Ale Vinet

 

El dato central es la victoria de Syriza en Grecia. Es un contrapeso a las votaciones de la extrema derecha, y significa un cuestionamiento por la izquierda a las políticas de austeridad de la UE. En sentido amplio, la elección de la izquierda es de gran importancia para caracterizar la situación actual. Además, reabre una serie de debates en el conjunto de la izquierda, y constituye hoy una de las divisorias de aguas en los sectores revolucionarios.

Aquí examinamos más en detalle lo de Syriza y, en menor medida, la votación de Podemos en España, que ha sido la gran noticia en ese país aunque no ha trascendido internacionalmente. Ambos hechos expresan el estado de ánimo de las masas.

Además, desarrollaremos una crítica a las orientaciones estratégicas de este tipo de organizaciones, que comienzan a configurar en Europa una especie de “reformismo del siglo XXI”, frente al agotamiento y traición de la socialdemocracia clásica.

Finalmente, en otro artículo, veremos la política de la izquierda revolucionaria europea, centralmente, el Secretariado Unificado, cuya principal sección integra el NPA (Nuevo Partido Anticapitalista) de Francia.

 

La “izquierda radical” en el centro de la escena

Desde 2012, la eventualidad de una victoria de Syriza en las elecciones generales de ese año, catapultó a esa formación y a su principal dirigente, Alexis Tsipras, a la fama mundial. Desde entonces, Syriza es un actor central de la vida política griega, y la principal alternativa electoral a los conservadores de Nueva Democracia que gobiernan. Ahora Syriza ha ganado las elecciones europeas, una victoria que se combina con la obtenida en las elecciones regionales, donde ganó el Ática, que concentra el 40% de la población griega.

Sería un sectarismo ciego no comprender que la victoria de Syriza refleja el rechazo de millones de griegos a la austeridad impuesta por la Troika. Se trata –indirectamente y con la distorsión del prisma electoral– de una expresión de la heroica lucha que el pueblo griego viene librando contra el ajuste desde hace más de cinco años. Significa un cuestionamiento a la política económica de la UE, y podría reforzar las movilizaciones en ese país. Allí, el principal garante del ajuste de la UE es el gobierno de Nueva Democracia, con apenas 152 diputados sobre 300, y que ahora ha sido derrotado por Syriza en las europeas.

Más allá de las esperanzas que el movimiento de masas tiene en Syriza –y que hacen de su victoria un signo de que la pelea contra la austeridad no está derrotada–, la tarea de la izquierda revolucionaria es clarificar las orientaciones estratégicas y los límites de esta organización. Ya señalamos que sus límites principales son tres: su “fidelidad” al euro y la UE; la falta de un programa anticapitalista y socialista claro; el hecho de constituir una alternativa eminentemente electoral. Veamos esto más en detalle.

El primer aspecto es la piedra angular de toda la falsa alternativa de Syriza. Pretende rechazar los paquetes de austeridad y al mismo tiempo quedarse en la UE que los garantiza. Es una quimera que no puede llegar muy lejos. Justamente el problema es que el “armado histórico” de la UE corresponde a los intereses de sus burguesías centrales e imperialistas: la francesa y la alemana. En ese contexto, se ha aplicado en el seno de la UE una especie de subdivisión entre “centro” y “periferia” (con países como Grecia, Portugal, Irlanda y en menor medida España) que establecen una relación  de dependencia frente a las economías centrales. No por nada los acreedores de la deuda pública griega son los bancos franceses y alemanes.

La Unión Europea y el euro no son una “cascara vacía”, a la que bastaría con “cambiarle el contenido”. Al contrario, la razón de ser de la UE es la de cristalizar una relación desigual entre los estados miembros. Una relación favorable a las economías centrales: el euro es la correa de transmisión que permite llevar adelante este objetivo. Por eso, pretender, como hace Syriza, que Grecia puede mantenerse en el euro y rechazar los planes de austeridad no resiste el menor análisis.

Por eso, a medida que se acerca la posibilidad de gobernar, Syriza fue bajando el tono, De la anulación pura y dura del Memorándum[1], se pasó a la simple “renegociación”. Para poder mantener los pies en el plato (es decir, en la UE), Syriza tiene que “hacer los deberes” y mostrarse como una “opción responsable”. Hoy en día, serían los únicos que podrían “gobernar” Grecia. Eso implica nuevas condiciones en los paquetes de rescate que tengan en cuenta las relaciones de fuerza desarrolladas en los últimos años.

El segundo aspecto, tiene que ver con el proyecto de conjunto de Syriza: una especie de “capitalismo con rostro humano”, tan caro a las alternativas populistas de centroizquierda, desarrolladas en América Latina en la última década. Es significativo que, después de los buenos resultados en las elecciones generales de 2012, Tsipras se paseara por Latinoamérica para “alabar” el modelo de Lula, Evo Morales y Kirchner. Para Syriza, la salida devaluatoria de Argentina de la paridad dólar-peso sería el modelo a seguir para sacar a Grecia de su situación actual.

Syriza se sube tarde al falso tren del “capitalismo amigable”. Luego de una década en el poder, esos gobiernos se encuentran en una crisis que ha alimentado principalmente a la derecha más recalcitrante. El caso ejemplar es el de Venezuela: los límites del chavismo, que no logró cambiar radicalmente la estructura económica del país, lo ha llevado a una verdadera encrucijada, y ha puesto sobre el tapete la posibilidad del regreso de los sectores más pro-imperialistas. En el contexto de la crisis económica del capitalismo, no hay mayores márgenes para variantes reformistas. La alternativa cada vez más actual es socialismo o barbarie.

Finalmente, Syriza es una alternativa puramente electoral, Al contrario de las luchas que atravesaron Grecia en los últimos años, la única perspectiva de Syriza es lograr ser gobierno, como si la acción parlamentaria fuera una fórmula mágica. En ese sentido, los miembros de Syriza se han opuesto a algunas huelgas (como las de los profesores del año pasado), con el argumento de que alcanzaba con “esperar las próximas elecciones”. Durante las masivas protestas contra los nazis de Amanecer Dorado, luego del asesinato de Pavlos Fyssas, Syriza se negó a movilizar a sus bases, con el argumento de la necesidad de  “mantener el orden”.

De ninguna manera, la acción parlamentaria puede ser la perspectiva central. A lo largo de la crisis, gobiernos de distinto pelaje han pasado por los diferentes países con un denominador común: el respeto de la sacrosanta austeridad. Para derrotar los planes de la UE, no bastará ni con 50 ni con 500 diputados “de izquierda”: hace falta construir las huelgas, paralizar el país, tomar las calles de a cientos de miles. Al canalizar toda la contestación popular hacia las urnas, Syriza la lleva a un callejón sin salida, desmovilizando las peleas que se llevan adelante contra el ajuste.

 

Estado español: la elección de Podemos

En el marco de la continuidad de la crisis, la buena elección de la joven formación política Podemos dio la nota en España. Ninguna encuesta le daba más de dos escaños. Pero logró cinco, con  1,2 millones de votos. Se situó como la cuarta fuerza electoral del Estado Español y la tercera en Madrid. Asimismo, las fuerzas del bipartidismo tradicional, PP y PSOE, si bien se ubican en primer y segundo lugar, perdieron varios escaños[2].

Esta importante elección de Podemos, no sólo por los 1,2 millones de votos, expresa varias cuestiones.  Refleja un amplio sector claramente contrario y contestatario a las políticas de austeridad, harto del bipartidismo y de la corrupción que salpica a todos, incluida Izquierda Unida (coalición del Partido Comunista Español).

Podemos se presentó con un programa de construcción de una “Europa social” opuesta a la actual UE y con una serie de medidas y propuestas tales como el derecho al aborto, la autodeterminación de los pueblos, el control público de los sectores estratégicos de la economía, la separación de la Iglesia y el estado, la expropiación de inmuebles vacíos para garantizar el derecho a la vivienda, el no pago de la deuda, la derogación de la reforma laboral y la ley antiterrorista, por señalar sólo algunas de las más significativas. Por ser tan “radicales” o “extremistas” irritan y asustan a la derecha y la burguesía. Pero por eso mismo ilusionan y entusiasman a miles y miles que sufren las consecuencias de la crisis.

Propuestas como la reducción de sueldos de los eurodiputados –los de Podemos no cobrarán más de tres veces el salario mínimo, 1.930 euros– o la de renunciar a viajar a Estrasburgo en primera clase atraen la simpatía de la población. Pero la solución no es ir en bicicleta al parlamento; hay que ir más allá. Se trata de poder realmente cambiar las condiciones  materiales de vida de los trabajadores y las personas.

En este sentido, Podemos no se diferencia mucho de Izquierda Unida. En líneas generales, acordamos con el programa de Podemos. Pero contrariamente al discurso mayoritario en Podemos, la solución no es “más democracia”. Con ese programa no se puede ser consecuente hasta el final, porque para que realmente se pueda expropiar y dar tierra y vivienda a todos, para que realmente las mujeres decidan sobre sus cuerpos libremente, para que los pueblos verdaderamente se puedan autodeterminar y para cumplir con todas estas promesas, el parlamentarismo no sirve, no alcanza. Es en definitiva en las calles, en la lucha directa con los enemigos de clase, oponiendo una alternativa política y construyendo una relación de fuerzas favorable, que los intereses de la clase trabajadora lograran imponerse.

Además, una cosa es lo que se escribe en el programa y con el que se hace campaña, y otra es lo que después realmente se haga… Iglesias ya ha dicho que apoyará al líder de la izquierda radical de Syriza, Alexis Tsipras, para que sea el próximo presidente de la Comisión Europea. Con respecto al escenario político español, desde el principio Pablo Iglesias se mostró favorable a discutir con Izquierda Unida. Luego de los comicios europeos, Pablo Echenique, diputado electo, declaro que había que formar un “frente popular” con organizaciones como IU.

En este sentido, su programa no se diferencia mucho en el terreno económico de los “progresismos” latinoamericanos: auditoría de la deuda, banca “social”, mayor “transparencia”, etc. En segundo lugar, se trata centralmente de una orientación “democrática radical”: más control sobre los mandatarios, más “transparencia en la toma de decisiones”, etc. El problema es que no se trata de “más democracia” en abstracto, sino de comprender que la democracia actual no es “reformable”. Que es un sistema que garantiza la explotación de la clase capitalista sobre la clase trabajadora.

Como Syriza, Podemos también hace agua en el punto central de la política frente a la UE y el euro. Su programa electoral (36 páginas), no dice una sola palabra sobre la moneda común ni sobre la permanencia o no de España en la UE. Justamente, ese “democratismo radical” se refleja también en lo de la Unión Europea. Para Podemos, se trataría de “reformar” las diferentes instancias de la UE… como si fuesen de plastilina y no un proyecto histórico de las burguesías europeas, que apunta a determinados intereses políticos y económicos.

Pero, como señalamos, estas organizaciones –Syriza y Podemos– aparecen hoy como las fuerzas más “objetivas” a la izquierda de la socialdemocracia tradicional. Y efectivamente logran reflejar el descontento de un sector importante de la población, y su desilusión con los partidos “socialistas”.

Sin embargo, su perspectiva estratégica sólo puede llevar a un nuevo fracaso: reformar la UE (y en primer lugar, no romper con ella), construir un capitalismo “responsable”, llevar todo por la vía electoral, son utopías que sólo pueden conducir a un callejón sin salida.

Los gobiernos “progresistas” latinoamericanos, que presentan características comunes con estas formaciones (y que les sirvieron en gran medida de inspiración), han demostrado los límites de este tipo de perspectiva. La tarea de la izquierda revolucionaria, precisamente, es de preparar las condiciones para que el fracaso del “nuevo reformismo” no sea el fracaso de la clase trabajadora.

 


[1] Catálogo de las disposiciones de la Troika a los gobiernos griegos, que constituye los sanguinarios planes de austeridad.

[2] El PP obtuvo 16 escaños con el 26%; el PSOE 14 con el 23%; IU 6 con el 10%; Podemos 5 escaños con el 8%.