Tofi Mazú
Desde el mediodía del lunes las agrupaciones del movimiento feminista nos apostamos en Plaza Congreso. Hay quienes no pasaron una, sino dos noches en la calle. Hay quienes nos fuimos del acampe el 28 cerca de la medianoche, para volver con el sol recién salido el 29. Hay quienes llegaron a la tarde o a la noche de ayer después de laburar, con la manija de correr a la calle a encontrarse con sus compañerxs. Y así, fuimos construyendo una vigilia de cientos de miles de personas que exigimos pañuelo y puño en alto el tan luchado “a favor” de los senadores, esos dinosaurios que nos había dado la espalda en el 2018.
Eran las 9 am y Las Rojas ya estábamos armando la batucada. Mientras tanto, nuestra compañera Manuela Castañeira estaba en el Congreso explicando en los medios de comunicación que nos preparábamos para un triunfo histórico y que no íbamos a aceptar ninguna maniobra, ni más dilaciones por parte de esa institución repodrida y antidemocrática que es el Senado. Esa fuerza y esa convicción desde el inicio fueron prefigurando lo que pasaría a la madrugada. “Las Rojas estamos agitando a puro bombo y redo, para que los senadores nos tengan miedo” gritamos desde la mañana hasta que se nos quebrara la voz. Y en esa suerte de advertencia al poder del Estado capitalista y patriarcal, cantada en la melodía de un reggaetón de moda, estaba condensada la idea de que nosotras y nosotres no tenemos más nada que perder, sino mucho por ganar. Quienes podían perder, y efectivamente perdieron, eran los reaccionarios, las Iglesias, los antiderechos, el papa argentino, el Estado y sus funcionarios.
Fue subiendo un sol picante, mientras subía la marea. Rivadavia y Callao se fueron tiñendo de verde. Militantes, activistas, grupos de amigues, que con barbijo y alcohol en mano se iban aglutinando en las calles, convencidxs de que no hay calor agobiante, pandemia, amenaza de tormenta, ni fin de año que pudieran detener la ola verde que se había gestado dos años atrás. En un nuevo superclásico de la lucha de clases argentina, “se picó” en diciembre y creo que hablo por todxs cuando afirmo que la legalización del aborto (incluso con un proyecto rebajado y maniobrado por el gobierno y los antiderechos) era la esperanza de terminar este 2020 con al menos una buena noticia. Y por eso, otra vez, lo dimos todo.
Para la noche éramos cientos de miles. La columna de Las Rojas, una batucada gigante y compañeras que llevamos esta lucha como bandera desde hace más de una década. Varias veces, en esas 24 horas ininterrumpidas de militancia y agite, recordamos concentraciones diminutas de hace diez años, donde los fachos juntaban más gente que nosotrxs. Recordamos cada vez que nos dijeron que hablar de la legalización del aborto en las elecciones era “piantavotos”.
Recordamos a Manu en la puerta del Ramos Mejía cerrándole la boca al facho de Feinman y exigiendo que se practiquen los no punibles; erigéndose así como una referente indiscutida por el aborto legal. Recordamos el 1 de Noviembre del año 2011, cuando nos pusimos a la cabeza de organizar la primera movilización grande por el aborto legal y la construimos a fuerza de militancia. Recordamos el 8 de marzo del 2012, cuando, tras la negativa del kirchnerismo a tratar el proyecto de ley, arrancamos la ILE. Recordamos todos los Encuentros de Mujeres, las afichadas, los 8M, los 13J, los boletines y las notas que escribimos. Recordamos viejas canciones que rezaban “perdido en algún cajón del Congreso patriarcal hay un proyecto de ley por el aborto legal”. Recordamos mil anécdotas e hitos de esta pelea, porque fue nuestra bandera principal desde el año 2006 en que se fundó la agrupación.
Pasaban las horas. Y mientras en la tele se contaban los porotos y los diputados y partidos patronales hacían sus negociaciones con “los indecisos”, la fuerza de la calle no paraba de crecer y exigir #QueSeaLey. Con 24 horas de vigilia encima, y las gargantas y las manos rotas, en las dos horas previas a la votación, la batucada de Las Rojas se expresó con una fuerza enorme. Gritamos, saltamos, agitamos banderas, conscientes de la importancia que ese resultado tendría para el país, para América Latina y para el creciente y potente movimiento feminista internacional. Sabíamos que ésta era la final del Mundial y la legalización del aborto en la Argentina, nuestro Gol del Siglo.
A las 04:12 am nos callamos por primera vez en toda la jornada y con los pañuelos y las banderas rojas en alto escuchamos “resulta aprobado con 38 votos afirmativos”. Saltamos, gritamos, lloramos y corrimos a abrazar a nuestras compañeras de lucha, a nuestras hermanas, a nuestras amigas. También a nuestros compañeros del Nuevo MAS que nos acompañaron mil y un veces a los Encuentros Nacionales para hacernos la comida, trasladar las banderas y limpiar las escuelas para que ninguna roja se perdiera la posibilidad de ir a los telleres, a las charlas y a la marcha.
Entre lágrimas y con una sonrisa de oreja a oreja, Manuela habló parada sobre dos mesas a la columna de Las Rojas y el Nuevo MAS; que la escuchaba atenta y feliz hacer una recorrido de estos años de lucha y resaltar que esta victoria era de las pibas, de la marea verde, del movimiento. Como era de esperarse, volvimos a agitar, a celebrar, a abrazarnos y fuimos la última agrupación en abandonar la mítica Plaza de los Dos Congresos.
Manu lo dijo con claridad: “hicimos historia”. La hicieron las estudiantes secundarias en los colegios. La hicieron las trabajadoras que le patearon la puerta a la CGT en el 2018. La hicimos las pibas, desde abajo, discutiendo, militando, conquistando una mayoría social y arrancándole a la cueva de bandidos que es el Senado la definitiva legalización del aborto. Desde hoy, el mundo es un poquito más justo. Las mujeres y las personas gestantes tenemos la potestad de decidir sobre nuestro cuerpo. La alegría es inmensa y se la dedicamos a “Bergoglio que nos mira por TV”.
Pero Las Rojas somos feministas socialistas. Y como tales, sabemos que esto no es el fin, sino un hermoso comienzo. Se vienen enormes luchas para hacer efectivo el acceso al aborto legal. Continuaremos nuestra pelea en cada caso, seguiremos organizadas por la ESI laica, científica y feminista, para separar a la Iglesia del Estado, contra la violencia machista y patriarcal, contra el Estado proxeneta. Sobre todo, por cambiar la sociedad de una yuta vez, para que gobierne la clase obrera, para tirar abajo el patriarcado y el capital y así construir ese mundo en el que seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y completamente libres. Nadie nos roba lo luchado. El triunfo es de las pibas. La historia, la seguiremos escribiendo en las calles.