Hace días se vive en Chile una verdadera rebelión popular. Lo que inició como una protesta contra el tarifazo en el transporte, tras la brutal represión que sufrieron lxs estudiantes que saltaban los molinetes, se transformó en un estallido del pueblo trabajador contra el ajuste y la represión. Piden que se vaya Piñera, y se tiene que ir, pero lo dicen todxs: no es sólo Piñera. Es la educación, privada desde el jardín de infantes hasta los post-grados, con familias endeudadas de por vida sólo para que sus hijxs vayan a la universidad o para tener una cobertura de salud. Son los servicios impagables. Es la Constitución, heredada de Pinochet y sostenida por todos los gobiernos “democráticos”. Es el hartazgo por la represión, el gatillo fácil y el asesinato en los barrios populares y a la comunidad mapuche. Chile realmente despertó, porque en el mundo hay una generación que empieza a pelear contra el adormecimiento que los de arriba quieren imponer para explotarnos mejor. Y, como no podía ser de otro modo, allí están las mujeres al frente de la barricada, con el pañuelo verde que cruza fronteras y organizadas en la Asamblea 8M.

Chile despertó y la represión se recrudeció. Piñera alegó que está “en guerra contra un enemigo muy poderoso” – al menos reconoció el poder que tenemos lxs trabajadorxs cuando nos rebelamos – y sacó a sus perros guardianes a las calles, militarizando el país. Pero no logró asustar al pueblo chileno, que siguió resistiendo y desafiando el toque de queda. Las mujeres de la Asamblea 8M difundieron un llamado a huelga, sumado al de los mineros y los portuarios, y efectivizaron así la huelga general. Difundieron ellas pautas de autocuidado para seguir movilizadxs y ayudar a la autorganización de las asambleas populares y el autoabastecimiento. La cuarta ola feminista pisa fuerte en Chile y la asamblea de mujeres advierte que no dejarán la movilización hasta que renuncie el presidente y se vayan de las calles los militares.

La represión y el caos generado por los “pacos” – que entran a las casas de la gente, les roban y los golpean – han salido particularmente caros para las mujeres chilenas. Se conocen al menos 12 denuncias a militares y policías por haber violado a mujeres y niñxs en situaciones de detención o en las propias casas de las víctimas. Todas las mujeres que fueron arrestadas en protestas, fueron detenidas por hombres, desnudadas en las comisarías y cuarteles delante de personal masculino; quienes les tocaron pechos y genitales. Muchas de ellas aún no regresaron a sus casas y hay tantas desaparecidas como varones. Quienes regresaron de las detenciones denunciaron también amenazas de violación, donde los policías las asustaban con penetrarlas con el arma y todo tipo de barbaridades que buscaban humillarlas, amedrentarlas y violentarlas. El intento del Estado capitalista y patriarcal de acallar las movilizaciones, se recrudece para quienes sufrimos la doble opresión: como trabajadoras y como mujeres. Sólo la lucha popular puede frenar estos abusos y conseguir justicia. Sólo la renuncia de Piñera, el retroceso de los militares y la victoria popular puede conseguir justicia por estos abusos.

Por si no había suficientes, siguen sumándose los motivos para pelear junto a Chile, que resiste la embestida del capitalismo más feroz, de la crisis y el ajuste brutal, del patriarcado y de la represión descarada. Las Rojas saludamos y abrazamos a las compañeras que se levantan junto a toda la clase trabajadora para decirle “basta” a los ataques de este sistema de opresión y explotación, que luchan contra el hambre y la violencia machista, que pelean por la educación, por sus salarios, contra los abusos y la represión de un Estado militarista. Nos quedamos con la imagen de las estudiantes secundarias que, al finalizar su muestra en el escenario de una escuela, explican – pañuelo verde en mano – el conflicto a toda la audiencia con una claridad política y una fuerza impresionante. Ese es el futuro y hacia ahí vamos. Con ellas decimos: “¡Viva la rebelión del pueblo chileno! ¡Fuera Piñera y los militares!”.