Ale Vinet
Al momento de escribir esta nota, la huelga de los ferroviarios se acercaba a su fin. En los días previos al fin de semana, distintas asambleas, sobre todo en provincias, fueron votando la vuelta al trabajo. Hoy, lunes 23, sólo las asambleas de París votaron la reconducción de la huelga, aunque con un grado de participación mucho menor. Se trata en principio de mostrar la determinación de los ferroviarios y mantener el paro hasta el martes 24, día en que la reforma privatizadoras de los ferrocarriles será votada.
¿Cómo explicar que una pelea que ha mostrado tanta determinación termine de esta manera? (ver artículos en Socialismo o Barbarie Nº 293[[1]]). Intentaremos volver sobre puntos clave de esta histórica huelga.
Importante movilización interprofesional
Este fin vertiginoso de la huelga parece aun más incomprensible luego de la movilización interprofesional que recorrió las calles de Paris el jueves 19, convocada por la CGT, SUD y FO, los tres sindicatos que impulsaban la huelga. Sin embargo, se trata contradictoriamente de una de las razones que explican el desarrollo posterior de los hechos.
La movilización fue un éxito total. Reunió más de diez mil personas, con un ambiente muy combativo. Las diferentes columnas de los sindicatos iban llegando de las estaciones parisinas, bengala en mano y canticos contra el gobierno. A los ferroviarios se sumaron docentes, personal hospitalario, los “intermitentes” del espectáculo actualmente en lucha (y cuya huelga amenaza con cancelar varios de los festivales más importantes del verano), además de los empleados de correos del departamento 92, en huelga desde hace más de tres meses, junto a sus colegas del departamento 91 y de varios centros de París que se han sumado recientemente a esa lucha.
A lo largo de la movilización, se notaba la enorme bronca contra la reforma del gobierno: fue una marcha muy dinámica, distinta a las movilizaciones “domingueras” a las que nos tienen acostumbradas las centrales sindicales, y que sólo movilizan al aparato. En este caso, el trasfondo de la huelga ferroviaria le dio una fuerza enorme a la marcha, que reflejó el dinamismo que venía construyéndose por la base durante la huelga.
A mitad de la movilización y mucho antes de llegar a destino (la Asamblea Nacional, donde se discutía el proyecto), las burocracias sindicales decidieron… desconcentrar. Nada nuevo bajo el sol. Temían que llegar a la Asamblea Nacional, rodeada de policías, hubiera desencadenado enfrentamientos, dado el ánimo de los ferroviarios. O sea, una situación que hubiera escapado al control de la burocracia.
Pero lo significativo fue que un sector importante de la movilización, de más de 2.000 personas, decidió seguir marchando. Así, cientos de ferroviarios de todas las organizaciones sindicales desfilaron junto a aquellos que nos movilizamos en solidaridad, por un camino distinto al que había fijado la Prefectura de Policía. Ante la mirada atónita de los peatones y turistas, logramos ir esquivando las diferentes columnas policiales, al grito de “ça va peter!” (“¡esto va a estallar!”).
La manifestación terminó en la torre Eiffel, que se vieron obligados a cerrar. Al final de la marcha, se realizó una asamblea, con más de 700 ferroviarios. En la misma se llamó a continuar la movilización y a participar de la asamblea general que reagrupó a delegados de las diferentes asambleas de ferroviarios en huelga. Esta reunión, convocada principalmente por ferroviarios del NPA y huelguistas de la estación Saint Lazare, reunió a más de 100 activistas y convocó a otra movilización.
Lamentablemente, estos esfuerzos por organizarse independientemente de la burocracia sindical no lograron romper el control de la CGT sobre la huelga, y constituir una dirección alternativa. Finalmente, la política de la CGT comenzó a dar sus frutos y las asambleas comenzaron a votar el fin de la huelga.
Una política traidora
Sin duda, una serie de factores objetivos explican el fin de la huelga. En primer lugar, la extensión de la misma: fue la más larga desde 2010, y cuando las asambleas comenzaron a votar la vuelta al trabajo, ya cumplía diez días. Se fueron acumulando elementos de cansancio, además del problema central de los descuentos por los días de huelga, que llegaban a un tercio del sueldo.
Además, como señalamos en un artículo anterior, contra los ferroviarios había un frente único de toda la burguesía, los grandes medios y las cámaras empresarias. Es que estaba en juego un proyecto histórico privatizador. Además, dar marcha atrás frente a los ferroviarios hubiera abierto una verdadera caja de Pandora. Hubiera sido un ejemplo para el resto de los sectores que sufren ataques del gobierno y los patrones, y un cuestionamiento directo a los planes de ajuste en marcha.
Pero a estas cuestiones objetivas se suma la política de la CGT, sindicato mayoritario en el ferrocarril y principal responsable del fin de la huelga. En primer lugar, procurando mantener el control burocrático sobre la huelga, se opuso desde el inicio a toda organización democrática desde abajo, que implicara al mayor número posible de huelguistas, una condición esencial para la victoria.
Así fue cómo, a pesar de hacer asambleas, se opusieron a todo tipo de organización superior: se pronunciaron contra de los comités de huelga y las coordinaciones como la que se llevó adelante el jueves 19. Se dedicaban a repetir a cada rato que “sin la CGT no se puede hacer nada”, y que “los sindicatos (es decir, los burócratas) son los que tienen que decidir”.
La lógica de esto es que no se jugaron a garantizar la huelga. La expresión más clara de eso es que, a una semana de paro, la CGT no organizó ningún fondo de huelga. Así potenciaba la presión económica sobre los huelguistas, que fue una de las causas principales de que muchos compañeros retomaran el trabajo. La CGT, primer sindicato ferroviario y confederación sindical del país impidió poner en pie una de las herramientas más elementales de cualquier lucha obrera, el fondo de huelga. Además de su valor puramente económico, llevar a toda la población la campaña por un fondo de huelga difundido masivamente la pelea de los ferroviarios, entrando en dialogo con otros sectores de trabajadores y creando lazos de solidaridad.
El PCF (Partido Comunista Francés) colabora para liquidar la huelga
La CGT se apoyo en el PCF, organización política a la que está íntimamente ligada, para venderles “espejitos de colores” a los ferroviarios. El diputado del PCF, André Chassaigne, se autoproclamó “vocero de los ferroviarios” en la Asamblea Nacional (parlamento). Propuso entonces algunas modificaciones mínimas al proyecto de “reforma” de los ferrocarriles, que no cambian nada de fondo pero permitían darles un engañoso “caramelo” a los ferroviarios. El PS (Partido Socialista) las aceptó de inmediato.
Se mantiene lo esencial – la derogación del estatuto de trabajo de los ferroviarios, la fragmentación de la compañía ferroviaria para facilitar las privatizaciones, etc.–, pero se declara que las tres entidades serán “solidarias” (¿?) y las negociaciones colectivas serán “comunes”… lo que significará que van a igualar por lo más bajo…
Gracias a este doble movimiento –asfixiar la huelga por un lado, las trampas parlamentarias por el otro–, la CGT logró ir votando la vuelta al trabajo. Para romper la huelga comenzaron por las asambleas menos movilizadas (centralmente las estaciones aisladas de provincias). Allí levantar, en pos de las “garantías” obtenidas en el parlamento. Así fueron aislando a los más movilizados (como los de París), que fueron retomando el trabajo bajo los golpes que implicaban los lugares que cesaban el paro.
Sin embargo, que la huelga llegue así a su fin, no significa que vaya a disiparse toda la energía que liberó. Es que uno de los elementos más significativos de esta lucha, es que aparece una nueva generación de activistas ferroviarios.
[1].- “Histórica huelga de los trabajadores ferroviarios” ( http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=2739 ) y “Dicen los activistas: “Si ganamos sería una gran victoria para toda la clase trabajadora” ( http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=2734 ).