Carla Tog
Con la colaboración de Enrique Mosquera
La política que deben llevar adelante los revolucionarios en el próximo período se deduce de las tendencias centrales de la coyuntura que venimos de analizar. Es por eso que, en vez de hacer un largo decálogo de tareas de manera dogmática, nos centraremos en tratar la posición que creemos debería levantar la izquierda revolucionaria frente a las dos cuestiones centrales: el problema del régimen y la posición a adoptar frente a Podemos.
Si el viejo régimen de la constitución se tambalea, parece evidente la necesidad de derribarlo y construir otro, es decir, de abrir un periodo constituyente. La burguesía, la gran patronal y las fuerzas políticas que gobiernan en su nombre son también conscientes de ello, por eso es posible que afronten cambios en la actual Constitución de mayor o menor envergadura, según la presión popular. Pero serán cambios de forma y no de contenido que, aunque afecten incluso a pilares del actual Estado (la institución monárquica puede ver modificado su papel si fuese imprescindible, la actual estructura autonómica también), no tocarán a la esencia del régimen burgués.
De lo que se trata es, al contrario, de derribar el régimen en su conjunto y no de realizar ciertas reformas cosméticas o de volver a una “época dorada”, cuando el Estado de bienestar aún existía. Como hemos señalado, el régimen actual es el producto de la derrota del proceso de movilizaciones obreras que se vivió hacia finales del franquismo, posibilitado por la traición de las organizaciones mayoritarias entre los trabajadores en ese momento, en particular el PCE.
El régimen del 78 es la cristalización de esa derrota, de la relación de fuerzas entre las clases que resultó de ella. Una cristalización que mediante la combinación de un relativo crecimiento económico, del pactismo de los grandes sindicatos y de la alternancia bipartidista, mantuvo aletargada durante décadas a la clase trabajadora. De ahí que a partir del momento en que este letargo comenzó a romperse con la irrupción de los indignados (aun con la limitación de que la clase obrera como tal no estuvo a la cabeza de esos acontecimientos), el régimen comenzó a resquebrajarse.
De lo que se trata entonces es de profundizar la movilización por abajo a fin de derribar todo el régimen del 78: sus instituciones reaccionarias como la Audiencia Nacional, el sistema bipartidista, los sindicatos de colaboración. Claro que de la misma manera que el régimen del 78 se sustanció en una derrota histórica de la clase obrera, no podemos esperar que vaya a ser destruido por el simple expediente de una votación parlamentaria o de la intervención electoral.
Por eso adquiere actualidad el planteamiento de abajo el actual Parlamento, abajo la actual Constitución, por la elección libre, directa y sin restricciones, en igualdad de condiciones de las diferentes fuerzas políticas de unas Cortes constituyentes revolucionarias que elaboren una nueva constitución y la sometan a Referéndum popular. Para imponer este programa, será necesaria la más amplia movilización obrera y popular.
En segundo lugar, es imprescindible tener una posición revolucionaria y no sectaria hacia el proceso de Podemos. Nos parece que intervenir en él podría contribuir a ampliar el auditorio de la izquierda revolucionaria, a ligarla a amplios sectores que han hecho experiencias de lucha en los últimos años y que ahora se vuelcan a la militancia política. Pero para que esta intervención sea revolucionaria y no oportunista, debe estar puesta estratégicamente al servicio de hacer avanzar la conciencia de clase de los trabajadores y de construir verdaderas organizaciones revolucionarias independientes.
No coincidimos con la caracterización de algunos sectores de la izquierda revolucionaria, como Anticapitalistas, de que Podemos sería “nuestro” partido al que habría que “contribuir lealmente”. El giro oportunista de la dirección de Podemos es innegable, así como es innegable el hecho de que no les interesa construir un partido anclado en la clase trabajadora, ni al servicio de las movilizaciones y las luchas, sino, en las propias palabras del equipo de Pablo Iglesias, “una máquina de guerra electoral”.
Por otra parte, ¿cómo ser “leal” a una dirección que regimenta la vida interna del partido para impedir que los militantes de base se expresen? ¿Que ataca de manera macartista a la izquierda? ¿Que se dedica a negociar por arriba a espaldas de todo control democrático? Nuestra única lealtad es a la clase obrera y a la revolución socialista, y a aquellos que militan por un Podemos realmente democrático, al servicio de las luchas y con una perspectiva estratégica de ruptura.
Es por eso que consideramos que una intervención en Podemos sólo puede realizarse a condición de mantener una total independencia política y organizativa de su dirección, manteniendo el eje de criticar y señalar cada retroceso, y llevar adelante los debates frontalmente. A su vez, esta intervención debería apuntar a hacer de Podemos una herramienta al servicio de las luchas, que tenga como prioridad ir hacia la clase trabajadora y construirse allí, además de levantar una serie de medidas programáticas que apunten a una ruptura estructural con el sistema capitalista.
Sin ser exhaustivos, estas medidas deben comenzar por la nacionalización de la banca y de la gran industria, además de la anulación del pago de la deuda externa. Esto permitiría recuperar las palancas de la economía para ponerlas al servicio de la clase trabajadora, avanzando en acabar con el desempleo de masas mediante la nacionalización bajo control obrero de toda empresa que despida o cierre y el reparto del trabajo sin reducción de salario.
A partir de allí, se trataría de garantizar los servicios esenciales para la población, como la sanidad y la educación pública y gratuita para todos. También es esencial frenar los desahucios y paliar la crisis de vivienda mediante la expropiación de todos los alojamientos vacíos, propiedad de los grandes grupos bancarios e inmobiliarios. Con respecto a la situación de las mujeres, principales víctimas de la crisis, se imponen una serie de medidas. Por una parte, reafirmar el derecho de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos, garantizando un acceso libre, legal, seguro y gratuito al aborto. Por otra parte, para hacer frente al crecimiento de la violencia de género, hay que garantizar alojamiento para todas las mujeres víctimas de violencia, además de programas de formación y empleo a fin de que puedan emanciparse económicamente.
No nos extenderemos aquí sobre la política frente a la cuestión nacional: remitimos al lector a los artículos anexos. Sólo nos interesa remarcar que una política revolucionaria al respecto debe mantener al mismo tiempo una defensa incondicional del derecho a la autodeterminación de los pueblos que componen el Estado Español y una crítica implacable de las corrientes burguesas que encabezan hoy en día ese proceso. Mientras defendemos el derecho a la autodeterminación, alertamos contra toda ilusión de que una separación (burguesa) respecto del resto del Estado Español supondría un fin mágico a la crisis, y defendemos la perspectiva de una República Federal de los Trabajadores y Socialista.
En el contexto actual, en el cual la crisis económica sigue haciendo estragos, frente a la aguda crisis del régimen y el bipartidismo, y frente a la falsa y engañosa opción de salida reformista que propone la dirección de Podemos de cambiar las cosas desde el parlamento y con reformas, se hace necesario y urgente volver a poner en el centro de la escena a la clase trabajadora, sus luchas, sus métodos y su programa como única garantía de mejorar verdaderamente nuestras condiciones materiales de vida.
Para levantar bien alto esta perspectiva, se hace imperioso discutir una intervención común de todos aquellos que nos reclamamos del marxismo revolucionario como punto de partida fundamental para avanzar en el reagrupamiento de los revolucionarios. En efecto, algunas de las divisiones heredadas del pasado han quedado obsoletas: sobre la base de la posición de las diferentes organizaciones frente a los fenómenos del nuevo reformismo, es posible discutir una intervención entre aquellos que nos hemos mantenido independientes frente a él.
De ahí que sea posible comenzar a procesar debates comunes y discutir una política unificada frente al desarrollo de la crisis internacional. Tal es el objetivo del llamado realizado por la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie, que a partir de la caracterización del período actual y de los principales parteaguas de la izquierda revolucionaria actual, levanta la propuesta de realizar una Conferencia Internacional de las corrientes revolucionarias.