Hoy | A 45 años de la caída de Allende en Chile

Oscar Alba, Socialismo o Barbarie, periódico, 15/09/11

El 11 de septiembre de 1973 el fascista de Pinochet derrocaba con un golpe de Estado a Salvador Allende e instalaba una durísima dictadura, que asesinó y torturó miles compañeros para instalar un modelo neoliberal puro y duro.

El domingo pasado se cumplió un nuevo aniversario, y desde el Nuevo MAS queremos presentar un costado de la historia que no figura en la que el PC y la Concertación quieren vender: mientras intentan armar una aureola de gloria alrededor de Allende, lo cierto es que fue el mismo gobierno de la Unidad Popular el que se preocupó más por poner en caja a la clase obrera que a enfrentar a los golpistas. En esta nota queda expresada textualmente la confianza del gobierno de Allende en Pinochet y las FFAA, que luego encabezarían el golpe, y mientras la clase obrera se quiso armar, las FFAA aplicaban la “Ley de control de armas” votada por el mismo gobierno de Allende en 1972 para desarmarla y luego poder aplastarla. Estas lecciones de la historia sirven para dar cuenta que no existe la “vía pacífica al socialismo”, y que la clase obrera tiene que luchar con independencia de clase, contra toda variante patronal, derribando el Estado burgués y todas sus instituciones políticas y represivas. Es un paso necesario la destrucción del Estado capitalista e imponer el Estado de la clase obrera: esta es la única vía para poder avanzar en una transición al socialismo.

El 4 de septiembre de 1970 Salvador Allende logra el primer lugar en las elecciones presidenciales en Chile. Este triunfo electoral reflejó superestructuralmente el ascenso de la clase obrera y el movimiento campesino y popular iniciado a principios de los años 60. La Unidad Popular, formada fundamentalmente por el Partido Socialista (PS), el Partido Comunista (PC) y el Movimiento de Acción Popular Unitario (MAPU), surgió como una coalición reformista que planteaba como orientación estratégica “la vía chilena al socialismo”. Esta orientación política se basaba en la supuesta posibilidad de ir ganando, a través de las elecciones, mayor poder en el Parlamento y de esa manera ir profundizando las medidas necesarias para transformar la sociedad capitalista y concluir en el socialismo. “No hemos señalado dos obligaciones (de los comunistas después de las elecciones) sino tres; la tercera es asegurar llegar a las elecciones del 76 y asegurar el triunfo de un nuevo gobierno popular y revolucionario que continúe la obra que le ha correspondido iniciar al compañero Allende. Estas tres obligaciones están íntimamente unidas y en el fondo trazan una perspectiva revolucionaria que no hace sino reafirmar la conocida orientación del Partido Comunista en el sentido de considerar que es posible en las condiciones concretas de nuestro país, realizar la revolución antiimperialista y antioligárquica y construir el socialismo sin necesidad de un enfrentamiento armado”. [1]

Pero ya antes de las elecciones, la burguesía chilena y el imperialismo yanqui debatían la necesidad de parar el ascenso de la Unidad Popular al gobierno. Las huelgas obreras y la toma de tierras se venían sucediendo y anunciaban una radicalización política de los sectores obreros y oprimidos. El 20 de octubre se produce una asonada golpista en el regimiento de Tacna de Santiago; la Central Única de Trabajadores llama al paro general. Los trabajadores y pobladores rodean el regimiento y poco después los golpistas deponen su actitud. “Enero de 1970 se inició con paros en las grandes industrias de Sumar y Fensa y con una dramática ‘marcha del hambre’ de los mineros de Ovalle. En febrero los obreros ocuparon la fábrica de fideos Carozzi, paralizaron los obreros del cuero y del calzado y decenas de miles de obreros jubilados se movilizaron en todo Chile para exigir un aumento en el pago de sus miserables pensiones. La lucha campesina se desarrolló paralelamente en las provincias de Curicó, Nuble y Magallanes. En marzo paralizaban sus tareas los trabajadores de los puertos, las tomas de los fundos se extendían en Coquimbo y en O’Higgins estallaba la huelga del salitre”. [2]

Ante la fuerza del ascenso obrero, los explotadores resolvieron esperar las elecciones para dar un golpe militar que revirtiera la relación de fuerzas entre las clases. Luego del triunfo en los comicios nacionales la polarización se hizo aún más profunda. La derecha, que había logrado el segundo puesto para su candidato Jorge Alessandri, comenzó una serie de atentados terroristas y unos días antes de la sesión parlamentaria que debía resolver la asunción de Allende, fue asesinado el comandante en jefe del Ejército, René Schneider. La Democracia Cristiana le exigió a Allende respetar las “garantías democráticas” a cambio de aceptar su nombramiento como Presidente de la Nación. Finalmente, Allende fue designado primer mandatario de gobierno. De todas maneras la derecha y la burguesía siguieron conspirando, decididas ya a derrocar al gobierno de la UP.

El gobierno reformista

Una vez en el gobierno Allende va a tomar una serie de medidas importantes, como dejar de pagar la deuda externa y restablecer relaciones con Cuba. Un aumento salarial de 35% y la estatización de la banca comprando sus acciones, pero sin expropiarla. Nacionaliza el cobre, principal producto de Chile y avanza en la Reforma agraria que había realizado su antecesor, el demócrata cristiano Eduardo Frei.

En el terreno de la economía el gobierno de la UP definió tres sectores: social, que conformaban las empresas estatales; mixta, en la cual el gobierno tenía parte de las acciones y la privada. Las medidas aumentaban la conflictividad social. Los trabajadores exigían más y ocupaban las fábricas organizando los Cordones Industriales, verdaderos gérmenes de poder obrero; mientras los capitalistas se oponían al gobierno y organizaban el boicot.

Ante esta situación el reformismo gobernante buscaba conciliar con los partidos de la burguesía y las Fuerzas Armadas. “La Unidad Popular y el Gobierno se lanzaron a desarrollar un diálogo sin principios con la burguesía y a frenar los organismos de poder dual que tomaron fuerza en octubre de 1972, como las juntas de Abastecimiento y Precios, por ejemplo, las JAP se lanzaron en octubre al control de la distribución, abriendo comercios a través de la acción de las masas, atacando el acaparamiento y el mercado negro.” [3] Por otro lado al no expropiar a la burguesía, el gobierno permitía que las palancas fundamentales de la economía quedaran en manos de los explotadores quienes, a su vez, organizaban el mercado negro y fomentaban el caos económico para desestabilizar al régimen.

El 29 de junio un sector de la Fuerzas Armadas promueve un intento de golpe, conocido como “el tancazo”. Rápidamente Allende se dirige a los trabajadores para evitar el enfrentamiento: “Y desde allí llamé al pueblo dos veces por radio. Primero para señalar que tuvieran confianza en las Fuerzas Armadas, Carabineros e Investigaciones…”. [4] ¿Quiénes estaban al frente de esas Fuerzas Armadas? ¡Los generales Augusto Pinochet, Pickering y Sepúlveda entre otros, quienes van a encabezar en 1973, el golpe final que derrocó al gobierno! Luego de la intentona de golpe, el gobierno de Allende busca ampliar el diálogo con los “momios” de la Democracia Cristiana. En abril de 1973, Luis Corvalán, principal dirigente del PC, expresaba: “Estoy seguro de que las Fuerzas Armadas formando o no parte del gobierno seguirán manteniendo su defensa y respeto del gobierno legítimamente constituido y, por lo tanto, sacan mal las cuentas aquéllos que piensan que la salida de los militares del Gabinete les deja las puertas abiertas para lanzar, cuando les venga en gana, un movimiento sedicioso como el de octubre”. [5]

El Movimiento de Izquierda Revolucionaria, pro guerrillero, también decía lo suyo: “Las FFAA tienen un papel verdaderamente patriótico y democrático que jugar junto al pueblo apoyando a los trabajadores en su lucha contra la explotación de la burguesía”. (revista Punto Final, órgano del MIR)

Mientras el estalinista Corvalán y el MIR afirmaban esto, Armando Cruces, presidente obrero del Cordón Vicuña Makena decía lo contrario: “En Chile, en estos momentos, nos está ocurriendo lo mismo. El compañero Allende, Presidente de la República, reformista, militante de mi partido Socialista, el cual transa con el enemigo a cada momento. Hay vacilaciones. Además el Partido Comunista se ha demostrado por entero en meter la ‘paz social’ y en esto ha arrastrado al propio Presidente de la República…” Y continuaba: “Las movilizaciones que en Chile hacen los Cordones Industriales, son fuertes. En Vicuña Makena movilizamos 5.000 a 7.000 trabajadores en cada movilización y caen tres o cuatro muertos. Porque la fuerza en estos momentos está en los Cordones Industriales y no en la CUT”. [6] En setiembre de 1973, Armando Cruces de 26 años, caerá asesinado por las Fuerzas Armadas resistiendo junto a sus compañeros el golpe pinochetista, en Vicuña Makena.

El PC y el MIR no sólo coincidían en embellecer a los militares “patrióticos”, también coincidían en que los Cordones Industriales debían anexarse a la burocrática CUT, manejada por el PC. De esta manera la genuina autoorganización de los obreros en los Cordones quedaría maniatada a la política de la CUT, que respondía al gobierno.

El golpe

En Valparaíso y Talcahuano, los marinos se levantaron en agosto del 73 contra sus jefes, reclamando derecho de reunión y organización. Pidieron apoyo al PS, PC y al Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR organización guerrillera) para denunciar un golpe que debía estallar el 6 de agosto. Finalmente y pese a haber acordado la denuncia pública del golpe, los partidos nombrados no hicieron nada. Los marinos fueron detenidos y torturados. En tanto una declaración del PS y el PC de agosto de 1973, a un mes del golpe militar, seguía embelleciendo a las Fuerzas Armadas: “…Para nosotros está claro que no ofenderíamos jamás a las Fuerzas Armadas con una participación mezquina e interesada, marginal del proceso que vive la Patria”.

El viernes 7 de setiembre de 1973 los militares intentaron allanar la fabrica Sumar-Nylon, cabeza del Cordón San Joaquín. Los obreros resistieron en su interior y llamaron a los trabajadores de las otras fábricas y poblaciones de la zona, quienes se volcaron contra las fuerzas represivas y las hicieron retroceder. El martes 11 de setiembre, durante la madrugada, un grupo de derecha invadió la radio de la Universidad Técnica y los militares hicieron lo mismo con radio Nacional. Allende habló por radio a las 7 y media de la mañana y pidió a los trabajadores que se mantuvieran “alertas y vigilantes” en sus lugares de trabajo. Pero no dio ninguna tarea concreta para enfrentar a los militares. Ya era tarde. Cada paso de su gobierno había frenado el ascenso revolucionario de la clase obrera chilena y facilitado la preparación del golpe militar. A las diez de la mañana volvió a hablar públicamente para informar que le habían pedido la renuncia. Dijo que no iba a renunciar y se despidió. De esta manera daba por triunfal al golpe, dejando tras de sí la matanza de millares de obreros y estudiantes que heroicamente sí trataron de resistir. Su suicidio no fue más que la expresión patética de su consecuente y estéril reformismo. Por su parte, el Partido Comunista volvió a demostrar sus dotes de sepulturero histórico de los procesos revolucionarios.

Los Cordones, sin embargo, fueron el último baluarte de resistencia al chacal Pinochet. Bombardeados y ametrallados por la Fuerza Aérea chilena, abandonados a su suerte por los partidos de la izquierda y sin mucho armamento, dieron un ejemplo de heroísmo obrero.

Chile está hoy atravesando un nuevo proceso político. Una nueva generación está peleando en las calles por sacarse de encima el legado pinochetista. Es fundamental marcar a fuego las lecciones que dejaron la experiencia hecha de la mano de las direcciones reformistas del Partido Socialista y el Partido Comunista para avanzar hacia la verdadera independencia de clase.

Notas:

  1. Luis Corvalán, secretario general del PC de Chile, revista Chile Hoy nº 43. Citado en Revista de América 11, noviembre de 1973. Texto completo en www.mas.org.ar
  2. Labarca Godard, Eduardo. Chile al rojo. Ediciones de la Universidad Ténica del Estado, Santiago, Chile, 1971.
  3. Antenor Alexandre, Revista de América Nº 11. Noviembre de 1973.
  4. Discurso de Allende el día del “Tancazo”
  5. Revista Chile Hoy, 6 de abril de 1973
  6. Entrevista en Avanzada Socialista Nº 72 del 16/ 8/ 1973