Xavi Posets
Hoy vivimos una jornada de lucha por el clima un tanto atípica. La pandemia del coronavirus, en su segunda oleada por el Estado español con 716.481 casos y 31.232 muertos en total, condiciona lo que hace un año eran movilizaciones masivas. No obstante, las razones para luchar por una relación justa con el planeta pesan como nunca y el incipiente y joven movimiento ecologista vuelve a salir a las calles.
La pandemia no es más que una de las consecuencias del avasallamiento de la naturaleza por la humanidad. La explotación animal en la microindustria cárnica convierte granjas en macro-granjas, lugares perfectos para la transmisión y mutación de nuevos virus. El contacto con nuevas cepas de virus al explorar y explotar nuevos ecosistemas o por efecto del deshielo supone un riesgo considerable de pandemia.
Por otra parte, la mutilación de los sistemas públicos sanitarios que se ha dado de forma global ha hecho subir la tasa de mortalidad del virus. Hemos podido ver como lo que mataba era la falta de camas hospitalarias, personal sanitario y EPIS, todo un sistema que ha sido desmantelado paulatinamente durante años por los diferentes gobiernos que, a su vez, abastecían y beneficiaban al sector privado con dinero público.
Y ahora, durante la pandemia, mientras había escasez de rastreadores y tests y el Gobierno obligaba a los trabajadores a hacinarse en trenes, buses y metros, millones de euros de las arcas públicas iban a parar a la sanidad privada, a multinacionales, a la monarquía o las fuerzas represivas del Estado.
Tanto la explotación desmesurada de la naturaleza como las políticas neoliberales responden a la lógica del sistema capitalista, que en su búsqueda del beneficio económico de unos pocos no le importa destruir naturaleza y humanidad.
A estos “nuevos” problemas arrastrados por la pandemia se le suman los ya existentes: el cambio climático principalmente y la omnipresencia de los plásticos, entre otros. Solo el efecto gradual de la temperatura media del planeta trae unas consecuencias tales que a la larga dejará un planeta inhabitable, pero que de forma inmediata elimina ecosistemas enteros y agrava los desastres “naturales” como las tormentas, los huracanes, las sequías, los incendios…
Y como en la pandemia, los problemas medioambientales sí entienden de clases: son las clases trabajadoras, explotadas y oprimidas las más vulnerables a ellos.
Creemos que para luchar contra todas estas problemáticas medioambientales que amenazan seria e irreversiblemente nuestro planeta – ¡nuestro medio de vida! – es necesario hacer un cambio radical y apresurado del sistema económico-social hacia unos modelos de producción y social con una relación sostenible y justa, humana, con la naturaleza.
Este cambio no es posible dentro del capitalismo. Las ineficaces y poco serias políticas del «capitalismo verde” son muestra de ellos. Es más, el capitalismo es el virus del planeta.
Por eso la lucha por el clima pasa por sacarse de encima el capitalismo. Y hacerlo desde abajo, desde los explotados y oprimidos, y desde las movilizaciones en las calles, para llevar a cabo un programa de transición social y ecológica.