Redacción de Izquierdaweb.com
El viernes 27 de marzo, Techint anunció 1450 despidos. No es casualidad que los despidos se dieran un día antes de la prolongación de la cuarentena, es una medida de presión para descargar los costos de la crisis económica y social sobre los trabajadores.Mirgor, la empresa de Nicolás Caputo que fuera fundada por Mauricio Macri, acaba de confirmar que deja hoy 740 empleados en la calle. Y los casos se repiten en distintos sectores de la industria y el comercio.
Es un escándalo que Techint despida 1450 trabajadores en medio de la cuarentena. La propia empresa defiende esta escandalosa medida con el argumento de que aquí no cabrían “consideraciones morales”. Solo les importan sus ganancias, no las vidas y el empleo de los trababajadores.
— Manuela Castañeira (@ManuelaC22) March 30, 2020
Alberto Fernández, al otro día de saberse de los despidos en Techint, habló por cadena nacional para anunciar la prolongación de la cuarentena y se refirió en su discurso a los empresarios, llamándolos «miserables» por pensar en la ganancia en tiempos de una crisis humanitaria. Estas declaraciones responden a la presión social de la opinión pública sobre un gobierno que es considerado por amplios sectores como «popular», pero las declaraciones del presidente no pasaron de meras frases vacías tiradas al viento. La declaración de la conciliación obligatoria en Techint no tiene otro alcance que parar el caso de despidos más resonante y escandaloso, sin detener los despidos en general, y se cuidaron bien de que la que aparezca deteniendo a Roca sea la Justicia y no el Ejecutivo.
El gobierno tiene en sus manos las herramientas para pasar de las palabras a la acción, imponiendo la prohibición de despidos y estatizando las empresas que no cumplan, pero para ello debería estar dispuesto a ir consecuentemente contra los intereses capitalistas. Por el momento, su acción se limitó a llamar a la «reflexión» a los capitalistas más ricos del país.
Lo más concentrado de la burguesía argentina, con sus voceros de los grandes diarios y los twitteros liberales poniendo la cara por ellos, lanzó una campaña de respuesta que se convirtió en una puja (por el momento casi puramente ideológica) para conservar en su poder toda la libertad de defender sus ganancias a costa de las amplias mayorías trabajadoras. El ideal de la patronal: cuarentena con libertad para despedir, suspender y rebajar salarios. La excusa: el problema de la recesión económica producida por la cuarentena.
La campaña ideológica de derecha opone a los pobres empresarios exprimidos por el Estado y «los políticos» que viven de los impuestos que ellos pagan. En redes sociales se hicieron ver con los hashtags #BajenselosSueldos y #QueseVayanTodos (usurpando una consigna de la rebelión popular de 2001 que hizo que los liberales tuvieran que esconder la cabeza bajo tierra por años). Oponiendo el «sector privado» a «los políticos» trata de levantar cabeza la corriente ideológica que es viuda política de las dictaduras militares y el menemismo, gobiernos en los que participaron activamente arriba y abajo del palco, siempre aplaudiendo. Posan así de «anti sistema» los voceros desembozados de los dueños y dirigentes del país haciendo de cuenta que son y siempre fueron ajenos a la gestión del Estado.
La oposición entre «políticos» y empresarios no pasa de ser un dogma indemostrable de las tantas de la ideología liberal. Los «políticos» capitalistas son la «junta que administra los negocios comunes de toda la burguesía» como dijo Marx y por lo tanto deben velar por su régimen de explotación como un todo. Eso significa a veces confrontar con franjas de su propia clase social: el gobierno debe posar de indignado aunque no mueva un dedo porque es la única manera de que la indignación popular no estalle. Los Rocca, Roggio y Caputo juegan con un fuego que les puede hacer arder los dedos mientras Alberto Fernández les echa vasos de agua para evitarlo.
A los gritones y twitteros contra el Estado: ¿alguien los escuchó quejarse siquiera tímidamente de los acosos policiales a los trabajadores que no tenían otra alternativa que seguir produciendo? Su defensa de «los que producen» contra el Estado se limita a los trajeados hombres de negocios y parásitos de las oficinas de los bancos y jamás de los obreros de la construcción, a los trabajadores de la logística y las fábricas. Incluso esos twitteros profesionales tienen el descaro de usar esa palabra en primera persona: «los que producimos». Ciertamente, deben haber encontrado la palabra «producir» en un diccionario muy diferente a los de circulación cotidiana.
Los sacerdotes de la religión «libre mercado» buscan ganar la simpatía de la clase media empobrecida, como el almacenero del barrio, para que sea solidaria con los Paolo Roca y compañía ante la crisis económica, porque ellos no estarían pudiendo facturar y por lo tanto no pueden (pobrecitos) pagar los salarios de los obreros que los enriquecieron con su trabajo.
Se trata de un amalgama (típica) entre clases sociales que tienen poco y nada que ver: unos son explotadores que viven de quienes son ahora despedidos, los otros son personas con una mínima propiedad que trabajan por su cuenta. Intentan así confundir a las clases medias para que se sientan identificadas con los parásitos multimillonarios y no con los trabajadores que quedan en la calle. Dejemos dicho que el vehemente tono de indignación con el que esta gente defiende a los explotadores nos deja mudos: ¿cómo alguien puede realmente creerse que las víctimas de este ordenamiento social son los millonarios?
Según la revista Forbes, Paolo Rocca (dueño de Techint) posee 6,6 mil millones de dólares, una suma cercana al 10% del PBI argentino. Si hay alguien que tiene espalda para soportar la crisis, es él. La lógica de la ganancia capitalista impone que, no importa como ni a qué costo (en vidas y salud de los obreros), la rueda de la explotación tiene que seguir girando.
Joaquín Morales Solá, en su editorial de la nación del día 29 de marzo, argumentó que, en un contexto empeorado por la recesión y el coronavirus: «La ausencia de competitividad se origina en un cúmulo de males que suele llamarse ‘costo argentino’. Desde la carga fiscal originada en un Estado sobredimensionado hasta el costo laboral, que financia al poder sindical.» Esta gente quiere que seamos Europa con leyes laborales de Uganda y tienen el descaro de culpar a los trabajadores de la falta de competitividad. La burguesía que hace negocios en Argentina se lleva fortunas sin invertir casi nada y lo fuga impunemente, con una infraestructura obsoleta que hace trabajar hasta romper espaldas y la culpa siempre y en todos lados es que los trabajadores tienen demasiado salario, demasiados derechos, demasiados colegios y hospitales… y esconden su repugnante ideología anti obrera detrás de las críticas a «los políticos».
Héctor Dáer -uno de los dos secretarios de la CGT- dejó abierta la posibilidad de discutir eventual reducción de salarios en caso de suspensión de tareas para evitar despidos. El camionero Pablo Moyano reclamó al Ejecutivo medidas para prohibir las cesantías mientras dure la pandemia.
El empresariado ya empezó a despedir masivamente y a rebajar sueldos. Frente a esto no alcanza con apelar moralmente a quienes tienen como única moral la ganancia. Menos sirven planteos como los de Daer que cuestionan la cuarentena poniendo en riesgo la salud de los trabajadores.
— Manuela Castañeira (@ManuelaC22) March 31, 2020
La cuarentena obligatoria es una medida necesaria para contener el avance de la pandemia del Covid-19 en las condiciones de un deterioro total de la salud pública, pero un abordaje humanitario consecuente de la emergencia sanitaria implicaría un giro de 180° que garantice tanto la salud de la población como su calidad de vida.
También es fundamental que el gobierno se deje de dar vueltas y decrete un salario mínimo universal de 40.000$ para todos las y los trabajadores precarizados y en negro entre quienes crece la desesperación por la falta de trabajo.
— Manuela Castañeira (@ManuelaC22) March 31, 2020
Lo que se debe instalar es una cuarentena que ponga en primer lugar las necesidades de los trabajadores. Debemos exigir la prohibición de despidos y un salario universal para los desocupados mientras dure la crisis sanitaria. Los fondos tienen que salir del no pago de la deuda externa, de impuestos a las grandes ganancias capitalistas como los Paolo Roca y compañía, expropiando las empresas que quieran descargar la crisis económica sobre las espaldas de los trabajadores.