Florencia Alegría
En los últimos días, el estado de Florida ha sido noticia. El domingo tuvo un pico de 9.300 contagios en un día, ascendiendo su total de contagios desde que arrancó la pandemia a unos 423.855, superando a Nueva York (con 415.827) y a un puesto de distancia de California (que le dobla en población). La mayoría de los casos se concentran en los condados de Miami Dade, Broward y Palm Beach, con el 40% de los contagios y 45% de los fallecimientos.
Florida se encuentra al borde de una crisis sanitaria, sumando alrededor de 24.000 hospitalizaciones por COVID-19 desde el comienzo de la pandemia. Según la AHCA (Agency for Health Care Administration), en Florida 46 hospitales tienen sus unidades de cuidados intensivos llenas, sin camas disponibles. Unos 30 hospitales tienen su área de cuidados intensivos repleta en un 90%, con un magro 10% todavía sin ocupar. En total, en el estado de Florida quedarían disponibles un 18% de las camas de terapia intensiva.
Es en este escenario que el gobernador Ron DeSantis, alineado con la gestión negacionista de Donald Trump, minimiza la gravedad del virus, insistiendo en repetidas ocasiones en que no va a decretar la obligatoriedad del uso de barbijo siquiera y presionando por la vuelta a clases en agosto, en contra de la opinión de una gran parte de los docentes que en este contexto ve irrealizable la apertura de las escuelas sin exponer a los estudiantes al contagio.
Cuando el brote más grave estaba estallando en Nueva York, DeSantis se jactaba de que en Florida habían logrado controlar el virus y, ya en mayo, arrancó con la política de reapertura escalonada de la economía. Progresivamente, en los últimos meses, se han abierto los comercios, bares, cines, playas, entre otros. Como si fuera poco, una de las noticias que más trascendió fue la reapertura de la sede de Disney World en Orlando, justamente en el momento donde Florida estaba subiendo en el ranking de contagios en el país, con un pico de más de 15.000 en un día. Por si fuera poco, Florida también ha sido noticia por subir en el terrible ranking de aquellos estados que le ganan a países enteros en su número de contagios.
Esta situación comienza a generar preocupación y bronca por abajo. Hace una semana, manifestantes irrumpieron en una conferencia que daba el gobernador en Orlando, denunciando la manipulación de información con respecto a la verdadera cantidad de contagios y fallecimientos y acusándolo de no manejar la situación sanitaria debidamente. Por otro lado, según un sondeo de la Universidad de Quinnipiac, la popularidad del gobernador republicano Ron DeSantis ha bajado a causa del mal manejo de la crisis sanitaria (un 57% de los encuestados evaluó que su desempeño fue negativo), mientras que el presidente Donald Trump quedó 13 puntos por debajo de su contrincante Biden (siendo Florida uno de los Estados donde ganó en 2016).
Grandes porciones de la población están preocupadas por el rápido esparcimiento del virus e indignadas por la actitud de los funcionarios que, como Ron DeSantis, descaradamente hacen oídos sordos a lo que dicen los científicos, los trabajadores de la salud y la población para seguir con su agenda que pone en primer lugar los negocios. Los resultados son claros. Para el 27 de julio, EE.UU registra 4.234.140 casos de coronavirus y 146.935 fallecimientos.