Roberto Sáenz

Luego de este somero esbozo biográfico, pasemos a destacar algunos rasgos de la vida de Marx. Llamamos la atención sobre el carácter de la misma. Su vida no puede compararse con los aspectos más “románticos” (extremos) que rodearon la existencia de Lenin, Trotsky, Luxemburgo y Gramsci. Salvo en sus primeros años donde llegó a transformarse en una personalidad en Colonia y varios países de Europa (fue expulsado por “extremista” de Francia, Bélgica, etcétera), a partir de los años ’50 tendría una dura, pero “apacible” existencia en Londres (alterada, sin embargo, por sus amplias responsabilidades en la I Internacional y por los ataques de que fuera objeto internacionalmente durante la experiencia de la Comuna de París).

La vida adulta de Marx no tuvo, entonces, los mismos extremos que tuvieron la vida de los bolcheviques y espartaquistas, aunque cabe recordar que vivió como un apátrida en Inglaterra[10], en condiciones de miseria. En todo caso, es evidente que su vida no tuvo la misma dimensión histórica-inmediata de los grandes dirigentes socialistas revolucionarios del siglo pasado. Y, sin embargo, configuraría de todos modos, una vida extraordinaria.

La vida de Marx tuvo varios jalones. Una vida universitaria caracterizada por hábitos similares a los de otros estudiantes de la época; un involucramiento político desde muy joven; su participación destacada en la revolución de 1848; su temprano exilio en Londres a partir de 1849; sus trabajos teóricos en dicho país; su decisiva participación en la fundación de la I Internacional en 1864. En total una vida sacrificada, lindando muchas veces la miseria: renunciando al bienestar en favor de su compromiso con la humanidad[11].

Pero si su vida fue la de un esforzado militante cuando todavía no estaba a la orden del día la revolución socialista (ni tampoco se había develado el “misterio” de la construcción del partido revolucionario[12]), Marx llegaría a elevarse a las más altas cumbres del pensamiento humano; una tarea que colocó al servicio de la emancipación de los explotados y oprimidos. La riqueza y fuerza teórico-política y estratégica de la obra de Marx, no tienen parangón. Resumiendo, críticamente el pensamiento universal y la experiencia sociopolítica hasta sus días, sentó las bases para el movimiento socialista moderno.

La fuerza y fecundidad de una obra llevada a cabo promediando el siglo XIX, una obra de una vigencia inconmensurable acercándonos a la tercera década del siglo XXI, es expresión de la “proeza” realizada: un abordaje sin igual de los problemas que atañen a la emancipación de la humanidad de las cadenas de la explotación y la necesidad: “una crítica implacable de todo lo existente; implacable en el sentido de que la crítica no teme sus propios resultados, tampoco el conflicto con las fuerzas vigentes (…) [la] implacabilidad [es] la primera condición de cualquier crítica” (Marx, Anales franco-alemanes, citado por Heinrich; 2018; 363).

De ahí el carácter extraordinario de la vida “ordinaria” de Marx. Y decimos esto porque cuando se aborda su biografía no se encuentran, como hemos dicho, los “extremos” que se hallan en los socialistas revolucionarios del siglo pasado. Las condiciones eran otras[13].  Y, sin embargo, cualquier clivaje en su existencia, cualquier detalle a priori “ordinario”, tiene una significación trascendente, entraña alguna aportación, alguna enseñanza, porque se trata de Marx.

El contraste con la vida de los bolcheviques, por ejemplo, vidas donde el cruce entre la propia existencia y la revolución social las exaltaron en tiempo real hasta las más altas cumbres, es evidente; más “floridas” también sus biografías. Pero también es verdad, repetimos, que, en el caso de Marx, cada detalle de la vida “ordinaria” de este hombre extraordinario, tiene un valor sin igual: una enorme significación, porque es Marx. La profundidad de su abordaje de los asuntos; el carácter “anticipatorio” de muchas de sus apreciaciones, hacen a su carácter de personaje extraordinario; esto amén de su carácter de revolucionario, a contracorriente, cuestión en la que profundizaremos más adelante. Esto no significa caer en ningún abordaje idealista: las bases materiales del capitalismo estaban lo suficientemente desarrolladas (al menos, en determinados países), como para que Marx pudiera hacer un análisis crítico y “proyectar” determinadas tendencias[14].

En el terreno político había ocurrido ya la más grande revolución social hasta aquellos días, la Revolución Francesa. Revolución que combinada con las de 1830, 1848, la Comuna de París, la guerra civil estadunidense y otra serie de eventos políticos y sociales del capitalismo ascendente, dieron la base para proyectar la elaboración de Marx a la contemporaneidad: sus problemas son nuestros problemas[15].