Xavi Posets
La dirección de Saint-Gobain anunció el mes pasado el cierre de la división Glass, relacionada con la producción de vidrio para automóviles. La decisión dejaría en la calle a 122 trabajadores directos. Las razones de la multinacional francesa serían la caída y estancamiento de la demanda, la necesidad de aumentar la competitividad y el fin de la vida útil del horno de producción, cuya substitución implicaría una inversión “sin rentabilidad ni viabilidad”.
Los trabajadores aseguran que el horno todavía tiene capacidad productiva durante al menos un año y medio más, pero la dirección empresarial pretende llevar a cabo el cierre apresuradamente. Añaden que no solo afectaría a la plantilla de Glass, sino también a contratas, subcontratas, etc. y a los 350 trabajadores de la otra división, Sekurit, dependiente de Glass. El cierre de la línea Glass sería el primer paso para cerrar la planta entera que, según el comité de empresa, afectaría a un millar de trabajadores entre directos e indirectos.
En la comarca vecina, la multinacional Bosch también anunció la semana pasada el cierre de su planta de Castellet i la Gornal del Penedès, dedicada a la producción de limpia parabrisas. Dejaría a unos 300 trabajadores sin empleo, provocando otra herida al cada vez más debilitado tejido industrial. La zona tiene actualmente una de las tasas de desempleo más alta de Catalunya, del 19,9%.
La empresa se justifica en la caída del mercado mundial, no por la pandemia, sino por una recesión marcada desde el 2014. Sin embargo, los trabajadores denuncian la desidia de la dirección en buscar alternativas y preparar el terreno para cerrar la planta: durante las dos últimas décadas se han ido aplicando reducciones de horario, despidos pactados… y se ha pasado de 1.200 trabajadores a la plantilla actual de 300.
Caso similar es el de la planta Nobel Plastiques Ibérica, en Sant Joan Despí, dedicada a la producción de conductos para fluidos de vehículos, que pretende cerrar y echar a la calle a 200 trabajadores. La empresa, propiedad de la multinacional Orhan Holding desde 2007, excusa su decisión en el fuerte impacto que ha tenido la pandemia sobre el sector automovilístico, y amenaza a sus trabajadores con declararse en banca rota y entrar en concurso de acreedores de no pactar un cierre.
Los tres casos recuerdan al de Nissan, no solo porque sean del mismo sector y del mismo territorio, sino porque todas las direcciones empresariales buscan minimizar las pérdidas de las (¡multimillonarias!) patronales siguiendo un plan de deslocalización, absorbiendo la producción en otras plantas de Europa o África. Así, el golpe se lo lleva la clase trabajadora, que ve como sus derechos retroceden a merced de la lógica capitalista.
Esto sucede en el contexto de una recesión económica mundial que se venía gestando desde los últimos años, ajena a la pandemia. En sintonía, las patronales actuaron minando las condiciones laborales, imponiendo reducciones de plantilla y sobrecargando a la restante, con la amenaza de cerrar si no se asumía el sacrificio laboral. Reflejo de ello es el lamento de los trabajadores de Nissan: “Nos hemos partido el lomo por ellos y ahora…”.
Finalmente, la pandemia ha actuado como multiplicador de esta crisis económica y también creando “nuevas crisis” que, bajo las gestiones capitalistas de los diferentes gobiernos, recaen sobre las espaldas de la clase trabajadora.
¡Las plantas no se cierran! ¡Futuro para la clase trabajadora!
Durante el segundo semestre del 2020 el número de desempleados en España ascendió con más de un millón de empleos destruidos. La pandemia no permitió esa recuperación en “V” que algunos proclamaban para verano y las medidas de la “nueva normalidad”, más flexibles, han acabado generando la base de una segunda ola de contagios que amenaza con colapsar en los próximos meses.
La gestión de la covid ha demostrado que el gobierno de PSOE y UP no ha sabido/querido estar a la altura de las y los trabajadores. El ejemplo más claro está en la no derogación de la reforma laboral del PP por la que tanto habían hecho campaña electoral los dos partidos.
Esta corta experiencia se complementa con la del caso de Nissan, todavía abierto. Es preciso aprender de esa lucha que, gracias a la unidad de los trabajadores y trabajadoras y los sindicatos en torno a movilizaciones y a una huelga indefinida que duró 94 días, se consiguió posponer el cierre de las plantas de Barcelona en busca de construir una alternativa y mejorar las condiciones de salida, si bien no se consiguió revertir el cierre.
Y justamente, la plantilla de Saint-Gobain lleva desde el 6 de septiembre en huelga indefinida y con movilizaciones desde el 30 de agosto. El pasado domingo los trabajadores se manifestaron de forma multitudinaria cortando la N-340, portando pancartas con el lema “¡Saint-Gobain no se cierra!”, “¡Saint-Gobain en lucha!”. Por otra parte, los trabajadores Nobel Plastiques Ibérica empiezan hoy la huelga indefinida, y viniendo de jornadas de asambleas y movilizaciones. Los trabajadores de Bosch también se encuentran movilizados contra el cierre.
Por tanto, vemos como la experiencia empuja a defender de los puestos de trabajo desde los métodos de lucha en las calles y desde la unidad de los y las trabajadoras. Vía estas líneas queremos apoyar estas luchas que no solo representan la defensa de los más de 600 puestos de trabajos directos y miles de indirectos, sino la defensa de la clase trabajadora en su conjunto contra las políticas neoliberales de la patronal.
En ese sentido es necesaria la unidad de las luchas de cada cierre y cada despido, con la perspectiva de imponer una política global que realmente no deje atrás a la clase obrera, implementando medidas como la derogación íntegra de la reforma laboral (ERES), la nacionalización sin compensación o la apertura de libros de cuentas cuando una empresa se declare en quiebra.
Frente a las olas de despidos y de contagios, solo la clase trabajadora puede hacer que esta crisis no la paguemos los mismos.