Santiago Follet
Sin lugar a dudas, los acontecimientos de las últimas semanas han abierto una nueva situación política en la que la presidencia de Macron enfrenta el primer gran desafío a sus planes de gobierno. En efecto, casi un año después de su llegada al poder en mayo del 2017, el conflicto abierto por el proyecto de reforma de la SNCF, la empresa pública de trenes de Francia, amenaza con marcar un antes y un después en la vida política de La República en Marcha. Es que, hasta el momento, el gobierno había avanzado con los primeros pasos de su gestión sin mayores sobresaltos.
Esto se debe a que se trata de un gobierno que no solo cuenta con los favores de la burguesía francesa, sino que además dispone de una amplia mayoría en el parlamento -producto de la enorme crisis de los partidos tradicionales-, lo que le ha permitido hasta el momento gobernar por medio de “ordenanzas” ratificadas por un congreso mayoritariamente oficialista. A pesar de las convocatorias a algunas movilizaciones de importancia en los meses posteriores al comienzo de las clases en septiembre, las jornadas escalonadas propuestas por la dirección de la CGT y el aislamiento de los primeros focos de oposición activa al gobierno no han logrado revertir de conjunto el avance del programa reaccionario, flexibilizador y neoliberal del gobierno.
En este sentido, Macron ha comenzado a imponer su orientación de giro a la derecha sobre la base de la anulación del código laboral y la incorporación en la legislación común de las medidas de excepción que habían sido establecidas previamente por Hollande. En el mismo sentido, ha comenzado a llevar a cabo un ajuste económico expresado en despidos en distintos sectores que han comenzado a manifestarse por la defensa de sus puestos de trabajo, en el sector público y en el privado. Asimismo, el proyecto de reforma del bachillerato y de la selección universitaria encarado por el gobierno ha provocado el desarrollo de un polo dinámico de oposición que los estudiantes universitarios vienen desarrollando en numerosas asambleas, ocupaciones de universidades y huelgas estudiantiles que se multiplican a lo largo y a lo ancho del país.
Pero el factor fundamental que implica el pase a un conflicto abierto entre el gobierno y sectores amplios de la población tiene su epicentro en la lucha de los trabajadores ferroviarios. En efecto, luego del anuncio de un plan global para destruir el “estatuto del ferroviario” en base a una campaña para presentar a los ferroviarios como “privilegiados” y de esta manera abrir la SNCF a la privatización, cerrar cientos de ramales y despedir y precarizar a cientos de trabajadores, la Intersindical compuesta por las direcciones de los principales sindicatos del sector ha elaborado un largo plan de lucha de tres meses de duración, que prevé dos jornadas de huelga cada cinco días, cuyo comienzo ha estado marcado por la gran movilización del pasado martes.
La jornada del 3 de abril ha contado con un alto porcentaje de acatamiento, cerca del 60% de los trabajadores que han adherido al paro según Sud-Rail y alrededor del 50% según la CGT. Estos números se sitúan cerca en la comparación con la última gran huelga ferroviaria de 1995 y marcan un buen comienzo para lo que sigue. Esta es la segunda demostración de fuerza de los cheminots (ferroviarios) luego de la anterior manifestación del 22 de marzo. El eco de la protesta se ha hecho sentir. Los números de la huelga han sido muy buenos, con solo 1 de cada 8 trenes de larga distancia y 1 de cada 5 de trayectos de media distancia que han funcionado. El resto de la circulación ha estado paralizada.
En este sentido, el periódico Le Parisien, del multimillonario Bernard Arnault, que a propósito de la marcha del 22 llevara en su portada el título de “Movimientos sociales, eso no prende…” en consonancia con las declaraciones de Macron minimizando el impacto de la protesta; ahora ha titulado “Huelga SNCF, por qué puede durar”. De igual manera, la analista Danielle Sportiello de France TV Info, ha señalado que si bien el 51% de la población se encuentra a favor de la reforma, hay otro 46% que se encuentra a favor de la huelga, porcentaje que muestra un aumento porcentual de apoyo al paro con respecto a los números de semanas anteriores y evidencia una opinión pública dividida con respecto al conflicto.
Es evidente que el gobierno ha tomado nota de la situación, ya que el primer ministro Édouard Philippe ha decidido cancelar su gira exterior para abocarse a encarar la problemática desde la capital parisina. Si bien el gobierno sigue estando oficialmente decidido a hacer pasar la reforma, tanto el diputado Gabriel Attal como el portavoz de LREM Benjamin Griveaux han declarado su voluntad de suavizar el discurso y de explicar pacientemente la reforma.
En este contexto, el conflicto ferroviario adquiere una importancia vital porque se trata de un conflicto plenamente abierto en el que el gobierno de Macron puede llegar a tener una crisis. Por ese motivo se trata de una lucha que le compete a todos los trabajadores ya que, de ganar la huelga, el presidente puede ver cuestionado su plan de ajustes y reformas. En cambio, si los ferroviarios son derrotados significaría una gran victoria para la avanzada reaccionaria del gobierno.
Por ese motivo resulta fundamental contribuir al triunfo de los ferroviarios. Son ellos también el punto de apoyo para que se desarrollen otras luchas en una batalla conjunta contra el gobierno, que es el enemigo en común de todos los trabajadores. Ejemplo de esto han sido las movilizaciones de los funcionarios públicos, del correo, de los jubilados y del sector privado tales como Carrefour y Ford, en donde el propio Philippe Poutou, ex candidato a presidente del NPA, se encuentra peleando contra el cierre de su fábrica. Así es también con la solidaridad expresada por el movimiento estudiantil que continúa su lucha, con decenas de facultades ocupadas, marchando codo a codo con los ferroviarios.
Por estos motivos, es necesario plantear que para que el conflicto gane hay que endurecer las medidas de fuerza. El debate ha comenzado a plantearse en las asambleas generales de los trabajadores ferroviarios, que han contado con centenares de trabajadores, en donde por el momento se ha impuesto el plan de lucha de jornadas escalonadas de huelga que ha sido planteado por la dirección de la CGT. Sin embargo, hay otros sectores de trabajadores que están empezando a señalar la necesidad de ir a por más, estableciendo una huelga por tiempo indeterminado hasta que el gobierno retire su plan de reformas, posición que volverá a estar en el debate en las próximas jornadas de paro del domingo 8 y el lunes 9.
Como en la huelga de 1995, se hace necesario llevar hasta el final una lucha cuyo resultado está totalmente abierto. ¡Por la defensa del transporte público, de los derechos laborales y de los puestos de trabajo! ¡No a la privatización de la SNCF! ¡Viva la huelga ferroviaria! ¡Por la unidad de todos los trabajadores para frenar al gobierno de Macron y su plan de reformas!