Delfina Castellú
Una Curva en Ascenso
Al gigante asiático le tomó seis meses llegar al millón de casos, otras tres semanas para llegar a los 2 millones y solamente 16 días para alcanzar los 3 millones de infectados por el novel coronavirus. Estas cifras alarmantes lo colocan como el nuevo epicentro de la pandemia, superando a países como Brasil y Estado Unidos.
Otro dato de importancia es que, a diferencia de Brasil y Estados Unidos, la curva de crecimiento de contagios en la India no solo no se ha desacelerado 7 meses después del primer contagio registrado (el 30 de enero), sino que pareciera estar lejos de llegar a su pico máximo. Según Naman Shah, miembro del Instituto Nacional de Epidemiología y del Grupo Especial de Trabajo de Covid-19 , era esperable que, siendo el segundo país más populoso del mundo y sumado a la precariedad de su sistema de salud, la India se convirtiera en el epicentro de la pandemia.
Ahora bien, a lo largo y ancho del mundo el coronavirus supone un peligro particular para países pobres o en desarrollo. Por un lado nos encontramos con megalópolis, inmensos centros urbanos que no poseen los recursos e infraestructura necesarios para atender a su creciente población. Por otro lado tenemos la presencia de inmensas villas miserias carentes muchas veces de servicios básicos como el acceso a agua potable o electricidad. Este contexto donde millones de personas viven hacinadas es donde el novel coronavirus encuentra condiciones inmejorables para propagarse.
El primer ministro Narendra Modi ordenó una cuarentena estricta el día 24 de marzo con toque de queda incluído para parar la propagación del virus. Los medios de transporte como trenes, aviones, colectivos, rickshaws etc fueron suspendidos. Se le prohibió a la población salir de sus hogares so pena de enfrentar hasta un año de prisión. Se suspendieron las clases en todos los niveles educativos y se cerraron las fábricas. Pero la cuarentena, si bien en un primer momento pareció contener la situación, fue implementada sin aviso suficiente y careció de una planificación coherente, lo cual exacerbó las inequidades económicas y sociales estructurales indias. Por citar un ejemplo trágico, en las áreas urbanas millones de trabajadores informales perdieron sus puestos de trabajo y quedaron expuestos al hambre, lo cual en muchísimos casos los empujó a volver a sus pueblos de orígen a pie, llevando la enfermedad fuera de las mega ciudades como Nueva Delhi o Mumbai a zonas menos pobladas o directamente rurales. Volveremos sobre el impacto económico de la pandemia más adelante.
Sobre el Sistema de Salud en la India
Un aspecto no menos importante es el hecho de que hace décadas que los sistemas de salud del mundo vienen sufriendo recortes presupuestarios que se ven reflejados en la reducción del número de profesionales de la salud, menor cantidad de camas e insumos, menos terapias intensivas etc. Esto sucede a la par que crece la salud privada produciendo lo que Roberto Sáenz denomina “una estratificación clasista del sistema de salud donde algunos pocos acceden a una asistencia de primera clase, por así decirlo, otros pueden al menos estar cubiertos por las obras sociales, pero a un porcentaje creciente sólo les queda recurrir al hospital público, cuando éste existe”. La India no es la excepción, si bien cuenta con un sistema público de salud para la población por debajo de la línea de pobreza, desde 2005 la mayoría de las ampliaciones que se han hecho fueron en el sector privado el cual ya acapara el 58% de los hospitales del país, el 29% de las camas disponibles y el 81% del personal de salud.
El primer Ministro neoliberal y fundamentalista hindú Narendra Modi, líder del BJP, ganó sus primeras elecciones en el año 2014 incluyendo en su plataforma la promesa de un Sistema Universal de Salud que cubriera de forma gratuita los medicamentos, diagnóstico de enfermedades y subsidios para quienes sufrieran dolencias graves. Sin embargo en 2015 el proyecto se pospuso por falta de presupuesto y recién en el año 2018 se anunció el plan Aayushman Bharat. Este es un ejemplo de las tan conocidas políticas de focalización orientadas a los sectores más vulnerables y marginalizados de la población, y está muy lejos de representar un verdadero sistema de salud universal. Mientras tanto, según un censo nacional del año 2013 el sector privado de salud es la fuente primaria de atención médica para el 70% de los hogares urbanos y el 63% de los hogares del sector rural.
En conclusión, la India se enfrenta a la pandemia con un sistema de salud público colapsado y desfinanciado donde el acceso al mismo es profundamente desigual y dependiente de múltiples factores como el género, la posición socioeconómica, el nivel educativo del potencial paciente y su lugar de residencia (ciudad vs campo), sin ni siquiera hablar del sistema de castas aún imperante en el país [1].
Pandemia y recesión
Mención aparte merece la apremiante situación económica de la India. El cese casi completo de actividades impuesto desde finales de marzo por la cuarentena más grande del mundo provocó un achicamiento económico de casi 23,4% en el último trimestre; más que cualquier otro país de la región (y la peor caida del país desde que comenzó a publicar informes económicos trimestrales en 1996). Un país es considerado en recesión económica cuando no registra crecimiento durante dos trimestres consecutivos. Sin embargo, en el presente contexto los expertos aseguran que una mejora en el trimestre próximo no sería posible. La última vez que el gigante asiático entró en recesión fue en el año 1980.
Un dato alarmante es que, a un mes de comenzar la cuarentena, aproximadamente 121 millones de personas habían perdido su puesto de trabajo, según el Centro para el Monitoreo de la Economía India (CMIE en sus siglas en inglés) una consultora independiente. Y si bien dicho organismo afirma que desde la flexibilización del confinamiento obligatorio muchos de esos puestos de trabajo se han recuperado, expertos afirman que esto se está dando sobre todo en el sector informal de la economía -particularmente en el campo- pero que los alrededor de 19 millones de empleos en el sector formal van a tardar mucho tiempo en recuperarse. Recordemos que el 90% de los empleos en la India siguen siendo en el sector informal, caracterizado por la ausencia de contratos de trabajo, seguros y contribuciones de pensión.
Es este impacto negativo sobre el PBI y la economía en general lo que precipitó al gobierno a flexibilizar la cuarentena, que se espera será levantada del todo a fines de septiembre. El único sector que evidenció un crecimiento del 3,4% fue el campo debido a una serie de buenas cosechas. Sin embargo, debido a la migración interna y con millones de personas volviendo a circular a lo largo y ancho del territorio, se espera que en los próximas días el coronavirus este entrando a los sectores rurales del país, en el cual vive una inmensa mayoría de la población, en condiciones materiales (especialmente de salud) muy precarias.
El sector más golpeado por el desempleo son las y los jóvenes menores de 30 años. A la situación actual se le sumará en 2021 la nueva camada de graduados universitarios (alrededor de 1 millón cada año) que entrarán de lleno a las filas del ejército de reserva de desempleados. Esto genera situaciones de hiper explotación laboral en empleos basura, salarios mínimos, deserción/ exclusión del sistema educativo, pérdida de la capacidad de ahorro y proyección personal etc. Estos datos, alarmantes de por sí, toman otra dimensión cuando le sumamos que el 65% de la población de la India es menor de 35 años, por lo que esta franja etaria hiper afectada por la crisis económica en curso representa más de la mitad de la población del país.
Esto se entiende al explicar que, a pesar de que la India se encuentra dentro de los denominados BRIC (junto con Rusia, Brasil y China) por ser catalogada a principios del año 2000 como una de las cuatro economías emergentes más prometedoras del mundo, y teniendo un PBI de 1237 billones de dólares, sigue siendo el país con mayor población pobre del mundo y con los más altos niveles de malnutrición infantil. El 46% de la población vive por debajo de la línea de pobreza y el acceso a salud, educación y servicios básicos es muy desigual.
El fracaso del Gobierno Neoliberal de Modi en el manejo de Crisis
Cuando vemos el panorama global de la crisis sanitaria, económica y social de la India una no puede menos que indignarse ante la desidia y el cinismo expresados por el Primer Ministro ultra reaccionario y neoliberal Modi y sus acólitos del BJP. Modi, quien en las últimas semanas se dirigió a la población con el discurso de que “hay que aprender a convivir con el virus” (palabras que hemos escuchado repetir a lo largo y ancho del mundo a diferentes mandatarios que se niegan a tocar los privilegios de los de arriba), ha intentado defender su política frente a la pandemia recurriendo a datos como que el índice de mortalidad por covid-19 en la India es relativamente bajo: 1,9%. Sin embargo, si recordamos que el 65% de la población es menor a 35 años (y por ende pertenece al sector menos afectado por la mortalidad del virus) ese dato carece de sentido.
Por otra parte, epidemiólogos y estadistas afirman que, en muchísimas oportunidades, los casos sospechosos no son tomados en el recuento y muchas muertes son registradas bajo el rótulo de otras patologías y dolencias; por lo que las cifras de mortalidad ni siquiera estarían reflejando la gravedad de la situación. Si a esto le sumamos que la enfermedad recién está haciendo pie en las zonas rurales donde el vapuleado sistema de salud ni siquiera llega, el futuro cercano se ve oscuro. Además, el gobierno tampoco está haciendo nada para mitigar la creciente crisis económica que afecta a la clase trabajadora y especialmente a la juventud.
Las siguientes semanas son críticas para ver cómo siguen desarrollándose los acontecimientos y la crisis. En todo caso, una de las conclusiones a las que arribamos, es que la India está a punto de convertirse en el ejemplo más trágico de las consecuencias del sistema capitalista en el marco de la pandemia del coronavirus.
[1] Hay una gran falta de infraestructura de salud en lugares con alta concentración de individuos pobres provenientes de tribus y de ex intocables/ dalits (la casta más baja del sistema) que residen en áreas dispersas y aisladas a dónde no llegan la atención médica mínima.