Belén McClellan
Un informe del 21 de septiembre del 2020 de Oxfam y el Instituto del Medio Ambiente de Estocolmo alerta sobre la crisis climática y la responsabilidad del 10% más rico de la población mundial en el aumento exponencial de emisiones de carbono durante los últimos 30 años. “Si se sigue dando prioridad al crecimiento económico cada vez más desigual y basado en el carbono, pasaremos del COVID19 a una crisis climática aún peor, totalmente descontrolada e irreversible.”.
El escenario actual de crisis económica y sanitaria se completa con la crisis climática en desarrollo. El sistema capitalista está al borde de superar el límite de emisiones de carbono para mantener el incremento de la temperatura global por debajo del 1,5°C según el Acuerdo de París del 2015 y que reforzó el grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático en 2016.
Según el informe de Oxfam, “Entre 1990 y 2015, las emisiones anuales de carbono se incrementaron en un 60 %” y focaliza en la emisión en relación a los diferentes grupos de ingreso: “El 10 % más rico de la población mundial (aproximadamente 630 millones de personas) generó el 52 % de las emisiones de carbono acumuladas” mientras que “El 5 % más rico de la población mundial (aproximadamente 315 millones de personas) es responsable de más de una tercera parte (el 37 %) del incremento total de las emisiones”.
La intersección entre la pertenencia a determinada clase social y la responsabilidad del calentamiento global es un dato para resaltar dentro de la dinámica de la realidad que atravesamos, más aún en un contexto donde los grupos de poder más contaminantes y sus gobiernos no dan ninguna respuesta real ante la crisis social y habitacional que en medio de una pandemia lleva a la ocupación de tierras de los sectores más empobrecidos –ver el caso de Argentina y Chile.
La pregunta es ¿cómo justificar un sistema económico, social y político que sólo beneficia a una ínfima minoría? “La desigualdad del crecimiento económico tiene otro coste adicional: el rápido agotamiento del presupuesto global de carbono[1], y no precisamente con el objetivo de que todas las personas puedan acceder a unas condiciones de vida dignas sino, en gran medida, para satisfacer el incremento del consumo de las élites más ricas”.
El incremento de la emisión de carbono acelera el calentamiento global, lo que implica el aumento de la temperatura de la mayoría de las regiones terrestres y oceánicas –ver el derretimiento de los polos que se multiplicó por cuatro en los últimos 25 años o mismo el caso de la India que puede ser el primer país en sufrir olas de calor que superen la temperatura de supervivencia de una persona sana. Mientras el sector más rico de la población es responsable de la crisis climática, el impacto socio-ambiental lo viven las mayorías populares: “La crisis climática se ha agravado en las últimas dos o tres décadas, y el limitado presupuesto global de carbono se ha malgastado al servicio de aumentar el consumo desproporcionado de las personas ya acaudaladas, en lugar de invertirlo en contribuir a que las personas puedan salir de la pobreza”.
El informe realiza un llamamiento a los gobiernos a analizar medidas como impuestos a las riquezas y bienes de lujo, mayor inversión pública y a “Integrar principios para un diálogo social a todos los niveles a fin de garantizar que se escuchen las voces de las trabajadoras y trabajadores de las industrias afectadas, las mujeres y los grupos de personas de bajos ingresos y en situación de marginación a la hora de diseñar transiciones justas hacia unos modelos económicos que limiten el calentamiento global por debajo de los 1,5 °C, y unas sociedades en la que todas las personas puedan prosperar”.
[1] Cuando se habla de “presupuesto global de carbono” se refiere al “límite máximo de emisiones que pueden acumularse para mantener el incremento de la temperatura global por debajo de un determinado nivel”