye al género un poder performativo. Es decir, los géneros femenino y masculino impuestos por la heteronormatividad informan al sexo y el sujeto “actúa” (performance) de manera de encajar en el modelo de la heterosexualidad obligatoria.

Cabe aclarar que Butler, como todos los posmodernos, habla del sujeto en un sentido individual. Cada sujeto (persona) interpreta el cuerpo a partir del género. Por lo tanto, el cuerpo se convierte en un campo de posibilidades interpretativas que el sujeto realiza y “su existencia debe interpretarse como el modo personal de asumir y de reinterpretar los mandatos de género recibidos. Siendo una situación cultural, el cuerpo natural concebido como sexo natural, cae bajo sospecha y los límites interpretativos de la anatomía diferenciada quedan restringidos al peso de las instituciones culturales”[3]. Entonces, la anatomía no dicta el género. Sino que el género es la repetición de actos y postulados por los cuales el sujeto se construye genéricamente y “elige” el sexo. Por lo tanto, lo que ha sido tomado como algo “interior” (el sexo) es en realidad una construcción voluntaria del sujeto en su interpretación libre del género.

De esto se deduce que el sistema binario femenino / masculino que es el hegemónico, impone la heternormatividad. Por lo tanto, para Butler, la categoría mujer reifica la norma heterosexual.

“El empeño (…) por ‘desnaturalizar’ el género tiene su origen en el deseo intenso de contrarrestar la violencia normativa que conllevan las morfologías ideales del sexo, así como de eliminar las suposiciones dominantes acerca de la heterosexualidad natural o presunta”[4]. Entonces, al elegir actuar uno de los dos géneros del par heteronormativo el sujeto perpetúa la violencia de las normas de género. Consecuentemente, los sujetos que eligen actuar otros múltiples géneros por fuera del par heteronormativo desestabilizan la heterosexualidad obligatoria y por lo tanto lo que sostiene al patriarcado. Al mismo tiempo el género-sexo es un resultado político del discurso heteronormativo. Al respecto, Butler define que “decir” es igual que “hacer”, porque decir algo es producir un efecto en uno mismo o en otros. Este decir no es lo dicho en único momento, sino que se produce por la iteración (reiteración ritual). Es la performatividad, es decir la reiteración de los actos del habla, la que instituye al sujeto, lo construye. Finalmente, una supuesta performatividad alternativa permite la desidentificación con los géneros hegemónicos, la diversidad de géneros-sexos paródicos (que actúen) en oposición a los géneros-sexos heteronormativos a partir de construir nuevos discursos, pueden definir nuevas identidades. Y por tratarse de identidades por fuera de la heteronormatividad estaríamos frente a la posibilidad de la emancipación de una forma individual y por los actos de nombrarnos de manera diferente a las opresivas del par hombre-mujer.

Bajo esta perspectiva, otras feministas elaboraron y cuestionaron el concepto de mujer, y encararon la tarea de reconstrucción de la identidad femenina. Estas filósofas feministas plantean la necesidad de recodificar y renombrar al sujeto femenino ya no como otro sujeto soberano, jerárquico y excluyente, no como uno “sino más bien como una entidad que se divide una y otra vez en un arco iris de posibilidades aún no codificadas”[5]. Proceden a construir una nueva subjetividad femenina, a resignificar el sujeto femenino, teniendo en cuenta que el término “mujer” no tiene un único significado, que las mujeres no son una realidad monolítica sino que dependen de múltiples experiencias y de múltiples variables que se superponen como la clase, la raza, la preferencia sexual o el estilo de vida. A la hora de reinventarse a sí mismas y de presentar nociones de subjetividad alternativas no recurren a conceptos como ser, sustancia, sujeto etc. sino a categorías conceptuales como fluidez, multiplicidad, inter corporalidad o nomadismo. Por lo tanto, el sujeto no puede ser definido de una vez y para siempre, sino que es múltiple, se transforma, y tiene un final abierto.[6]

Lo Queer sería superar la barrera de los dos géneros hegemónicos (hombre y mujer) que son funcionales al sistema y adoptar una identidad cambiante, nómade, que no puede ser encasillada o clasificada en forma permanente. De allí se deduce que adoptar una identidad Queer, es decir romper con el mandato heteronormativo, es lo único verdaderamente subversivo respecto del patriarcado. Profundizando, Butler señala: “Hablar de performatividad del género implica que el género es una actuación reiterada y obligatoria en función de unas normas sociales que nos exceden. La actuación que podamos encarnar con respecto al género estaría signada siempre por un sistema de recompensas y castigos. La performatividad del género no es un hecho aislado de su contexto social, es una práctica social, una reiteración continuada y constante en la que la normativa de género se negocia. En la performatividad del género, el sujeto no es el dueño de su género, y no realiza simplemente la ‘performance’ que más le satisface, sino que se ve obligado a ‘actuar’ el género en función de una normativa genérica que promueve y legitima o sanciona y excluye. En esta tensión, la actuación del género que una deviene es el efecto de una negociación con esa normativa”. Por lo tanto, para la teoría Queer el romper con esa norma impuesta, la posibilidad de cambiar de performance, es un acto de valentía individual, para “negociar” una salida de esa normativa. Es decir, cada persona puede devenir otro género en tanto rompa con la performatividad del género normativo y se construya a través de una nueva performatividad como un género nuevo.

Esta idea es para nosotras doblemente cuestionable. Por una parte, supone que es posible realizar una especie de revolución en soledad para dejar de ser oprimido, que es puramente ideal ya que sólo se trata de nombrarse de una nueva manera. Por otra parte, no hace más que colocar al oprimido en un lugar sumamente angustiante, culpabilizándolo de no salirse por sus propios medios de las trampas de la opresión. Además es una teoría espuria e inconducente, puramente idealista, que diluye el carácter social de la opresión y despolitiza la acción colectiva por la emancipación.

Monique Wittig, escritora y poetisa francesa, al final de su vida ocupaba una cátedra de Estudios de Género en la Universidad de Arizona, Estados Unidos. Wittig es considerada una precursora de la teoría Queer. En los años 60 y 70 del siglo pasado escribió obras en las que exponía su teoría acerca de que las lesbianas no son mujeres. En 1992 publicó una serie de artículos bajo el título de “La mente hétero”.

Wittig, señala que “Toda la sociedad está fundada en la prohibición de la homosexualidad. La sociedad está fundada en la división en dos géneros, masculino-femenino, que son hegemónicos. La sociedad patriarcal está basada en el par masculino-femenino que santifica la heterosexualidad obligatoria. La heteronormatividad moldea toda la ideología y naturaliza la relación hombre-mujer en una par binario y excluyente que moldea a toda la sociedad”.[7] “En esos conceptos incluyo ‘mujer’, ‘hombre’, ‘sexo’, ‘diferencia’ y toda la serie de conceptos que llevan su marca, entre ellos ‘historia’, ‘cultura’ y lo ‘real’. Y si bien en los últimos años se ha aceptado que no existe nada a lo que se pueda llamar ‘naturaleza’, que todo es cultura, sigue habiendo dentro de esa cultura un núcleo de naturaleza que se resiste a todo examen, una relación excluida de lo social en el análisis, una relación cuya característica es ser ineludible en la cultura así como en la naturaleza, y que es la relación heterosexual. A esto le llamo la relación social obligatoria ente ‘hombre’ y ‘mujer’… Con ese carácter ineludible, como conocimiento, como principio obvio, como algo dado previo a toda ciencia, la mente hétero desarrolla una interpretación totalizadora de la historia, de la realidad social, de la cultura, del lenguaje y de todos los fenómenos subjetivos al mismo tiempo. Apenas puedo subrayar el carácter opresor que reviste la mente hétero en su tendencia a universalizar inmediatamente todo concepto que produce como ley general y sostener que es aplicable a todas las sociedades, épocas y personas. Así hablan del intercambio de mujeres, de la diferencia entre los sexos, del orden simbólico, del inconsciente, deseo, cultura, historia, dándole un significado absoluto a todos esos conceptos que en realidad son sólo categorías basadas en la heterosexualidad, o sea el pensamiento que produce la diferencia entre los sexos como dogma político y filosófico.”[8]

Wittig parte de una concepción falsa sobre los fundamentos de la sociedad actual, al considerar que toda la sociedad está fundada sobre la prohibición de la homosexualidad. La sociedad burguesa actual está fundada sobre la posición de las clases sociales con relación a la posesión de los medios de producción. Está construida a imagen y semejanza de la clase propietaria, la clase burguesa, incluyendo todos los ámbitos de la vida, también la cultura, entendida como construcción social en oposición a la naturaleza, “moldeando” además el tipo de relacionamiento sexual-afectivo, imponiendo el mandato de la heterosexualidad. Analicemos el asunto más de cerca.

 


[11] Butler, Laclau, Zizek, 2004.

[12] “Es verdad que voté a Obama en las primarias demócratas y en la elección final, pero tenía algunas dudas sobre sus posiciones. Es un demócrata centrista y es importante saber que la ‘izquierda’ consiste en movimientos sociales radicales que no siempre están bien representados por Obama o sus funcionarios. Mi esperanza es que surja una práctica de la crítica en la izquierda. Por supuesto que estamos aliviados ahora que Bush se fue y que Obama está en el poder. Pero hay que recordar que Obama nunca apoyó el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo y que tenía el poder para influenciar en la votación de California que anuló el matrimonio gay. Pero, por razones tácticas, eligió no hacer nada. Y estuvo dolorosamente callado durante el ataque a Gaza, incluso cuando debería ser claro para él que los judíos progresistas están preparados para criticar la violencia del Estado israelí. También eligió en su gabinete a gente que es muy conocida por su misoginia (…) Así que veamos cuán lejos está dispuesto a ir con respecto a decisiones más difíciles. Debo decir que luego de sus primeros tres meses en el gobierno estoy más contenta de lo que había pensado. Cuando fue electo, me preocupaba que tanta gente estuviera enamorada de él y lo idealizara y que luego se decepcionara por completo o que ‘disculpara’ sus numerosos compromisos con fuerzas más conservadoras. Pero creo que Obama hizo un buen trabajo al asegurarse de que la gente no lo viera como un Mesías. Ofrece esperanza, pero no redención, lo que para mí es un alivio. Ya veremos qué posición tomará su gobierno en cuanto al aborto. En mi opinión esta es una pregunta abierta” Suplemento Soy, Página 12, 8/5/09.

[13] María Luisa Femenías, p.34.

[14] Butler, J. Revista Mu, N° 26, Julio 2009.

[15] Braidotti, R

[16] Rodríguez Mayorbe, Purificación, 2006.

[17] Wittig, edición digital.

[18] Ídem.