Sthefanny Zúñiga
El virus Covid-19 se esparce por el territorio africano. Según el último reporte al momento de escribir este artículo, se reportan más de 1.000 casos en la región.
El avance del virus representa un grave problema debido al estado general de precarización de los sistemas de salud en la región. Los casos se reportan en países como: Egipto, Sudáfrica, Argelia, Marruecos; siendo en total 40 países afectados y 31 fallecimientos, e incluso, ya se detectaron dos casos en Gaza.
Según los datos “África alberga el 16% de la población mundial, pero solo concentra el 1% del gasto sanitario, y, como señala Bloomberg, mientras que países desbordados como Italia tienen 41 médicos por cada 10.000 habitantes, África dispone de dos por cada 10.000 personas.” África cuenta con una población de 1200 millones de habitantes, equivalente al 16% de la población mundial, y concentra otras epidemias tales como el Ébola, Cólera y el Sarampión.
Este continente, además, es asolado por una diversidad de conflictos internos, disputas por tierras para acceder a minerales: “Bajo el suelo de África se esconden, por ejemplo, más del 40% de las existencias del oro, el 55% de los diamantes, el 66% del cobalto y más del 80% del platino”, un total de un tercio de las reservas minerales del mundo. Esta diversidad de minerales indispensable para la producción capitalista explica la imposición de una economía extractivista, la cual se manifiesta en las numerosas minerías y las condiciones de hiperprecarización de sus trabajadores y trabajadoras, además del surgimiento de organizaciones terroristas que se disputan los territorios y un fuerte impacto ambiental que, de conjunto, potencian los desplazamientos.
Según cifras de la ACNUR para finales del 2018 existían 6.335.400 millones de personas refugiadas, siendo las regiones Este y Central las más afectadas. Acá se encuentran “cuatro de las seis situaciones más graves e infrafinanciadas del mundo –Sudan del Sur, Somalia, República Centroafricana y Burundi-”. En Uganda se encuentra uno de los mayores campos de refugiados del mundo, Bidibidi, el cuál para el 2017 albergaba a casi 285.000 personas; en Kenia se encuentra otros dos grandes campos para personas refugiadas: Dadaab con 239.500 y Kakuma con 185.000.
En cuanto al cambio climático esta zona se ve en vulnerabilidad por las sequías frecuentes y la desertificación: “Uno de los ejemplos más gráficos es el del lago Chad, fuente de agua para las más de 70 millones de personas que habitan en los países que lo rodean (…) desde los años 70 ha perdido el 90% de su superficie con el correspondiente desplazamiento de su población en busca de seguridad alimentaria y agua” y es que, en la región subsahariana, menos de la mitad de la población tiene acceso a agua potable, según la ACNUR la escasez se debe a “una gran disparidad en la localización de los grandes embalses. Más de la mitad de las grandes presas de África subsahariana se encuentran en Sudáfrica (…) [Además] el desarrollo de la agricultura (…) ha generado nuevos problemas de abastecimiento de agua, particularmente cuando se ha apostado por una agricultura agraria intensiva”, a esto se le suma los problemas de infraestructura y capacidad del personal médico para abarcar a la población y la presencia de otras epidemias como el Cólera.
Por otra parte, al norte también se viven graves crisis humanitarias: en Asia, países como Palestina y Yemen son cercados e impedidos de cualquier ayuda por parte de Israel y Arabia Saudí, respectivamente. Otros como Siria que son asolados por conflictos militares o Jordania por la crisis de migrantes serán duramente afectados con la llegada del virus a sus territorios.
La posible crisis humanitaria que pueda provocar el COVID-19 en África sería, en última instancia, provocada por el capitalismo.