Agustín Sena
El primer dato que salta a la vista es que EEUU sigue siendo el epicentro internacional de la pandemia, con 2,6 millones de contagiados, 129.000 muertes, la tendencia sigue siendo al aumento de los contagios, con picos de 37.000 contagios por día en la última semana. Si bien la situación varía mucho por Estados, la falta de una política centralizada al respecto permite que haya rebrotes y oleadas a lo largo y ancho del país. El centro de los contagios se está moviendo desde el Noreste (Nueva York) hacia el Sur y el Oeste, en los Estados que parecían haber controlado la pandemia en un principio, como California, Michigan, Florida, Arizona y otros. En Michigan y Florida, por ejemplo, hubo rebrotes de docenas y cientos de casos concentrados en bares y restaurantes, luego de que se habilitara la posibilidad de comer en los establecimientos. Mientras tanto, el gobierno negacionista de Trump no es capaz de establecer ni los criterios más básicos para la gestión federal. En los últimos días el vicepresidente Mike Pence inició una gira por el país y la novedosa medida que promueve es el uso de mascarillas (¡que ni el mismo Trump usa!). Este sólo hecho demuestra la cabal negligencia del trumpismo: con más de dos millones de contagiados y 100.000 muertos, todavía no fue capaz ni de garantizar el uso generalizado de mascarillas en la población, que hasta países semi-coloniales como la Argentina impusieron hace meses. Ante el aumento de los contagios en las últimas semanas, Trump y Pence replicaron que se debe al aumento de testeos. Una excusa ridícula teniendo en cuenta que no creció sólo la cantidad bruta de casos sino también la tasa de positivos sobre el total de análisis (que se duplicó o hasta triplicó en los distintos Estados).
Un segundo dato a tener en cuenta es el traslado del centro del contagio hacia el hemisferio sur y particularmente hacia América Latina. De los 11 países con más contagios, 4 son latinoamericanos (Brasil, Perú, Chile y México) y de los primeros 7, 3 son sudamericanos (Brasil, Perú y Chile). En el caso brasileño, la política genocida de Bolsonaro llevó al país al segundo lugar en el ranking mundial, con 1,17 millones de contagios, casi 60.000 muertes y un sistema sanitario totalmente colapsado, con fosas comunes en varios Estados y las camas de terapia ocupadas en su capacidad total, como es el caso de Brasilia, la capital nacional.
Chile es otro de los casos ejemplares de negligencia estatal, donde el gobierno de Piñera desató un aumento exponencial de los contagios en algunas semanas, alcanzando actualmente los 279.000 casos y casi 6000 muertes. Sin embargo, por la insuficiente cantidad de testeos, se estima que podría haber muchos más contagios y alrededor de 9000 muertes (a muchas de las personas fallecidas en las últimas semanas ni siquiera se las testeó para saber la causa de muerte), mostrando un claro aprovechamiento de estadísticas insuficientes para esconder el alcance real de la epidemia. En Perú, mientras tanto, se está levantando en estos mismos momentos la cuarentena obligatoria mientras los casos llegan a los 280.000 y el contagio diario es casi 3000 nuevos casos. Para graficar el alcance del contagio, tengamos en cuenta que el contagio diario es similar al que está alcanzando la Argentina (algo mayor) pero en un país con 10 millones menos de habitantes.
En otros casos, como el Argentino, la cantidad total y diario de contagios sigue estando en número mucho menores, pero la curva comienza a acelerarse luego de 3 meses de cuarentena, con una población que empieza a dar señales de agotamiento ante el encierro, una burguesía presionando para reabrir cada vez más la actividad industrial y cada vez más casos de contagios entre el personal de salud (ya son más de 4000). Además, en estos 3 meses no se hicieron inversiones significativas sobre el sistema de salud y las camas de terapia empiezan a ocuparse.
Por otro lado, estas semanas se vieron varios rebrotes en los países que parecían haber puesto bajo control el contagio y que se concentraron en los sectores de trabajo con altos niveles de precarización y hacinamiento. Tales fueron los casos de Singapur (40.000 nuevos casos entre trabajadores precarizados, especialmente de la construcción), Alemania (más de 1000 contagios en la industria de la carne y miles de personas nuevamente en aislamiento), Canadá (cientos de casos entre peones rurales), Corea del Sur (entre los trabajadores de reparto y call-centers) y China (nuevamente en los mercados). Lo que tienen en común estos casos, y en cierta medida también el aumento de la curva de contagios en todo el hemisferio sur, es la relación directa entre pobreza, precarización y contagio. En los países y regiones donde son mayores los niveles de explotación y peores las condiciones de vida de los trabajadores, el coronavirus tiene condiciones mucho más favorables para contagiarse. Sobre esta base actúan los gobiernos burgueses, administrando mejor o peor la crisis (de allí que monstruos negacionistas como Bolsonaro hallan desatado un contagio por millones en pocos meses y gobiernos con más mediaciones como el de Alberto Fernandez, que priorizaron algunas medidas sanitaristas mínimas como la cuarentena, estén recién ahora llegando a la aceleración de la curva).
A nivel más general, el aumento ininterrumpido de casos en las países más afectados (EEUU y Brasil) sumado a la aparición de rebrotes en aquellos países que habían logrado disminuir los contagios muestran la incapacidad común a todos los gobiernos capitalistas del mundo (desde los más genocidas a los más “sanitaristas”) de controlar definitivamente los contagios y darle una salida a la crisis: sin vacunas, sin inversiones reales en salud y sin golpear los intereses capitalistas para garantizar las medidas sanitarias básicas es imposible contener el contagio del virus, sólo se reproducirá cíclicamente el cuadro que vemos en el mundo, sea con picos o con un ascenso constante.