Corriente Internacional Socialismo o Barbarie
Santiago de Chile 21 de octubre de 2020
La rebelión popular iniciada el 18 de Octubre del 2019 por los sectores estudiantiles llamando a la evasión del Metro contra el alza de la tarifa del transporte público, abrió un nuevo ciclo político en la vida política del país, adquiriendo la forma de un movimiento de masas que se extendió y conmovió las bases políticas, económicas y sociales del modelo neoliberal de acumulación capitalista imperante desde la dictadura y continuado durante los gobiernos de la transición hasta hoy.
La energía, vitalidad, creatividad y combatividad demostrada por jóvenes, mujeres, trabajadores y ciudadanos que enfrentaron la brutal represión del gobierno de Piñera y del Estado, despertó a Chile que en los últimos 30 años experimenta una vergonzosa desigualdad social, explotación, injusticias y la prepotencia de los poderosos. No fueron 30 pesos (valor del alza del transporte público), sino 30 años de abusos, injusticia y desigualdad por parte de la clase dominante que había ilusionado a las amplias mayorías con un plebiscito de salida de la dictadura en el cual la “Alegría” prometida nunca llegó, mientras la base económica y política de la dictadura continuó intacta, rigiendo hasta la hoy la Constitución impuesta por los militares en 1980.
Las manifestaciones se extendieron, adquiriendo una masividad nunca antes vista desde la “transición a la democracia”. Millones de personas salieron en los días siguientes a manifestar su repudio contra el gobierno reaccionario de Piñera que ante la demanda de la población señaló estar “en guerra contra un enemigo poderoso”. El movimiento apuntó sus dardos contra Piñera, exigiendo su renuncia, y levantando una bandera que sigue hasta el día de hoy vigente: el “Fuera Piñera”. Si Piñera finalmente no cayó se debe no sólo al apoyo del imperialismo y la burguesía local, sino también al conjunto de la fuerzas políticas del régimen que evitaron por todos los medios su expulsión. Desde la derecha pinochetista como el partido gobernante RN o UDI, los partidos de centro como Nueva Mayoría o Revolución Democrática, e incluso la supuesta “izquierda” que ha demostrado una vez más ser parte del régimen y defenderlo a capa y espada como lo son el PC y el PS. Todos actuaron en conjunto para evitar un triunfo de la rebelión que expulsara a Piñera y pusiera en crisis el régimen pinochetista.
Finalmente el 15 de noviembre se selló un pacto en el Congreso entre todas las fuerzas del régimen de derecha e “izquierda”, llamado “Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución”, apuntando a la desmovilización y vaciamiento de las calles a cambio de convocar a un Plebiscito maniatado y tramposo que pretende limitar toda posible modificación estructural del régimen de explotación del pueblo chileno.
La rebelión conquistó la calle como espacio para plantear las demandas de las y los explotados y oprimidos, una conquista histórica que aún en medio de la pandemia y la continuidad de la represión, confirmó su vigencia luego de la enorme movilización del domingo 18, a 1 año del inicio del “Chile despertó” y que sigue siendo el verdadero punto de apoyo para la verdadera derrota del régimen pinochetista.
Pero la posibilidad de escribir un nuevo texto constitucional ha sido retaceada por el acuerdo de las fuerzas del régimen para no perder el poder, cambiando la demanda histórica de una Asamblea Constituyente por un mecanismo que no es ni asambleario, ni tampoco soberano, ya que no tiene la potestad de discutir el conjunto del régimen sobre el cual se asienta el poder de la burguesía y sus partidos.
El plebiscito que se votará el 25 de Octubre cuenta de dos partes: una en la que se vota a favor o en contra de una Convención Constituyente. Y una segunda parte que establece dos mecanismos para el cambio constitucional: una Convención Mixta compuesta mitad por parlamentarios actualmente en ejercicio (que evitaron la caída de Piñera) y mitad delegados constituyentes; o una Convención Constitucional, cuya composición podría ser de una totalidad de delegados constituyentes ligados mayormente a los partidos del establishment, electos específicamente para esa tarea.
Junto con esto (y más allá de que se imponga una eventual Convención Constituyente) la carta magna que pueda surgir no puede modificar los innumerables Tratados Libre Comercio, ni ningún tratado ratificado por el Estado de Chile, los cuales definen el modelo neoliberal de acumulación capitalista en el país. Tampoco la Convención Constituyente es Plenipotenciaria; es decir, que no puede intervenir a otros poderes del Estado. Es decir, que si sus dictámenes fuesen contrarios al orden jurídico delimitado para su función, los otros poderes del Estado (Ejecutivo, Congreso) podrían recurrir a la Corte Suprema para vetarlos.
Por otra parte, los quórums supra-mayoritarios (se requieren dos tercios de los votos constituyentes para la votación de los artículos del nuevo texto constitucional, otorgando poder de veto al minoritario 1/3), sumado al método de elección de los delegados constituyentes mediante el mismo sistema de elección de parlamentarios, a través de las listas de los partidos del régimen, pretenden hacer finalmente de la Convención Constituyente una estafa, dándole poder de veto a los sectores conservadores y permitiendo que esas mismas fuerzas políticas hegemonicen ese espacio.
Es así como las inmensas expectativas que deposita el pueblo en el proceso constituyente no se condicen con lo que realmente éste puede hacer dentro de dicha Convención amañada, expectativas que deberán ser confrontadas en la experiencia concreta de los de abajo, que hoy ven empeorar sus condiciones de vida bajo la pandemia y la continuidad del régimen de opresión y explotación, apostando a la continuidad de la movilización.
A pesar de las trampas y límites que se oponen al sentido original de Asamblea Constituyente, llamamos a todas las fuerzas que se identifican con los sectores populares, los sindicatos y organizaciones de lucha independientes y de la izquierda no conciliadora como el PS y el PC, a los trabajadores y trabajadoras, a las mujeres y a la juventud a votar críticamente en la primer papeleta por el Apruebo al proceso de Convención Constituyente que fue arrancado por la rebelión, aún con los límites y las trampas impuestas por las fuerzas políticas gobernantes. Y junto con esto llamamos a la abstención en la segunda papeleta del mecanismo, rechazando tanto la Convención Mixta como la Convención Constituyente, escribiendo AC (Asamblea Constituyente, opción que ha sido negada) siguiendo la tradición que viene de las distintas elecciones desde el fin de la dictadura en que se llamaba a marcar AC.
Por último, la experiencia con este proceso debe llevarse adelante apostando a fortalecer y profundizar la movilización en las calles y con la apuesta a la organización desde abajo, en nuestros barrios, lugares de estudio y trabajo, la única forma que tenemos para cambiar de verdad este sistema de explotación, abuso y miseria llamado capitalismo para lograr imponer una salida que ponga por delante las necesidades de las y los explotados y oprimidos.