Gabriel Mendes y Renato Assad
Poco menos de tres meses después del inicio de la propagación del Coronavirus (Covid-19) casi 140 mil personas ya fueron infectadas en un cuadro que avanzó hacia una pandemia según la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo que significa que la enfermedad se expande de forma rápida y simultánea. Señal de eso, es que hasta el día 13/03 la enfermedad circulaba ya en 117 países, con un saldo de más de 5 mil muertes. Luego de la propagación inicial oriunda de China la expansión del virus ya es más preocupante en Europa, de donde vinieron los primeros casos importados para Brasil. El director-general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, afirmó también el último viernes, que Europa ya se ha convertido en el nuevo epicentro de la pandemia. El oficial informó que el número de casos confirmados por día en el viejo continente ya es mayor que los confirmados en China.
Italia es hoy, sin duda, el polo de mayor gravedad, seguido por España y Francia que ya llegaron al estadio 3 de contaminación, esto es, que presentan infectados por todo el territorio. Llama la atención la letalidad del virus en un país que tiene un 6,2% de los infectados, casi el doble de la media mundial siendo hasta tres o cuatro veces mayor que en los lugares donde el virus fue menos letal. El gobierno de Giuseppe Conte apostó a medidas de restricción masivas, semejante a otros gobiernos como el español y como todo indica al francés, restringiendo fronteras, controlando aeropuertos, poniendo en cuarentena ciudades enteras, etc. Tales medidas son como mínimo cuestionables e insuficientes, poniendo al final bajo sospecha a un gran número de no-infectados, ampliando el miedo colectivo, desarticulando las estructuras políticas de base, banalizando lo que podría ser usado de manera direccionada a quienes de hecho estuvieran expuestos a riesgos de contagio y en ningún momento direcciona la atención a los trabajadores de la salud y la posible falta de infraestructura.
Pero además de medidas ineficaces, el gobierno italiano adopto medidas reaccionarias como por ejemplo establecer “zonas” donde están prohibidas las reuniones en locales abiertos o cerrados, también hicieron un llamado a la suspensión de manifestaciones y de huelgas, buscando mantener a los trabajadores en casa aun cuando se mantienen abiertos supermercados abarrotados de personas procurando stockearse de alimentos.
De hecho, hay una propagación rápida que genera preocupación al tratarse de una enfermedad que no requiere de un tratamiento específico para su cura o que tenga un alto grado de letalidad, que a pesar de estimarse alrededor del 3%, puede aumentar o disminuir de acuerdo con el perfil de las personas infectadas y también de acuerdo con la infraestructura que cada país disponga para hospitalizar a los afectados, así como de las políticas adoptadas por los gobiernos.
En Brasil la cuestión se agrava con un gobierno de descarado negacionismo, incompetencia, falta de preparación sumada a estar fragilizado por una recesión crónica, que para empezar hizo poco caso a la propagación del virus, subestimando su potencial de impacto y de mortalidad, algo que ya se materializa en Europa (continente con condiciones económicas y de estructura infinitamente superiores). El ministro ultraliberal Paulo Guedes, llegó a poner a las privatizaciones que defiende como una de las condiciones para que el gobierno pueda combatir el virus, queriendo decir que falta dinero para medidas de salud públicas capaces de enfrentar la pandemia.
Después del viaje a los Estados Unidos, algunos integrantes de la comitiva que acompañaba a Bolsonaro fueron diagnosticados con Coronavirus, el presidente llegó a hacerse el test y se especuló que podría dar positivo, lo que fue desmentido en seguida. Aun así, Bolsonaro mantuvo la convocatoria y participo de las manifestaciones de este domingo (15) que fueron llamadas por su base de apoyo con la evidente intención de fortalecerlo ante el STF (Supremo Tribunal Federal) y al Congreso Nacional (hecho político que refuerza nuestra previa caracterización de este gobierno como semi-bonapartista). El número ínfimo de manifestantes presentes no opacó su carácter autoritario (base social bolsonarista), lleno de simpatizantes de la dictadura militar que exigían “AI-5” y otras consignas por el cierre del Congreso y el STF y por una intervención militar, la manifestación conto con el apoyo directo y la participación de Bolsonaro, que no sólo es irresponsable, sino que muestra no tener ninguna intención de atender a una cuestión de salud pública y refuerza la tendencia a la polarización y confrontación con el Congreso.
Un último estudio realizado en 2018, por el Servicio de Protección al Crédito (SPC Brasil) y por la Confederación Nacional de Dirigentes Comerciales (CNDL por sus siglas en portugués) junto con el Ibope, se recabó la información de que aproximadamente el 70% de los brasileros no poseen un plan de salud particular, porcentaje que trepa al 77% entre las clases C, D y E. Este dato deja claro que, en el sistema capitalista, el acceso a la salud privada (aquella de mejor calidad) se trata de un gigantesco privilegio y que ante la pandemia actual, con la extrema saturación del sistema público de salud, este dato puede ser determinante para seguir vivo o morir.
Otra cuestión central en el actual escenario de pandemia, que tendrá mayor impacto en el sector de los explotados y oprimidos, es el desguace y la extrema saturación del sistema público de salud. Un audio divulgado el último 27 de febrero en Río de Janeiro, de un director del UPA (Unidad de Pronta Atención) revela la falta de estructura y la completa negligencia de las autoridades públicas con respecto a la salud de la clase trabajadora y de los más pobres – “Es para internación sólo si el paciente fuera a morir. Si el paciente no fuera a morir, no se lo interna. Mandalo a su casa, hacele una receta. No es para internarlo si el paciente fuera por cualquier “cosita” en el UPA. (…) – dice en el audio.
La actual situación es producto de un sistema capitalista insoportablemente agresivo y voraz, que pone al lucro por encima de la salud y de cualquier condición digna de vida. Ante el aumento exponencial de los casos que ocurrirán en los próximos días necesitamos de medidas inmediatas para contener el avance del virus que ya se transmite localmente, o sea, no se limita sólo a personas que viajaron a otros países y volvieron con la enfermedad. No podemos paralizarnos, y debemos intervenir para que toda y cualquier perdida de un o una trabajadora no sea por falta de recursos para la salud y tan poco por su exposición irresponsable en los diferentes lugares de trabajo.
Por eso, nos preocupa mucho la desarticulación y disolución de la organización política de los sectores fundamentales en la lucha contra el gobierno de Bolsonaro, que no dejará pendiente ningún ataque de su agenda ni lo echará para atrás en la actual coyuntura y esto se tornará mucho más fácil con la vulnerabilidad y desarticulación del movimiento en general. Resaltamos aquí, que de ninguna manera debemos en ese momento de curva ascendente del contagio apoyar o fomentar actos en las calles (posicionamiento extremadamente infantil e irresponsable) o realizar cualquier actividad que ponga en riesgo a estos sectores, aunque no podemos paralizarnos por el miedo, y tomar todas las medidas y precauciones de higiene. Así, es necesario desarrollar formas alternativas de movilización que ejerzan una fuerte presión sobre gobiernos y patronales para que garanticen los recursos necesarios para que el pueblo trabajador no sea una vez más la principal víctima de una pandemia.
Tenemos que ir por un plan y un programa que construya medidas de solidaridad y una organización colectiva para cuidar al conjunto de la sociedad frente a esta complicada situación. Por eso, nosotros/as desde la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie – Tendencia del PSOL apostamos a estas medidas:
Reducción inmediata de la jornada de trabajo sin reducción salarial, y si la tarea pone en riesgo al trabajador/a defendemos la suspensión inmediata del trabajo sin quita alguna al nivel salarial.
Revocación inmediata de la Enmienda Constitucional del Techo a los Gastos Públicos para que no falten, por cuestiones legislativas, recursos a ser destinados al sistema público de salud.
Suspensión inmediata del pago de la deuda pública, que hoy consume casi el 50% del presupuesto nacional, para fortalecer los recursos para salud.
Control de precios sobre los productos esenciales y de higiene personal que ayuden en el combate de la transmisión del virus. Eso porque muchos de estos comercios aprovechan la situación para especular y aumentar abusivamente el precio de las mercaderías.
Creación de una bolsa de auxilio con el valor del salario mínimo a todo trabajador en condición informal. Según el IBGE, el 41,3% de los trabajadores brasileros se encuentran bajo el régimen de trabajo informal.
Prohibición de despidos en tanto dure la emergencia provocada por la pandemia. En el sector privado la caída de la producción y la crisis económica pueden desatar despidos masivos para reducir el nivel salarial.
Creación de comités sanitarios. El gobierno ya mostró su negligencia y total irresponsabilidad frente a las necesidades y contingencias a ser enfrentadas, por eso la necesidad de la creación de comités que vigilen las condiciones de salubridad en los lugares de trabajo, escuelas, universidades y barros populares.
Impuesto a las grandes empresas en el marco de una reforma fiscal que destine los recursos hacia la salud pública.