Mika Alba y Deby Calderón
La pandemia del Covid-19 ha impuesto en todo el mundo una “nueva normalidad” que impacta en todos los ámbitos de la vida social, cultural, económica, etc. No podemos saber cuándo va a terminar esta crisis, por lo cual debemos asumir que ésta es la realidad y políticamente debemos discutir cómo organizarnos para luchar en estas nuevas condiciones. La incógnita de la aparición de una vacuna de bajo costo que pueda ser aplicada para la mayoría de la población mundial incluso depende de los intereses egoístas de los capitalistas y sus ganancias.
La lucha de clases continúa
Esta situación es aprovechada por los gobiernos en todo el mundo para aplicar políticas de ajuste contra los sectores de abajo. Sus medidas “sanitarias” están al servicio de cuidar las ganancias de los grandes empresarios, mientras exponen a la clase trabajadora y sectores populares al contagio, debilitan derechos sociales y económicos conquistados por nuestras luchas como el sistema de salud público, la educación, el salario, la vivienda, entre otros.
El gobierno de Carlos Alvarado solo responde a las presiones de la Unión de Cámaras Empresariales (UCCAEP). El “quédate en casa” en vez de ser un derecho para todos y todas, es un privilegio para algunos. Miles de personas se ven obligadas a salir a la calle a conseguir su sustento diario, sea porque el empresariado (a pesar de sus enormes riquezas) arriesga la vida de los trabajadores, obligándoles a presentarse a los centros de trabajo, o por las políticas y recursos insuficientes para asegurar las condiciones de vida básicas de todas las personas, que hace más de 4 meses no pueden trabajar.
El gobierno apela a la responsabilidad individual como una estrategia para “lavarse las manos” y culpabilizar a los sectores más vulnerabilizados por la crisis que ellos han provocado y profundizado. Debemos denunciar que son los de arriba quienes vulneran la salud integral de la clase trabajadora y los sectores populares, al no atender las necesidades básicas y derechos fundamentales.
Asimismo, la información oficial y los grandes medios de comunicación utilizan la estrategia del miedo para evitar la confrontación social, la organización y la movilización popular. Aprovechan la fragmentación social para crear falsos enemigos, como el migrante, el trabajador precarizado o la juventud, cuando en realidad debería preocuparnos las consecuencias de las medidas que están ejecutando mientras nos mantienen en confinamiento.
Las calles son nuestras
En las últimas semanas la derecha, los conservadores y negacionistas han salido a movilizarse. Los policías salieron a apoyar el accionar misógino del Director del Organismo de Investigación Judicial ante el femicidio de Luany. También los neopentecostales protestaron frente a Casa Presidencial para exigir levantar las medidas de la cuarentena, apoyándose en el discurso genocida de Trump y Bolsonaro que ha costado miles de vidas.
Las calles históricamente son el espacio de disputa política de los sectores explotados y oprimidos, la principal herramienta para meterle presión a los de arriba y plantear nuestros intereses. No podemos dejarlas a manos de los sectores más conservadores y reaccionarios, por lo cual debemos retomarlas como nuestro lugar de lucha para la defensa de la vida y dignidad de los de abajo.
Compredemos la cuarentena como una medida necesaria ante la pandemia, incluso debería ser un derecho para todos y todas. Sin embargo, ante los ataques del gobierno y los empresarios nos vemos apelados a defender nuestra salud y condiciones de vida, y no hay otra manera que saliendo a las calles. Ante las condiciones que nos impone la emergencia sanitaria, debemos ser responsables a la hora de salir a luchar, construyendo nuestros propios protocolos de cuidado e higiene.
Alrededor del mundo diversos sectores salen a luchar contra el insoportable capitalismo que afecta a las mayorías con hambre, miseria, violencia, desempleo e incluso muerte. La rebelión antirracista en los Estados Unidos vino a cuestionar este sistema donde hay vidas que valen menos, para plantear que la vida de los de abajo importan mas que las riquezas de los capitalistas, un reclamo que hace eco a nivel global.
En la primera línea de lucha está el sector de trabajadores de la salud exigiendo condiciones laborales dignas, implementos y presupuesto para atender a todas las personas que lo necesitan. Asimismo surge una organización internacional de la juventud precarizada como los repartidores de aplicaciones, trabajo que ha tomado mayor importancia con el confinamiento y el desempleo. En distintos países se realizan huelgas para la defensa de los puestos de trabajo y por el derecho a la cuarentena con salarios completos.
En Costa Rica no podemos esperar a que termine la emergencia para salir a defender nuestros derechos, de lo contrario nos quitarán todo. El gobierno, la Asamblea Legislativa y la UCCAEP están alineados para que paguemos la crisis los de abajo. Día a día aprueban leyes y contrareformas que afectan las instituciones públicas, nuestros salarios y derechos sociales, laborales y económicos. Al mismo tiempo que las grandes empresas siguen acumulando riquezas, evadiendo el pago de impuestos, y hasta se les brinda nuevos privilegios fiscales. La “ruta económica” nos condena a las brutales políticas de ajuste Fondo Monetario Internacional.
Desde el Nuevo Partido Socialista confiamos en la capacidad de organización de la propia clase trabajadora para garantizar las condiciones sanitarias. Nos ponemos al servicio de garantizar protocolos de higiene y cuidado para salir a las calles con la debida protección y responsabilidad que demanda la “nueva normalidad”. Llamamos a retomar las calles para enfrentar los ataques y salvaguardar la salud integral y las condiciones de vida de la clase trabajadora y los sectores populares.
Retomemos las calles
Basta de ajuste a la clase trabajadora
Que la crisis la paguen los capitalistas
Fuera el FMI