Antonio Soler
Traducido del portugués por Luz Licht
En la última semana la escena política fue tomada por los entredichos entre Gilmar Mendes y el gobierno federal en torno a la política de Jair Bolsonaro para la pandemia. En tanto, está en curso una catástrofe sanitaria con más de mil muertos por día por la Covid-19, el crecimiento de la violencia policial, el crecimiento del desempleo, de la precarización y del desplome salarial.
La más reciente rispidez al interior de una crisis que ya es crónica entre el gobierno y el poder judicial – que había dado una tregua después de las operaciones de la PF para detener a aliados del gobierno – comenzó cuando, en un debate organizado por la Revista Isto y por el Instituto Brasilero de Derecho Público el sábado pasado (11/7), Mendes afirmó que “no podemos tolerar más esta situación que pasa en el Ministerio de Salud. No es aceptable que se tenga ese vacío, puede hasta decirse: la estrategia es sacar protagonismo al gobierno federal, y atribuir la responsabilidad a los estados y municipios. Si fuera esa la intención es necesario hacer algo. Eso es pésimo para la imagen de las Fuerzas Armadas. Es necesario hacer algo. Es necesario decir de forma mucho más clara: el Ejército se está asociando a este genocidio, no es razonable. Es preciso por fin a eso.”
Esa declaración viniendo de un ministro del STF (Supremo Tribunal Federal) no podría dejar de tener repercusiones y alterar la coyuntura nacional en un momento en que los operadores de la política institucional estaban haciendo gestiones en todos los niveles para poner paños fríos en la crisis entre los poderes de la República.
Como todos saben, la estrategia privilegiada de la clase dominante y de sus partidos tradicionales es “normalizar” a Bolsonaro para que no tengamos sobresaltos políticos, procesos de impeachment o casación de la cúpula Bolsonaro/Mourão, pues una nueva crisis política de esa magnitud no haría bien a los negocios de las grandes empresas que, en medio de la crisis, quieren mantener sus ganancias y abrir otras fuentes de valorización de su capital privado, como fue el caso de la aprobación del nuevo marco legal del saneamiento básico en Brasil.
Volviendo a los chispazos entre gobierno y poder judicial, un día después de las declaraciones de Mendes, Defensa emitió una nota sin citar las declaraciones del ministro del STF afirmando que “el Ministerio de Defensa informa que las Fuerzas Armadas actúan directamente en el combate al nuevo coronavirus, por medio de la Operación Covid-19. Desde el inicio de la pandemia, viene actuando para el bienestar de todos los brasileros. Son empleados, diariamente, 34 mil militares, efectivo mayor que el de las Fuerzas Expedicionarias Brasileras [sic] en la Segunda Guerra Mundial, con 25 mil hombres. El Ministerio de Defensa tiene el compromiso con el bienestar de todos los brasileros de norte a sur del País”.
Como se ve, con esa nota la estrategia más reciente del gobierno parece ser la de reducir la tensión entre los poderes después de la ofensiva judicial en varios frentes que cercó a Bolsonaro y sus aliados.
Este gobierno fue de hecho ocupado por los jefes de las fuerzas armadas para fortalecer el polo bonapartista de ese bloque de poder, que ahora apoya la política abiertamente genocida del gobierno. Política esta que ya dejó más de 1.926.000 casos y 74 mil muertes y es responsable por las más de mil muertes diarias, colocando así a Brasil de forma consistente y duradera en el epicentro de la crisis pandémica.
Pese a que no tengamos ningún acuerdo político con Mendes, al contrario, este siempre fue un defensor de los intereses de los latifundistas que se alineó a la maniobra reaccionaria para echar a Dilma Rousseff (PT) del poder a través de un impeachment ilegítimo. La política del gobierno federal, con el aval de sectores de las fuerzas armadas, es un verdadero genocidio pandémico que, además de otras formas de violencia contra las masas, afecta principalmente los trabajadores más precarizados, los negros y habitantes de las periferias.
Ahora, los gobiernos estaduales que tuvieron políticas de aislamiento social, bajo la presión del empresariado y de los cálculos electorales, teniendo en vista las elecciones municipales que se avecinan, comienzan a aflojar las medidas sanitarias en un momento en que comenzamos a entrar en el pico de la pandemia, dinámica que si no fuera revertida hará que mantengamos el número de mil muertos por día durante meses hasta que la curva pandémica comience a bajar.
Con este gobierno al frente del país, sin un cambio drástico en la política sanitaria, económica y social, el número de muertes por la Covid-19 puede llegar a centenas de millares. Un verdadero flagelo contra nuestro pueblo está en curso. No será el poder judicial/congreso el que va a frenar al gobierno, precisamos con la lucha de las y los de abajo construir una movilización que imponga un proceso de impeachment o casación de la fórmula Bolsonaro/Mourão.
Por esta razón, por la crisis superpuesta de factores sanitarios, económicos y políticos, que afectan de forma devastadora a los explotados y oprimidos en Brasil, debemos romper con la política electoralista de la izquierda tradicional. Para eso, tenemos que apoyarnos en la movilización, en la fuerza de las hinchadas organizadas, de la nueva clase trabajadora de las aplicaciones, de los negros y de las mujeres para retomar el proceso de movilización con distanciamiento social iniciado por las hinchadas organizadas e impulsar el Fuera Bolsonaro y Morão en todo el país.