4. Podemos, o la cura del cáncer con aspirinas

Análisis del surgimiento y desarrollo ulterior de Podemos. En ese sentido, nos esforzamos por dar cuenta de este fenómeno a partir de los elementos más generales del periodo actual y del desarrollo de la lucha de clases de los últimos años en el Estado español. El presente trabajo forma parte de la edición de nuestra Revista Internacional Socialismo o Barbarie Nº 29.

Carla Tog

Con la colaboración de Enrique Mosquera

 

4.1. Un nuevo actor político

Como señaláramos más arriba, el espíritu motor del 15M ha sido el cuestionamiento a los pilares fundamentales de la España de la Transición, el enfrentamiento en las calles contra las consecuencias de los recortes y el apetito y la voluntad de que algo cambie. Al calor de este proceso y como expresión distorsionada del mismo, surge, madura y se consolida Podemos, instalándose como un nuevo actor en la vida política española. La irrupción de Podemos ha despertado los miedos de la “casta”, al verse amenazada en sus posiciones y privilegios. Pero, además, las ilusiones que mueve Podemos han levantado grandes expectativas entre amplios sectores de la población como también del activismo y de la izquierda.

Por eso hoy, y no desinteresadamente, muchos se refieren a Podemos como “la venganza de los indignados” o como los “herederos del 15M”. Recordemos que cuando irrumpió el movimiento en 2011 Rajoy lo interpeló desafiándolo a conformar un partido y presentarse a elecciones para pelear por sus propuestas. Ese partido ya existe y se llama Podemos, y la posibilidad cada vez más concreta de hacerse un lugar en el gobierno alimenta las esperanzas de oponerle algo “nuevo” o “distinto” a la basura que gobierna España desde la retirada del franquismo.

Desde su nacimiento, cuatro meses antes de las elecciones europeas de mayo de 2014, el discurso y el programa de Podemos recogía mucho de este espíritu, y de hecho lo refrendaba en las propuestas con las que obtuvo cinco eurodiputados. Pero a partir de entonces se ha venido constatando un curso de adaptación y un claro giro hacia el centro en sus propuestas programáticas, en su discurso y en su política, un corrimiento que enterraba bajo tierra el programa inicial que lo vio nacer. Todo esto ha venido definiendo una estrategia puramente electoral (centrada sólo en la obtención de votos y no en la movilización) y un proyecto cada vez más reformista que, engañosamente, pretende cambiar las condiciones de vida de los españoles desde el Parlamento mediante la aplicación de reformas estructurales a nivel del régimen. Y esto no sólo se contradice sino que además supone un retroceso respecto de los principios, los métodos y las reivindicaciones que el 15M puso sobre la mesa.

 

4.2 Surge Podemos como candidatura de “ruptura” hacia las elecciones europeas

Existe la creencia generalizada de que Podemos surgió de los ámbitos académicos de la mano y de las cabezas de unos cuantos profesores universitarios, como Pablo Iglesias, Errejón, Alegre y Monedero, entre otros, que además de dar clases producían y/o conducían programas de radio y TV con ideas de “izquierda”. Pero lo cierto es que al calor de la primavera árabe, la rebelión en Grecia y el 15M aquí , Podemos nacía en enero de 2014 cuando, a instancias de compañer@s de Izquierda Anticapitalista (hoy Anticapitalistas) y un grupo de personas, entre los cuales se encontraba Pablo Iglesias, se presentaba el Manifiesto “Mover ficha. Convertir la indignación en cambio político”, un llamamiento a construir y presentar una candidatura de “unidad y de ruptura”, una candidatura por la recuperación de la “soberanía popular” de cara a las elecciones al Parlamento Europeo de mayo de 2014.

Así lo podíamos leer en la Declaración de IA “Coyuntura y elecciones europeas” del 5 de mayo de 2014: “Ante esta situación de bloqueo institucional y agudización de la miseria, las y los militantes de izquierda anticapitalista, junto a otros activistas e intelectuales de la izquierda, participamos en el lanzamiento de Podemos como un espacio político que, continuando con el trazado que inició el 15M, consiguiera agrupar a l@s que sufren la crisis utilizando la ventana de oportunidad que abren las elecciones europeas. Podemos ha permitido abrir un proceso que ha ilusionado a miles de personas, iniciando un proceso de autoorganización popular desde abajo que tiene su expresión en los círculos. A los actos de Podemos acuden cientos de personas hartas de la política tradicional. Estos hechos han demostrado que mucha de la gente que se moviliza y expresa contra las políticas de recortes busca un espacio plural y abierto a todo el mundo para luchar, también en el terreno electoral, por una democracia real al servicio de l@s de abajo”.

Con un programa “rupturista” y de “izquierda” que planteaba, entre otras cosas, la ruptura con la UE y el euro, la salida de la OTAN, el impago de la deuda, la nacionalización del sector financiero y de las empresas energéticas, la prohibición de los despidos, el derecho a decidir de los pueblos y de las mujeres sobre sus cuerpos, etc., la idea fue tomando forma. Provocó un amplio movimiento de simpatía y aceptación entre amplios sectores que vieron en el proyecto Podemos una alternativa distinta, nueva y por izquierda a IU y una posibilidad real de cambio que podía romper efectivamente con el bipartidismo. Todo esto se corroboraría cuatro meses después con la proliferación de los círculos, los 1.200.000 votos y los cinco eurodiputados obtenidos.

El triunfo electoral de Podemos fue la sorpresa en las elecciones europeas y le permitió dar un salto en su crecimiento, como también aumentar su influencia mediática y política. La joven formación consolidaba su arranque, aparecía primera en intención de voto en las encuestas, alteraba gravemente el tablero electoral y convulsionaba el escenario político español, permitiendo entrever un fin de ciclo en la política española.

Sin embargo, en poco tiempo, el discurso y el mensaje de Podemos, a través de la figura mediática de Pablo Iglesias y su equipo, comenzó a girar y moderarse notoriamente. De repente ya no se habló más de ninguna ruptura con la UE ni de ninguna salida del euro ni de la OTAN, ya no se hablaría de impago de la deuda sino de impago de la parte ilegítima, ya no se hablaría más de ideologías ni de derechas ni izquierdas, ni de monarquía ni república. Y sobre todo, ya no se hablaría más de movilizarse sino de prepararse para ganar las elecciones y emprender el cambio. Se trataba de un giro para ocupar el centro del tablero político moderando el mensaje y el programa para lograr así una mejor ubicación en el tablero electoral.

A poco de haber ganado las europeas y en pleno período de formación como nueva fuerza política, este giro no pasó desapercibido para la militancia y el activismo que nucleaba Podemos. Frente a este brusco cambio encabezado por Pablo Iglesias, varios círculos expresaron su disconformidad y oposición. Al mismo tiempo que hacia afuera Podemos se fortalecía en las encuestas como alternativa de cambio, hacia adentro surgían sectores críticos al de Iglesias y cía., principalmente de la mano de los compañeros de IA como la conocida Teresa Rodríguez, que cuestionaron ese giro conservador y electoralista y el modelo organizativo verticalista y antidemocrático que proponía Iglesias para Podemos, de cara a la Asamblea Ciudadana donde se discutirían el modelo organizativo y el programa. Lamentablemente, este giro terminó imponiéndose y votándose. No sólo por las maniobras y la actitud de Iglesias y sus escuderos, sino también por la política y la orientación que mantuvo IA.

 

4.3 Asamblea Ciudadana. Giro a la derecha y maniobras para bloquear a la izquierda

De esta manera, los debates alrededor del “modelo organizativo” y la cuestión “político-estratégica” fueron los que marcaron el período preasambleario, dividiendo aguas al interior de Podemos y enfrentando dos posturas distintas que se manifestaron en los documentos presentados para ser votados en la Asamblea. Frente a la propuesta de modelo organizativo y de principios políticos contenidos en el documento “Claro que Podemos”, presentado por Iglesias y su grupo, se presentaron dos documentos alternativos con el apoyo de varios círculos y de dirigentes de Izquierda Anticapitalista como Teresa Rodríguez y Raúl Camargo, como el documento “Claro que Podemos” referido a los principios organizativos y el documento “Construyendo pueblo” en relación con la propuesta de principios políticos.

Finalmente, los días 18 y 19 de octubre de 2014 se realizó la Asamblea Ciudadana, acto fundacional tras el cual Podemos se constituyó en “partido” y Pablo Iglesias en su secretario general. El “nuevo partido” adoptó el “modelo organizativo” y asumió los principios éticos y políticos contenidos en el documento “Claro que podemos” presentado por Iglesias, y alrededor de 100.000 personas los votaron por Internet.

A grandes rasgos, la Asamblea Ciudadana fue un evento donde el debate se centró alrededor de las cuestiones de organización, dejando en un segundo plano el debate político. Si bien las dos cuestiones que acapararon el centro de atención fueron la del “modelo organizativo” y el tema referido a la posibilidad de presentarse a las elecciones municipales del 2015 con el nombre Podemos, fue la primera la que se impuso y dominó la escena. En fin, mucho se discutió y se resolvió acerca de la “forma” organizativa de Podemos, pero poco o nada se debatió sobre su política, su estrategia y su programa.

Sin embargo, en el discurso inaugural de la asamblea y en sus posteriores y permanentes apariciones mediáticas, el propio secretario general fue el encargado de dar la pauta del proyecto programático que se empezaba a delinear y efectivizar, el cual, como todo el mundo tomaba nota, dejaba en claro un rápido giro a la moderación. La mesura en el discurso, la cautela en las propuestas y la prudencia en la política demostraban que Podemos se alejaba cada vez más de las propuestas programáticas iniciales con las que supo ganar no sólo cinco eurodiputados, sino también de la confianza de los que votaron por ellas, viendo en Podemos una posibilidad real de cambio. A partir del 25M, los objetivos comenzaron a orientarse hacia una posible victoria electoral y a la rebaja de las aspiraciones en pos de la gobernabilidad y ampliación del espectro electoral.

“¡Estamos aquí para ganar, no para ser una fuerza testimonial! Un país entero nos está mirando. ¡Cuánta preocupación tienen los de la casta! ¿Verdad? Nosotros no tenemos miedo a discutir porque nos estamos jugando un país”. Estas fueron las palabras con las que Pablo Iglesias abrió la asamblea. Y entre gritos de “Sí se puede” y “A por ellos”, insistió en la posibilidad real de conquistar el poder frente a los partidos de “la casta”.

Asimismo agregó que Podemos quiere ocupar “la centralidad del tablero político” español: el espacio de “una mayoría social que apuesta por la decencia” y por que “los ricos paguen impuestos, por que democraticemos la economía y no la dejemos en manos de mangantes”. Aseguró que los que ahora mandan “no tienen más patria que sus cuentas bancarias en Suiza o Andorra”, cuando la patria de los ciudadanos no es otra cosa que un país dotado de los mejores servicios. “Patria es sentirte orgulloso de contar con los mejores hospitales y las mejores escuelas. Porque no es la casta la que hace funcionar el país, es la gente”, dijo, y exclamó: “¡Ésa es nuestra patria, la gente!” Y concluyó: “El cielo no se toma por consenso, se toma por asalto”.

Efectivamente, el cielo se toma por asalto. Pero dicho asalto no podrá ocurrir con una política como la que propone ahora Iglesias. Se trata de una definición clara de corrimiento hacia el centro y un lavado del programa original, que deja de lado las grandes demandas estructurales y perfila un programa reformista. Es decir: un programa de reformas superficiales, de cambios cosméticos a nivel de régimen sin tocar demasiado la estructura capitalista sobre la que se basa el Estado Español heredero del 78. Y si no se atenta contra el sistema, el planteo estratégico de Podemos de conquistar lugares en el gobierno y aplicar reformas se reduce a un fin en sí mismo; a lo sumo, a una administración reformista del país.

Este movimiento hacia el centro se constató también en el escandaloso y canalla silencio que Podemos, la nueva fuerza que tiene eurodiputados sin corbata que viajan en clase turista, mantuvo frente dos grandes cuestiones planteadas en la realidad del país el último año: la Ley del Aborto y el derecho a decidir de los catalanes. Ambos temas han dividido aguas, han movilizado y han llamado la atención de todo el mundo. Pero Podemos no ha dicho nada al respecto, ni a favor de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, ni a favor de los catalanes de decidir su futuro.

Iglesias tampoco se ha pronunciado cuando se le preguntó por Sí o por No en un referéndum monarquía-república. Habló de “proceso constituyente” y sostuvo que “monarquía o república es un debate viejo”. Y que, en todo caso, “la pregunta debería ser si los españoles somos o no mayores de edad para decidir si al jefe de Estado se lo elige en las urnas o por sangre azul”. La reciente abdicación del Borbón y las movilizaciones que le sucedieron exigiendo un referéndum o el fin de la monarquía parecen ser “viejos” para Iglesias; sin embargo, estuvieron más a la izquierda que éste al cuestionar o exigir el fin de una de las instituciones heredadas del franquismo.

Por supuesto que coherente con todo lo anterior, y no por olvido o equivocación, los grandes ausentes en el discurso y en la política de la dirección de Podemos son los trabajadores. Y ni siquiera fue testimonial el apoyo que Podemos dio a importantes luchas obreras, como fueron las de los compañeros de Panrico y Coca Cola por ejemplo. La estrategia de la dirección de Podemos no es la de poner al partido al servicio de la victoria de las luchas, y menos que menos de las luchas obreras. De lo que se trata es de poner en pie una máquina de guerra electoral.

Esta máquina de guerra, que apunta a constituir una “mayoría social”, implica el abandono de toda perspectiva clasista. No se trata de movilizar a la clase obrera contra la burguesía, sino del “pueblo” contra la “casta”. La sociedad no estaría constituida de dos clases fundamentales, definidas por la propiedad o no de los medios de producción, sino que se estructuraría por la oposición entre “los de arriba” y “los de abajo”.

La política puramente electoralista de la dirección de Podemos los lleva a levantar un discurso interclasista, donde lo único que importa es el “ciudadano” (léase el votante), independientemente del lugar que ocupa en la sociedad. Por eso no es de extrañar el llamado de dirigentes de Podemos a los “empresarios con conciencia social”, como sería el caso, según Jesús Montero, secretario general de Podemos en Madrid, de la familia Botín, dueña del banco Santander.

Este corrimiento hacia el centro del tablero político, que evidencia el abandono y la renuncia a las grandes demandas estructurales, indica al fin y al cabo la estrategia postulada por la dirección de Podemos, que en palabras de Iglesias se resume en “ganar las elecciones” y llegar así a un “gobierno de la gente”. Es decir: se postula una estrategia puramente electoral con un programa claramente reformista. Un programa “ambiguo” que destaca en todos los casos una falta casi absoluta de críticas a la democracia y un afán de “recuperar las instituciones”, o sea, un reformismo socialdemócrata que olvida el carácter de clase del Estado actual y siembra la esperanza de su posible transformación por la vía electoral. En este sentido, las alusiones a la “casta” de Pablo Iglesias responden un afán consciente de ocultar el carácter de clase del actual régimen.

¿Cómo se sustenta, en un partido que ha despertado tantas esperanzas en el electorado de izquierda, y que además ha logrado reunir a cientos o miles de activistas, un giro a la derecha tan pronunciado? Como señalamos, la gran discusión de la asamblea ciudadana fue el modelo organizativo, discusión que se saldó con la adopción del modelo de “cacicazgo” de Iglesias y su equipo.

 

4.4 Un régimen interno antidemocrático al servicio de la deriva reformista

Este giro político se apoya en un régimen interno totalmente antidemocrático. Comenzando por la elección de la Asamblea Ciudadana, que bajo un ropaje “democrático” esconde todo lo contrario: el voto electrónico con que las propuestas se validaron pone en el mismo plano a aquellos que hicieron un simple click desde su casa y a aquellos que militan cotidianamente en la organización; también contribuye a dar un peso desproporcionado a Pablo Iglesias, altamente mediatizado. A esto se suman las propias resoluciones que se tomaron: elegir la dirección nacional a través de una lista cerrada, impedir a los círculos locales presentarse a las municipales e impedir la doble pertenencia (es decir, pertenecer a la vez a Podemos y a otro partido), resolución dirigida directamente a los militantes de Izquierda Anticapitalista.

Esto tiene como objetivo acallar a la oposición interna y evacuar todo tipo de debate democrático mediante la apelación al “líder” mediático Iglesias, amo y señor de Podemos. Apunta además a impedir una verdadera elaboración colectiva en el seno de una formación que ha atraído a centenas de personas que vienen de los movimientos sociales y están realizando su primera experiencia política, cerrando así este auditorio a la izquierda revolucionaria.

Lo que parece haberse delineado en los últimos meses es un régimen fuertemente personalista, que se apoya en la enorme exposición mediática de los principales dirigentes de Podemos (en particular el propio Iglesias) y en una “democracia directa” que de hecho implica la imposibilidad de aplicar cualquier control sobre los dirigentes: bajo el argumento de “no hacer como los viejos partidos”, los “viejos métodos” de la “militancia tradicional” (por ejemplo, hacer reuniones de comité que discutan política y resuelvan la línea del partido), se esconde en verdad la dictadura de las “grandes figuras”.

Una primera muestra de esto ha sido la decisión de la Asamblea Ciudadana que fundó Podemos de impedir a los círculos participar de las elecciones municipales. Uno podría creer que se trata de un momento por excelencia de la “democracia directa”: decenas de miles de personas votaron por ello. Claro que el problema es precisamente que ese voto virtual para el que bastaba enviar un mensaje de texto con el móvil pasó por arriba de la voluntad de cientos de activistas que se reúnen en los círculos y que ponen el cuerpo día a día para construir Podemos.

Otro ejemplo ha sido la verdadera comedia de enredos que ha sucedido las elecciones andaluzas. Puesto que el PSOE, a pesar de haber llegado primero, no ha alcanzado el número de diputados suficiente para formar gobierno propio, se planteó la cuestión de las alianzas, pactos y acuerdos poselectorales, y de la posición a tomar frente a la votación de investidura de la Presidencia de la Junta. Claro que apoyar el gobierno del PSOE, miembro indiscutido de la “casta”, que viene gobernando Andalucía desde hace años y llevando adelante una política antiobrera, debería estar a priori fuera de cuestión. Pero admitamos que podría ser objeto de debate, algo que no se puede negar en cualquier organización que se considere mínimamente democrática.

Lamentablemente, no ha sido el caso de Podemos. En cambio, se ha asistido a una verdadera “cacofonía mediática” donde diversos dirigentes de Podemos (Teresa Rodríguez, Ángela Ballester, Iñigo Errejón) han salido con versiones diferentes sobre la posición a tomar: que si “líneas rojas” o “propuestas”, que si posibilidad de discutir o no…[1] La dirección del partido incluso ha negociado con la dirección andaluza para designar los “negociadores”: un íntimo colaborador de Pablo Iglesias y uno de Teresa Rodríguez. Pero a no desesperar, que finalmente el sultán Iglesias ha venido a poner orden y cerrar el debate: si las propuestas no se aceptan, no hay negociación.

Uno podría preguntarse cuánto peso han tenido en todo esto los círculos, y la respuesta es la siguiente: ninguno. Con la excepción de la candidatura interna Andalucía Desde Abajo (que competirá para los cargos internos con la lista consensuada entre Rodríguez e Iglesias), ninguno de los sectores que mencionamos ha planteado llevar la discusión a las bases. Entre el “dúo” negociador consensuado entre la dirección central y la dirección andaluza, las declaraciones de los diferentes dirigentes, los propios parlamentarios, el gran ausente de toda la discusión son las propias bases del partido.

Como hemos dicho, la constitución de este régimen interno tiene como objetivo acallar toda crítica que pueda surgir (como es el caso ahora contra la ambigüedad de la dirección sobre un apoyo al PSOE en Andalucía) y además impedir el debate colectivo, al tiempo que al impedir la “doble afiliación” se intenta cerrar el paso a las organizaciones de izquierda. Es que una de las características de Podemos, que no puede dejarse de lado y que lo diferencia de otras organizaciones similares como Syriza, es que a su alrededor se ha constituido una base militante real, heterogénea, que está en su mayoría haciendo sus primeras experiencias de organización política.

 

4.5 Podemos por abajo: construir uno, dos, mil círculos

Más allá de lo que quieran hacernos creer los teóricos posmodernos de las “revoluciones 2.0” que se harían por Twitter, ningún proceso social y ninguna fuerza política puede existir sin una base material, sin actores de carne y hueso. En otras palabras, no se puede comprender que Podemos haya obtenido más de un millón de votos y cinco diputados en las europeas, o que haya movilizado a decenas de miles en la “Marcha del cambio”, si no tomamos en cuenta lo que este fenómeno político expresa por abajo.

En ese sentido, uno de los rasgos particulares de Podemos, que comenzó a reflejarse desde su lanzamiento político-electoral hacia las europeas, es la proliferación de círculos (algo así como comités de base, pero mucho más amplios y laxos que los de los partidos tradicionales) de todo tipo y color, que marcaron su desarrollo. Así, las semanas que sucedieron al anuncio de las candidaturas para las europeas estuvieron marcadas por una verdadera “gira nacional” del equipo dirigente de Podemos (y de los militantes de Izquierda Anticapitalista), que fue ciudad por ciudad presentando el proyecto, realizando actos de importancia e inaugurando los diferentes círculos.

Sin duda, esta dinámica por abajo tiene los límites que hemos expuesto más arriba y que hace a la voluntad de la dirección de Podemos de impedir todo desborde. Por otra parte, los círculos parecen haber cobrado fuerza especialmente en Madrid y en Andalucía, con poca extensión a otras regiones del Estado español. En otras autonomías, las fuerzas independentistas de izquierda, como las CUP en Catalunya o Bildu en el País Vasco, parecen haber bloqueado en cierto sentido la construcción de Podemos, en la medida en que canalizan sensibilidades similares.

Pero más allá de estos límites o debilidades, no cabe duda de que existe una amplia base militante en Podemos, una base que se identifica mayoritariamente con la izquierda (más allá del discurso “ni de izquierda ni de derecha” de la dirección) y que viene de los movimientos sociales. Es decir, Podemos concentra ciertos rasgos movimientistas, en el sentido de que su base material parece estar compuesta de sectores amplios con un lazo más o menos orgánico con el partido.

Estos círculos parecen tener una dinámica importante que aún se mantiene: además de los círculos por barrios, han surgido por diferentes áreas como sanidad o educación, o incluso círculos de trabajadores en general como en Madrid. Los círculos más activos, o aquellos donde la izquierda tiene una influencia, se han volcado a las diferentes luchas sociales de los últimos meses. Es además sobre esta base que se ha logrado movilizar a decenas de miles por las marchas del cambio, que más allá de los discursos reformistas de los dirigentes de Podemos han sido enormemente progresivas en tanto han expresado un repudio masivo a los partidos tradicionales y al gobierno de Rajoy.

A su vez, estos círculos son el punto de apoyo principal de los sectores críticos de Podemos. En efecto, si han logrado elevar una voz alternativa a la de la dirección mayoritaria –por ejemplo, respecto a las negociaciones con el PSOE en Andalucía–, es precisamente porque se apoyan en una construcción por las bases. Esta dinámica por abajo es la que permite exigir a la dirección de Podemos que las grandes decisiones se sometan al debate colectivo.

En definitiva, todo parece indicar que sectores amplios de activistas, con una identidad de izquierda y que han participado en las movilizaciones de los últimos años, han encontrado en Podemos un espacio de organización, una primera experiencia política, y han creado y dado aliento a cientos de círculos. Es esta capacidad de haber empalmado con toda una parte del fenómeno de “indignación” de los últimos años lo que ha dado vida a Podemos.

Al mismo tiempo, esta base militante es lo que sustancia la necesidad de dar una pelea política al interior de Podemos, para hacer evolucionar hacia la izquierda a estos sectores que entran a la vida política, para oponer una política independiente y de clase a la política capituladora de Iglesias. De ahí que la preocupación de como intervenir en este proceso desde la izquierda revolucionaria sea muy sana. Es por eso que queremos establecer una serie de debates con la principal organización de la izquierda revolucionaria en el Estado Español y que tiene importantes responsabilidades en Podemos: Izquierda Anticapitalista.

 


[1] Cabe destacar el contenido limitadamente democrático (de “sentido común” según Pablo Iglesias) de las “líneas rojas” que Podemos ha puesto para discutir un apoyo a la investidura de la candidata del PSOE: no trabajar con bancos que realicen desahucios, bajar el número de asesores y “tolerancia cero” con la corrupción. Propuestas que apuntan a una gestión “transparente” del régimen burgués, pero no ponen el centro en la cuestión del desempleo, de la precariedad laboral, de la destrucción de salud y educación públicas…