Santiago Follet
En su discurso del 13 de abril Macron se felicitó por la política “exitosa” que llevó a cabo el gobierno hasta ahora. Un balance que se muestra en principio demasiado positivo y no tiene en cuenta la cantidad de muertos que ha dejado la mala gestión de la crisis realizada por este gobierno. También anunció la extensión del confinamiento hasta el 11 de mayo, estableciendo esa fecha como el regreso a las aulas escolares. Una decisión que rechazamos ya que no se encuentran dadas las garantías sanitarias necesarias. El Jefe de Estado señaló que “cada crisis es una oportunidad” y llamó a los franceses a reinvertarse en un proyecto nacional “sin ideologías” para el mundo que se viene.
Un balance macronista: entre el “éxito” y la “lentitud”
Macron comenzó su discurso dirigiéndose a los diferentes actores sociales que se encuentran comprometidos en la crisis del coronavirus. Intentó meter a todo el mundo bajo su ala protectora diciendo que las “tres líneas” de la “nación” han respondido de una manera coordinada y solidaria. Este discurso de unidad nacional viene siendo sostenido tanto por Macron como por su Primer ministro Philippe para intentar legitimar el rol de un Estado protector de la nación francesa a pesar de las diferencias entre las clases sociales.
Según el Presidente, la gestión de la crisis fue un éxito: “estas últimas semanas han estado marcadas por verdaderos éxitos, la duplicación del número de camas de terapia intensiva, las inéditas cooperaciones, la transferencia de pacientes1, la organización de la educación a distancia, las cadenas de solidaridad en los municipios, la repatriación de decenas de miles de ciudadanos franceses. Aquello que parecía imposible, lo hicimos. (…) Debemos tenerlo presente.”
Pero, ni siquiera necesitamos poner en cuestión el triunfalismo del presidente, ya que él mismo se contradijo segundos después al decir: “Pero como ustedes, he visto errores. Todavía demasiada lentitud, procedimientos inútiles, fallas de nuestra logística. Analizaremos todas las consecuencias cuando sea tiempo de hacerlo, cuando se trate de reorganizarnos.”
En efecto, es imposible negar la realidad. Con más de 15.000 muertos, un sistema de salud completamente saturado y decisiones gubernamentales improvisadas desde el comienzo de la crisis, nadie puede hablar de un balance positivo. La gestión policial de la epidemia no ha solucionado ni la crisis sanitaria ni la situación económica de los más vulnerables. Incluso mientras se otorgan enormes sumas de dinero a las empresas, no se ofrecen más que agradecimientos a quienes arriesgan su vida cotidianamente. Esta felicitación hipócrita es profundamente indignante en el caso de la salud pública y sus trabajadores, en permanente denuncia de falta de materiales y de un abandono por parte del gobierno.
Un regreso a las aulas peligroso
Por otro lado, el presidente de la República ha anunciado la extensión del confinamiento hasta el 11 de mayo y el regreso a las aulas a partir de esa fecha: “a partir del 11 de mayo reabriremos progresivamente las guarderías, las escuelas, primarias y secundarias. Es para mí una prioridad dado que la situación actual aumenta las desigualdades.” Agregando que: “muchos niños, en especial en los barrios populares o en el campo no acceden a la escuela por no tener acceso a internet y no pueden ser ayudados por sus propias padres de la misma manera que por los maestros. Es por esto que los niños deben de regresar a las aulas.”
Empecemos por señalar que la continuidad del confinamiento se anuncia como una medida necesaria dado el contexto actual. Pensamos que es primordial prolongar la cuarentena aunque estemos en contra de la actuación autoritaria del gobierno que desea utilizar la pandemia como excusa para consagrar medidas de excepción autoritarias y antidemocráticas.
El anuncio de una “lucha contra las desigualdades” parece más bien una maniobra del presidente para que los padres vuelvan a depositar a sus hijos en las escuelas y de esta manera presionarlos para que regresen a trabajar. Esto se explica aun mejor teniendo en cuenta que las escuelas reabrirán sus puertas mientras las universidades se mantendrán cerradas hasta después del verano2. En realidad fue el propio MEDEF, la organización del empresariado francés, quien planteó esta necesidad de la patronal y Macron cumplió con lo que le pidieron. Esta decisión del gobierno se orienta directamente a satisfacer las necesidades económicas de las empresas y pone en segundo plano las necesidades sanitarias de la población. Si la prioridad fuera la salud pública, como dijo el presidente, entonces ¿por qué retomar las clases en escuelas para los niños cuando sabemos que las condiciones de higiene indispensables para estos establecimientos no están dadas? Por estos motivos, nos oponemos al reinicio de clases en estas condiciones.
Un proyecto para el futuro
El presidente precisó que “cada crisis es una oportunidad” para reinventarse: “sepamos, en este momento, salir de los caminos ya transitados y de las ideologías para reinventarnos. Yo, seré el primero en hacerlo. Hay en esta crisis una oportunidad de unirnos, de probar nuestra humanidad, de realizar un nuevo proyecto en las próximas semanas (…), un proyecto francés, un motivo profundo para vivir juntos, con todos los componentes de nuestra nación. Me encargaré de dibujar el camino que lo haga posible. Mis queridos compatriotas, tendremos días mejores y volveremos a los días felices”
Resulta evidente que este gobierno tiene la necesidad de reinventarse, después de años de rechazo social con el movimiento de los Chalecos Amarillos y la gran lucha contra la reforma de las jubilaciones. Macron necesita reposicionarse para darle sentido a su proyecto político. Es por esto que se proclama a la vanguardia de la investigación científica de la vacuna y los tratamientos contra el COVID19. Es por esto que insiste en la necesidad de la unidad nacional y europea para hacer un nuevo proyecto político para Francia.
En nuestra opinión está claro que la crisis mundial del coronavirus muestra la necesidad de promover un nuevo proyecto político internacional. Pero este proyecto para el mundo que se viene, este proyecto para el futuro, debe romper de manera categórica con la política capitalista que nos ha llevado a la actual catástrofe sanitaria, ecológica, social y por lo tanto política.
Es urgente poner en pie un proyecto anticapitalista. Un proyecto que se base en las necesidades de la mayoría de la población, con una planificación económica de la producción bajo control obrero, con la expropiación de las grandes empresas y la inversión masiva en la salud pública. No es el momento de decretar la muerte de las ideologías, ni de apelar a la unidad nacional entre los explotados y oprimidos, como si el movimiento social tuviera amnesia de la experiencia realizada con este gobierno capitalista.
Es el momento de poner sobre la mesa el problema fundamental ante el cual el capitalismo del siglo XXI nos reenvía. Hoy más que nunca: ¡Socialismo o Barbarie!