Con más de 11 millones de votos, Petro conquistó la presidencia de Colombia y asumirá como presidente 7 de agosto. El balotaje se dio entre dos candidaturas atípicas. El derrumbe del uribismo y los partidos tradicionales precipitó un clima de polarización que se saldó con un fuerte rechazo a la derecha en todas sus variantes. Es la primera vez que Colombia tendrá un presidente de centroizquierda.
Además de su núcleo de votantes, el éxito electoral fue propiciado por el rechazo a la derecha, tanto hacia el uribismo como hacia las otras variantes. Hernández se presentó como un “Outsider” parte de la nueva ola del trumpismo internacional.
La fórmula de Petro y Márquez se impuso en Colombia.
Compartimos la alegría de amplios sectores de masas que lo consideran un paso adelante en relación a décadas de gobiernos reaccionarios y ultraneoliberales, aunque advertimos que llevarán adelante un gobierno social-liberal… pic.twitter.com/1DrZJrNWZS— Manuela Castañeira (@ManuelaC22) June 20, 2022
Los triunfos locales que permitieron a Petro hacerse con la presidencia fueron Bogotá, la Costa Caribe, en la Costa Pacífica y parte del Amazonía.
La victoria de Petro
Como indicamos en una nota anterior, la victoria de Petro se asienta sobre dos pilares de suma importancia que marcaron la historia política reciente de Colombia: los acuerdos de paz en 2016, lo que restó centralidad a los discursos de seguridad nacional y abrió espacio a nuevas reivindicaciones sociales. En segundo lugar, el estallido popular de 2021, un movimiento de masas urbano que cuestionó el modelo neoliberal e hizo poner en agenda demandas de los sectores populares.
Esta situación precipitó en primera vuelta la derrota del uribismo, corriente hegemónica durante dos décadas que se sostenía esencialmente en un discurso polarizador y violento contra la guerrilla. Pero a este desprestigio se sumó la debacle del gobierno de Duque.
Petro irrumpió en la escena como una figura de centroizquierda que representaba una perspectiva de cambio frente al uribismo y la Colombia desigual que defendió el modelo neoliberal de todas las perspectivas derechistas.
Su éxito se debe, más que nada, a que logró posicionarse como la voz de los sujetos sociales que protagonizaron la rebelión del 2021. Sin embargo, su programa es sumamente limitado. Políticamente, buscó restringir la lucha contra el uribismo al terreno estrictamente electoral, operando hacia la reabsorción institucional de la rebelión.
Al conocerse los resultados de la primera vuelta, con la irrupción de Hernández en lugar del esperado rival uribista Fico Gutiérrez, Petro giró su campaña. Su discurso se volvió defensivo contra las transformaciones abruptas de derecha que pudiera significar un triunfo de Hernández. Este giro hacia el centro logró capitalizar el conjunto de votos en rechazo a la derecha tradicional colombiana y “outsider”.
Otro elemento de la campaña de Petro fue el protagonismo de la candidata a vicepresidenta Francia Márquez, referenciada en el movimiento de mujeres y afrocolombiano. Una líder social que financió sus estudios en Derecho trabajando como empleada doméstica y nunca ostentó cargos en el gobierno.
Pero esos ajustes tácticos no resuelven el embrollo estratégico que enfrenta la campaña de Petro en el balotaje: perdió el monopolio del cambio, ante lo cual moderó su discurso y dejó de lado su perfil disruptivo. Esto había constituido su punto fuerte durante la primera ronda.
Con este giro Petro -el ex guerrillero del M-19 que llamaba a transformar Colombia- se convirtió en el candidato “conservador” en contraposición a la propuesta (supuestamente) «anti-sistémica» y populista de Hernández. Es preciso añadir también que su campaña no planteó la necesidad de retomar las luchas en las calles y limitó las posibilidades de “cambio” al terreno electoral, lo cual utilizará de excusa para no realizar transformaciones radicales en caso de resultar electo.
Perspectivas
Hay grandes expectativas con la presidencia de Petro, no solo entre los movimientos progresistas y populares de Colombia, sino también a nivel regional. Es una elección que viene tras las rebeliones del 2021 contra el gobierno de Duque y la primera vez que la derecha pierde la conducción del país. Estas elecciones consuman, además, el fin de los gobiernos que hicieron de Colombia uno de los principales valuartes del imperialismo yanqui en la región.
Sin embargo, por el carácter limitado de su programa y su propuesta, es muy probable que, como está ocurriendo con Boric en Chile, no tarden en saltar a la vista las contradicciones de una gestión que representa la reabsorción institucional de la rebelión popular. Será tarea de los trabajadores y el pueblo colombiano aprovechar el triunfo sobre la derecha para fortalecer sus espacios de organización y lucha desde abajo, garantía última de avanzar realmente en sus reivindicaciones.