Luz Licht
Según se informó en un medio local, los magnates compraron miles de kits de diagnóstico rápido de Covid-19 al Sistema de Salud de la Universidad de Miami. En contraste, el estado de Florida penas ha podido testear el 1% de su población.
Desde la universidad de Miami reconocieron que proporcionaron los tests, y se justificaron diciendo que «puede haber creado la impresión de que ciertas comunidades recibirían un tratamiento preferencial»
Ese “trato preferencial” no es una sensación sino una realidad cabal y concreta. La pandemia no suspende las contradicciones de clase. El 1% más rico de la población hoy posee el acceso a los elementos de prevención que son negados al 99% por el hecho de no poder pagar. Como reflejamos recientemente, los barrios de inmigrantes en Queens son un ejemplo terrorífico de este contraste en los Estados Unidos.
El lunes, el Departamento de Salud de la Florida había reportado que casi 21.000 personas en el estado tenían coronavirus de las cuales 470 murieron. Dentro de esto, el condado Miami-Dade tiene los números más altos de infecciones y de muertes. No es casualidad que sea una zona donde la mayoría de sus habitantes son hispanoparlantes.
En Estados Unidos no hay un sistema de salud universal, el sector privado es el predominante (compañías de seguros, farmacéuticas, etc). La intervención gubernamental ofrece una insuficiente cobertura a los mayores de 65 años (con el Medicare) y una aún más restrictiva cobertura aún a familias pobres a través del Medicaid. El sistema de salud norteamericano es uno de los más caros del mundo.
Hacia 2016 se estima que el gasto promedio anual por habitante en salud en los Estados Unidos era de 9.892 dólares, mientras que en otros países miembros de la OCDE era sólo de 4.033. Esta es la realidad del 99% de la población que accede a seguros a través de su empleo o de forma individual, lo que no los exime de los elevados co-pagos y extras ante la eventualidad de enfermarse.
Las cuentas de servicios médicos reportan muchas veces en deudas impagables. En este país las deudas con el sistema de salud son una de las principales causas de la bancarrota de los individuos. Pisar un hospital ya puede significar una factura abultada por el uso de las instalaciones, ni hablar si las personas necesitan tratamientos más complejos. Incluso en muchos lugares un test para detectar una gripe puede exceder los 3 mil dólares.
Así, en la exacerbación descarada de las reglas de juego capitalista, en la competencia por insumos y recursos para combatir al virus, ganan los que pueden pagar más. Si en los Estados Unidos hay uno de los mayores porcentajes de inversión en medicina, en tecnología y formación profesional, la primacía del sector privado en el ámbito de la salud lo vuelve en momentos acuciantes como ahora un obsceno privilegio de clase para el 1% más rico del país.
Los multimillonarios de Fisher Island no hacen sino reproducir esa lógica de privilegios absurdos como el comportamiento inhumano y egoísta de los capitalistas y su sistema.