Luz Licht
En el día de ayer, con su discurso en el cual anunciaba el estado de sitio en la ciudad de Washington, Donald Trump increpaba a los gobernadores demócratas a responder con la mayor dureza las protestas suscitadas contra el racismo tras el asesinato de George Floyd. Ese discurso incendiario cargaba contra las y los “terroristas domésticos”, responsables del “caos y la violencia”.
Trump agita que, organizando dichas expresiones violentas están los anarquistas, Antifa y la extrema izquierda, según Trump. Por ello, sino responden con la dureza necesaria, será él mismo quien lleve al ejército a cada ciudad del territorio para “detener en seco la violencia de la turba” y volver a tomar el control de las calles.
En esa obsesión por disputar las calles a los protagonistas de la rebelión, Donald Trump quiso dejar atrás la imagen de un presidente desbordado, refugiado en un bunker de la Casa Blanca. Por ello su discurso de ayer se desarrollaba con la represión de fondo a las y los cientos de manifestantes afuera.
La imagen final intentó ser la del mandatario atravesando los jardines de la Casa Blanca, para llegar frente a la iglesia de St. John (que había sido graffiteada e incendiada en las manifestaciones de los días previos) y tomarse una foto con una biblia en sus manos.
Sin embargo, luego de sus palabras, en varias ciudades hubo demostraciones de que la intención era seguir en las calles desafiando al gobierno. Hubo varias movilizaciones desoyendo el toque de queda y la política de Trump. El ejemplo de la solución política y represiva aplicada en Washington, la capital del país, es el que quiere imponer Donald Trump, con militares armados en las calles arremetiendo contra las manifestaciones.
El toque de queda hoy se aplica en alrededor de 40 ciudades, la Guardia Nacional ya fue desplegada en 15 estados, y son más de 4 mil las y los manifestantes detenidos, se registran también 4 muertos por la represión. Washington, Atlanta, Houston, Kentucky, Colorado, Ohio, son algunas de las que tomaron este fin de semana la política del toque de queda garantizado por la Guardia Nacional.
Luego del discurso de ayer, el alcalde de la ciudad de Nueva York, Bill de Blasio, anuncio que también tomaría la medida. Justo en la ciudad donde el fin de semana, dos patrullas embistieron contra varios manifestantes en Flatbush, Brooklyn.
En el estado de Minnesota, el gobernador Tim Walz ya ordeno ya el despliegue de 13 mil Guardias Nacionales para lograr frenar las protestas. En contraste, en el lugar donde ocurrió el asesinato, en 3 y avenida Chicago, en Minneapolis, la gente se reúne diariamente para llevar flores, dejar dibujos, fotografiar el mural que se realizó allí. Hay una bronca contra el racismo que no merma, hay un clamor de justicia que se resiste a los intentos del presidente de callarlo.
Ese es hoy el panorama, un país que arde. Con un alcance de la política del toque de queda que no se ve desde las protestas contra el asesinato de Martin Luther King en 1968, en el contexto de la lucha por los derechos civiles. Un presidente que con la biblia en la mano, amenaza con sacar el ejército a la calle armado y dispuesto a disparar contra las y los manifestantes. Del otro lado, cientos de miles de tomando las calles de distintas ciudades del país seguirán escribiendo los capítulos por venir de esta historia.