Un nuevo episodio de la rivalidad estratégica EEUU-China

Trump y el conflicto con la app TikTok - El marco más evidente de este conflicto es el choque de fondo entre EEUU y China por la futura supremacía tecnológica, un plano en el que EEUU lideró sin discusión durante décadas y en el que afronta el desafío cada vez más serio del gigante asiático.

Marcelo Yunes

La app TikTok es una de las más exitosas del planeta. Basada en la posibilidad de subir, editar y reproducir videos de menos de un minuto (en general, hasta 15 segundos), tiene unos 1.000 millones de usuarios en todo el planeta, y casi 100 millones sólo en EEUU. Es probablemente la app más popular entre adolescentes y jóvenes de 18 a 24 años: en EEUU, esa franja pasa casi una hora por día en TikTok, más que en Instagram (44 minutos) y Snapchat (36 minutos), según la consultora Cowen Group (G. Bensinger, “Is Microsoft Sure It Wants to Buy TikTok?”, The New York Times, 5-8-20). Pero hay un problema: TikTok es propiedad de un gigante  tecnológico chino, ByteDance. Y Donald Trump no puede aceptar que una red social o aplicación de origen chino sea utilizada por millones de estadounidenses, de modo que lanzó un ultimátum: o TikTok se vende a un comprador de ese país o deja de operar en EEUU a partir del 15 de septiembre.

Todo el proceso parece una reedición de lo sucedido con la aplicación de citas Grindr, muy popular en la comunidad gay, que el año pasado había sido comprada por una compañía china, la cual luego debió desprenderse de la app ante la fuerte presión del gobierno de Trump. Tanto en ese caso como ahora con TikTok, la base de la argumentación es la “seguridad nacional”: como la compañía es china, se sospecha que podría vender o transferir billones de datos y metadatos sobre millones de usuarios de EEUU a las autoridades del gobierno chino. La misma lógica es la que llevó a Trump a lanzar un boicot internacional contra Huawei, que va desde intentar encarcelar a sus directivos –como ocurrió en Canadá con su vicepresidenta– hasta presionar/coaccionar a jefes de Estado para que no adopten la tecnología 5G de Huawei, pese a que por ahora es superior a cualquier otra. Esta presión ya ha tenido éxito en el muy importante caso del Reino Unido: luego de haber prometido lo contrario, el primer ministro británico Boris Johnson anunció que descartará la opción Huawei para la instalación de redes 5G en ese país.

Estos antecedentes nos dan una pauta de que el criterio de Trump para TikTok será ir hasta el final para sacarla de juego, al menos como empresa china. En este caso particular, Trump añade una provocación típica de su estilo: exigir que “una parte muy sustancial” de la transacción de venta vaya a parar… ¡no a los dueños chinos sino al Tesoro yanqui! El argumento en cuestión es tan absurdo –hizo la analogía entre el dueño de un edificio y un local comercial que opera en él– que a los propios republicanos les cuesta defenderlo.

En cuanto al argumento legal para llevar adelante la prohibición, como de costumbre, Trump blandió diversos instrumentos contradictorios entre sí, a la espera de que los abogados y constitucionalistas de la Casa Blanca le resuelvan el asunto a su satisfacción. Es sabido que los escrúpulos institucionales y republicanos no son exactamente una obsesión para Mr. Orange, salvo a la hora de pasarlos por encima.

La reacción de China no se hizo esperar, y muestra cómo entre la consolidación de China como potencia capitalista/imperialista y el cinismo brutal de Trump, completamente desentendido de la cobertura ideológica tradicional de “defensa del mundo libre y los derechos humanos”, los roles se han invertido de modo muy paradójico. El comunicado del gobierno chino sostiene que la acción de Trump “va en contra de los principios de la economía de mercado y de los principios de apertura, transparencia y no discriminación de la Organización Mundial del Comercio”. Es el mundo al revés: EEUU actúa como un típico patán tercermundista que ignora o desprecia los criterios de la “comunidad internacional”, y el Partido Comunista chino invoca los principios del libre mercado y las reglas de la OMC… a la que recién ingresó en 2001 como su miembro número 143 ¡bajo el patrocinio de EEUU!

El marco más evidente de este conflicto es el choque de fondo entre EEUU y China por la futura supremacía tecnológica, un plano en el que EEUU lideró sin discusión durante décadas y en el que afronta el desafío cada vez más serio del gigante asiático. Pero, a su vez, esta puja no es más que el frente de guerra privilegiado de un enfrentamiento más estratégico y de largo plazo entre ambas potencias no ya por el liderazgo tecnológico sino por la hegemonía mundial tout court y en todos los ámbitos.[1] Lo que está en discusión detrás de TikTok es quién va a dictar las reglas de la economía y la tecnología digitales, y todavía más en el fondo, si el siglo XXI va a ser el “nuevo siglo americano” con que soñaban los estrategas de George W. Bush o si va a marcar el relevo de un imperio en lento declive por el nuevo hegemón ascendente, China, como es la aspiración de Xi Jinping y el PCCh.

Se vienen más focos de conflicto

La empresa, tal como en su momento lo hicieran los dueños de Grindr, retrocedió rápidamente y se avino a la venta; uno de los interesados parece ser Microsoft, que de esta manera haría su ingreso a redes sociales de alto impacto, más allá de hoy sea la dueña de LinkedIn. El monto de la operación podría estar en el rango de los 10.000  a los 30.000 millones de dólares (cnet.com, “Trump Targets TikTok”, 5-8-20). Pero los modos y condiciones de Trump son tan humillantes que es de esperar que el Estado chino no tome la cosa a la ligera. Un vocero de la diplomacia china, Wang Wenbin, afirmó que lo de Trump es “una intimidación pura y simple”, y advirtió, con toda lógica, que “si todo el mundo imita a EEUU, cualquier país podrá tomar medidas similares contra empresas estadounidenses en nombre de la seguridad nacional”, por lo que esta actitud no es más que abrir “la caja de Pandora”.

Por su parte, el patriotero vocero del PCCh China Daily editorializó amenazando que “China no aceptará de ninguna manera el robo de una compañía tecnológica y tiene muchas maneras de responder si el gobierno [de EEUU] sigue adelante con sus planes”, aunque la historia reciente de la “guerra comercial” demuestra que la respuesta china a las provocaciones de Trump suele tener más pies de plomo de lo que sugieren sus belicosos instrumentos de prensa.

De más está decir que la cuestión de la privacidad de los datos no talla en absoluto aquí. No porque haya la menor garantía de que ByteDance o la empresa china que sea no entregue los datos al Estado chino: eso ya ha pasado y seguirá pasando. Por supuesto, con tal de no perder presencia en el jugoso mercado del gigante asiático, las “Big Tech” estadounidenses (especialmente Google y Apple) se han avenido sin la menor dificultad a aceptar la censura del PCCh en sus operaciones allí.

No es de extrañar, ya que en el rubro “protección de la privacidad” en EEUU y el resto de Occidente por parte de las “GAFA” (Google, Amazon, Facebook, Apple), los antecedentes de todas ellas son tan penosos y su venta de datos tan desvergonzada que uno de los grandes tópicos de la campaña electoral en EEUU –y un tema prioritario de agenda para la Unión Europea– es cómo regular a esas compañías para que no lucren tan descaradamente con los datos de sus usuarios. Además, francamente, sólo imaginar a Trump preocupado por los derechos de los usuarios contra las grandes multinacionales es reírse hasta perder la vertical.[2] No; lo que importa aquí no son ni las empresas ni mucho menos los usuarios, sino que el control estatal de los datos no quede en manos del Estado “equivocado”.

Dicho esto, es necesario recordar que detrás de las provocaciones patrioteras de Trump hay mucho más que una –por otra parte evidente– intención de apelar al chauvinismo y racismo de su base electoral mientras se va calentando la campaña. El “giro estratégico” de confrontación con China, a la que se identifica como el verdadero rival de largo plazo para EEUU, no es privativo de Trump ni del Partido Republicano, sino una reorientación estratégica que tiene el consenso del conjunto de la “clase política” estadounidense y del empresariado.[3] Un eventual gobierno del Partido Demócrata prescindiría quizá de las formas brutales y las provocaciones intempestivas, pero de ninguna manera adoptaría un curso real muy diferente del imperialismo norteamericano hacia China.

Por lo tanto, este tipo de enfrentamientos parciales y específicos –con mayor motivo, pero únicamente, en el sector de tecnología digital– también van a pasar a ser parte de la “nueva normalidad” del capitalismo global a la salida de la crisis del Covid-19. Lo que está en juego es quién va a mandar en ese “nuevo orden” por ahora bipolar: el viejo imperio o el que quiere nacer.

 

Notas

  1. Un desarrollo mucho más pormenorizado y extenso de esta dinámica puede encontrarse en nuestro “China: análisis de un imperialismo en ascenso” (disponible en izquierdaweb.com), especialmente los capítulos 1.1, 2.1 y 2.3.
  2. Digamos que en términos de control de la información tóxica de diverso tipo que abunda en las redes sociales (discurso de odio, desinformación, trolls, violación de copyright, porno, etc.), la app de propiedad china –aunque su CEO y buena parte de su equipo directivo en EEUU son originarios de ese país– parece tener mejores antecedentes que sus contrapartes yanquis. Por ejemplo, en el segundo semestre de 2019, TikTok eliminó 49 millones de videos por malas prácticas en las redes, mucho más que los 15 millones que eliminó su rival YouTube, aunque ésta tiene una circulación mucho mayor que aquélla (The New York Times, 4-8-20).
  3. Y también de los aliados geopolíticos más estrechos de EEUU: India hace pocas semanas prohibió el uso de TikTok, generando consternación en sus cientos de millones de usuarios allí (y en la empresa, que perdió su principal mercado fuera de China, donde opera bajo el nombre de Douyin), y Australia, otro fiel escudero de EEUU –fue uno de los primeros países del mundo en cerrarle la puerta a Huawei–, también está evaluando la prohibición.