Patricia Pérez

Estrategia se busca

Luego de este necesario panorama del movimiento en donde Las Rojas nos estamos construyendo, pasemos a un plano más teórico. Más allá de las diferencias que mantienen entre sí, la incapacidad de las ideologías dominantes en el feminismo de hoy para configurar un movimiento de lucha tiene que ver, a nuestro juicio, con un “olvido” en cuanto al concepto de género[1]. Olvidan que si la sociedad le impone a la mujer ser de cierta manera, es para destinarla a hacer cierto trabajo. Y que esto constituye al género mujer, no como una suma de sujetos individuales con ciertas características, sino como un sujeto social: la mujer es la madre de la sociedad capitalista, es la que hace el trabajo de reproducción (crianza y tareas domésticas) como trabajo no pagado, en el ámbito privado de la familia.

Por supuesto que muchos individuos de sexo femenino, incluso multitudes de ellos en ciertos períodos, pueden elegir no ser mujer en el sentido de no aceptar el ser ni el hacer impuestos por la sociedad a su género, si cuentan con una serie de ventajas económicas y culturales. Pero el problema subsiste: ¿quién hace el trabajo?

Adam Smith decía que si la riqueza se repartiera entre todos por igual, nadie querría trabajar. Este es el sentido común con que la burguesía justifica la explotación, y también la búsqueda imperialista de nuevos contingentes humanos a los que explotar en los países dependientes: aunque la movilidad social (la posibilidad de las personas de escapar de la explotación) sea deseable para la democracia, siempre hay que mantener a un sector de la sociedad en situación de trabajar compulsivamente, o no hay trabajo ninguno y la sociedad muere[2]. Hubo que crear una teoría para una organización no clasista de la producción, el socialismo científico, para dotar al movimiento de los explotados de una estrategia superadora para toda la sociedad: abolir las clases acabando con la explotación en general.

En este terreno hay que situar el problema. La abolición de la opresión de género comienza por abolir la división del trabajo entre los géneros, que es lo que los constituye, promoviendo el pleno acceso de las mujeres a la producción social, y la absorción por el colectivo social de las actuales funciones económicas de la familia, como una rama más de la producción.

Este tipo de peleas son las que no quieren dar las corrientes dominantes en lo que hoy se llama oficialmente feminismo. Algunas de ellas, junto a sus hermanos del posmarxismo que decretaron el fin de la clase obrera y el nacimiento de múltiples identidades, han decretado el fin de la mujer y el nacimiento de múltiples géneros. Otras dicen que relacionar la opresión de las mujeres con la función de la familia en el sistema de clases nos sirve a los marxistas para negar la necesidad de una lucha específica por los derechos de la mujer, ya que estos serían resueltos en su momento por la revolución socialista[3]. Opinamos justamente lo contrario: la comprensión de que la opresión de la mujer es funcional al sistema, es condición para que exista movimiento de mujeres, porque ¿cómo se constituye un movimiento contra la opresión si no se toma conciencia de las razones de esa opresión, y de la relación de esa opresión con el resto del mecanismo social, identificando así enemigos y aliados?[4]

 


[5] Este concepto, impuesto por el combativo movimiento feminista de los años 60, es una gran conquista teórica de las mujeres. Consiste en separar los sexos biológicos de los atributos que se les imponen socialmente: hombre agresivo, racional y creador, mujer pasiva, emocional y maternal. Parte de lo socialmente impuesto es la elección de parejas del sexo opuesto.

[6] Un fenómeno muy comentado (que parece hecho para darle la razón a Adam Smith en el terreno del trabajo de reproducción) tiene preocupados a los estadistas imperialistas: los europeos no se reproducen. En cuanto a la reproducción de la fuerza de trabajo masiva, el imperialismo resuelve el problema utilizando otro sujeto social para realizarla: las mujeres pobres del tercer mundo. Pero subsiste la preocupación por la reproducción de la clase media europea, que aunque siempre es menor también es necesaria para el sistema. Por lo pronto, los intentos de algunos gobiernos, como el de Sarkozy, por cercenar derechos como el aborto legal fueron recibidos con un contundente repudio por parte de las mujeres que los hizo retroceder por el momento.

[7] Por nuestra parte, no confiamos en ninguna solución “de hecho” a la opresión de las mujeres. Creemos que en la transición del capitalismo al socialismo la conciencia lo es todo y el automatismo nada. Si no hay programa feminista consciente para llevar adelante la tarea de socialización del trabajo doméstico y la integración plena de las mujeres a todas las ramas de la producción social, estas no ocurrirán, y por lo tanto tampoco ocurrirá el socialismo. Por eso luchamos desde hoy por desarrollar la lucha feminista e integrarla a la lucha socialista.

[8] Un ejemplo típico de la falta de estrategia de muchas corrientes feministas es el de colocar como enemigo de las mujeres al “colectivo de varones” al mismo nivel que al Estado o a la iglesia, o referirse a “las iglesias” incluyendo allí a los partidos marxistas.