Santiago Follet

En los últimos meses, las experiencias de lucha se han ido acumulando con las marchas estudiantiles y del clima, contra la islamofobia, el aniversario de los Chalecos Amarillos y las huelgas por sector en los transportes, hospitales y la educación. La reciente manifestación contra la violencia hacia las mujeres fue de una masividad poco antes vista últimamente y puede ser la antesala para darle impulso a la huelga general que comienza a partir del 5 de diciembre para derrotar al gobierno de Macron.

Un contexto mundial de rebeldía

Cada semana se suma un nuevo país a la lista de aquellos que se levantan contra los gobiernos capitalistas del planeta. A los ya conocidos casos de Catalunya, Hong Kong, Líbano, Irak, Puerto Rico y Haití, entre otros, se suma con cada vez más énfasis la lucha de los pueblos sudamericanos. Lo que comenzó por Ecuador con una pelea contra el aumento de los combustibles, siguió por Chile con una revuelta masiva que se originó en la presión de los estudiantes contra el aumento del precio del metro, tuvo su contracara con el golpe de Estado en Bolivia (aunque con rebelión popular de resistencia) y continúa ahora con la huelga general en Colombia contra el gobierno de Duque.

Si hay algo que comparten cada uno de estos ejemplos es una tendencia creciente a que los asuntos políticos se desarrollen por fuera de los límites estrechos del parlamentarismo burgués para dar lugar a enfrentamientos más directos. Dicho de otra forma, la lucha de clases está encontrando momentos de choque directo, más físico, en las calles, al calor de las rebeliones populares que se están desarrollando. Decimos esto porque la secuencia iniciada el año pasado en Francia con la irrupción del movimiento de los Chalecos Amarillos es de alguna manera la antesala que anticipó muchos de los elementos que se están verificando en otros puntos del planeta y que podrían reiniciarse con fuerza en las próximas semanas.

El “efecto de espejo” es una cosa muy concreta en la lucha de clases, que tiene su fundamento en una acumulación de experiencias compartidas, y, por supuesto, en las condiciones materiales concretas de vida, que hacen del capitalismo un sistema de explotación insoportable para la gran mayoría del planeta. La crisis económica abierta internacionalmente a partir de 2008, aún no ha sido resuelta, y en un contexto que amenaza aún más con una posible recesión mundial en el corto plazo, los gobiernos capitalistas del mundo -giro a la derecha mediante- no han encontrado otra mejor solución que la de ajustar y ajustar cada vez más las condiciones de vida de las amplias masas de trabajadores.

Es allí cuando entra en juego la reforma de las jubilaciones, dentro del paquete internacional que incluye también la reforma laboral, la liberalización del precio de los combustibles y la restricción de las libertades democráticas. Digamos que el trabajo en Francia ya está “hecho” a medias con la Ley de trabajo y el Estado de emergencia de Hollande que Macron se ha encargado de ratificar y profundizar. Aunque el gobierno no pudo avanzar en el aumento del precio de los combustibles, gracias a la enorme resistencia de los Chalecos Amarillos, ahora viene a la carga con una reforma estructural de las jubilaciones, que busca inclinar la balanza en detrimento de los trabajadores.

La reforma jubilatoria es la gran apuesta del programa capitalista de Macron

Podemos resumir la gran apuesta del “acto 2” del gobierno de Macron como la voluntad de pasar del actual sistema solidario de repartición a un sistema universal de capitalización individual por puntos. Es decir, actualmente son los trabajadores activos quienes hacen sus aportes para que los trabajadores pasivos puedan cobrar sus pensiones. El gobierno plantea terminar con esto de raíz, bajo la lógica de que cada trabajador cotice durante toda su vida para pagarse su propia jubilación de manera individual.

Esto implica terminar con la jubilación basada en los mejores 25 años en el sector privado y en los últimos 6 meses en el sector público. Con la nueva reforma se contaría el conjunto de la carrera de un trabajador otorgando “puntos” por una cierta cantidad de euros cotizados. Claro que el gobierno no nos dice ni cuánto valdrán esos puntos, ni con cuánto dinero uno se jubilaría a partir de la reforma. De este modo, el conjunto de los trabajadores quedaría preso de que el gobierno decida bajar el valor del punto de la jubilación a su antojo, bajo cualquier pretexto que quiera.

Otra de las intenciones es que este nuevo sistema sea universal, para que “todos tengamos los mismos derechos”, como dijo el primer ministro Philippe. Es decir, se suprimirían los “regímenes especiales”, los convenios colectivos que ciertos sectores de trabajadores han obtenido gracias a las luchas de décadas anteriores. Sin tener en cuenta la insalubridad ni la edad de retiro particular de ciertos empleos, todo el mundo pasaría a formar parte del sistema universal, aunque con algunas excepciones privilegiadas especialmente: ¡El gobierno excluye de la reforma a los policías, los militares y los parlamentarios!

Por otra parte, Macron pretende elevar de manera tramposa la edad de retiro más allá de los 62 años. Si bien la edad legal para jubilarse seguiría siendo la misma, ahora para alcanzar una jubilación completa se deberá trabajar durante varios años más. Se habla de imponer una “edad pívot” a los 64 años o de aplicar una cifra sideral de años de cotización para llegar a una jubilación completa, porque como dijo el presidente: “como vivimos más tiempo, hay que trabajar más tiempo”. Lo que esconde el gobierno es que la tasa de desempleo en las personas mayores de 60 años alcanza más del 50%, por lo que los “seniors” deberán elegir entre hacer frente al desempleo, trabajar hasta la muerte o conformarse con una jubilación miserable. Esto implica correr más la correlación de fuerzas hacia la derecha, desde que en 2010 Sarkozy terminó con el tope de los 60, para imponer dos años más al final de la carrera.

Con el criterio del “equilibrio” el gobierno pretende paliar por completo el déficit fiscal para que no se gaste ni un centavo más en las jubilaciones con respecto a los aportes que haya habido en el mismo año presupuestario. Y, como si esto fuera poco, se trata de imponer un límite máximo del 14% del PBI para las jubilaciones. Con lo cual, las jubilaciones podrían bajar automáticamente y de forma generalizada si estos requerimientos así lo impusieran: no importa cuán miserable sean las jubilaciones resultantes. En resumidas cuentas, los jubilados ya venían siendo un sector fuertemente castigado, pero ahora se trata de dar un paso más; esto es directamente un cambio estructural. Que busca resolver la crisis exprimiendo más y más a los de abajo. Una medida que, sin lugar a dudas, despierta la bronca y debe generar una resistencia capaz de enfrentar la reforma en las calles hasta derrotarla.

El feminismo da el impulso para continuar la pelea

Nos gustaría parafrasear en estas líneas eso que venimos escuchando a propósito de la rebelión chilena y decir que “el feminismo en Francia despertó”. En efecto, la manifestación del 23 de noviembre en el marco de la Jornada internacional contra la violencia hacia las mujeres alcanzó una magnitud que hacía tiempo no se registraba en un evento de este tipo. Se calcula que más de 50.000 manifestantes se hicieron presentes en la ciudad de París y al menos más de 100.000 se movilizaron en el conjunto del hexágono.

Es que la situación es insostenible en un país que ya registra más de 130 casos de femicidios en lo que va del año. Las promesas gubernamentales del presidente y la secretaria de Estado Marlène Schiappa sólo han sido puro humo, pero con ninguna medida concreta. Por el contrario, el gobierno se ha dedicado a hacer ataques islamofóbicos en contra de las mujeres con velo, lo cual ha movilizado en gran número a la población para expresar la defensa de la convivencia y de la tolerancia.

El éxito de la marcha feminista del pasado sábado tiene su impacto en relación con el crecimiento del movimiento feminista a nivel internacional y se relaciona sin ningún lugar a dudas con este momento particular de la lucha de las clases en el país. Para remontarse a una marcha de este volumen en un 25 de Noviembre hay que remontarse al año 1995, justo antes de la histórica huelga ferroviaria que paralizó Francia y derrotó la avanzada neoliberal de privatizaciones. Este paralelismo podría ser un buen síntoma para lo que viene.

Por nuestra parte, hemos observado la presencia de una gran cantidad de organizaciones, partidos, sindicatos y asociaciones de todo tipo, pero consideramos que éstos mantienen poca o insuficiente coordinación entre ellos. Uno de los principales problemas es la falta de marcos de auto-organización del movimiento para poder politizarlo y desarrollar una estrategia que sirva a los efectos de identificar a los enemigos y desarrollar los métodos necesarios para vencer en la lucha.

Desde Las Rojas hicimos una intervención junto a una columna de compañeras y compañeros que se sumó a levantar las consignas de pelea contra el gobierno, contra toda violencia social, sexual y patriarcal. En este sentido, insistimos en la necesidad de desarrollar la organización del movimiento, como venimos haciéndolo el interior de “On arrête toutes” y de aportar nuestra estrategia feminista socialista en la pelea en las calles contra el capitalismo y el patriarcado.

¡Vamos a la huelga general! Hay que bloquear el país hasta derrotar a Macron

La oportunidad que se abre el 5 de diciembre es un desafío para derrotar el proyecto de reforma jubilatoria del cual depende fuertemente el destino del programa del gobierno. Los elementos para construir la resistencia están a la vista en las asambleas y reuniones sindicales que se vienen impulsando en los distintos lugares de estudio y de trabajo. Las huelgas por sector que ha habido recientemente muestran que la fuerza de los trabajadores está disponible para hacer una entrada masiva y potente en la próxima semana. Y, además, los ejemplos internacionales contribuyen a aportar herramientas para desarrollar la lucha en este país.

Se trata de un ataque histórico y la resistencia debe también ser del mismo tamaño. La convocatoria contará con la participación de los trabajadores ferroviarios, del transporte urbano, de la salud, de la educación, de los estudiantes, de los Chalecos Amarillos, de diversos partidos políticos y de los principales sindicatos nacionales: CGT, FO, SUD, FSU, UNEF y UNL. Se prevé una parálisis generalizada de todo tipo de transporte y en la educación nacional habrá una enorme cantidad de escuelas sin clases o directamente cerradas. Por su parte, los estudiantes acumulan una bronca creciente contra la precariedad que se vive, denunciada por el joven que se inmoló frente al CROUS de Lyon, y serán de la partida con múltiples bloqueos en cientos de centros de estudios.

La tarea es desarrollar la resistencia hasta que caiga la reforma, exigiendo el total retiro del proyecto, sin aceptar cambios o enmiendas tramposas. También habrá que estar atentos al rol de la burocracia sindical que podría intentar hacer arreglos por sector que debiliten la pelea de conjunto. Al respecto, son elocuentes las declaraciones de ciertos burócratas sindicales y de los grandes medios de comunicación que aconsejan que manifestar durante un solo día sería la opción correcta y razonable, porque de proseguir la huelga se daría lugar a la posibilidad de que los sindicatos no puedan contener a la masa incontrolable.

De más está decir que este es precisamente el camino que debemos privilegiar: que la huelga general dure no un solo día, ni dos, sino hasta la derrota de la reforma de las jubilaciones. Derrotar esta reforma es un paso fundamental para poder derrotar el conjunto del plan capitalista de Macron y pasar a la ofensiva con un programa de los trabajadores. Por una jubilación digna y plena a partir de los 60 años, y al menos 55 años en los trabajos insalubres. Por el fin de la precariedad y el mejoramiento de las condiciones de vida. Para que la crisis la paguen los capitalistas. ¡Vamos a la huelga general ilimitada en todos los lugares de estudio y de trabajo! Desarrollemos las asambleas por abajo para sobrepasar las trampas de las burocracias sindicales. Hay que bloquear el país para enterrar esta reforma. ¡Hagamos de esta huelga una huelga histórica para derrotar a Macron!