Roberto Sáenz

Veamos, finalmente, la cuestión que da título a este ensayo: la actualidad de Marx. Muchos autores han escrito que Marx sería “un pensador del siglo XIX”; que su abordaje no sería de actualidad: una afirmación de escandalosa superficialidad: “Declarado muerto luego de la caída del muro de Berlín, Marx nuevamente se convierte en el centro de un interés generalizado. Su renaissance se basa en su permanente capacidad para explicar el presente; es más, su pensamiento sigue siendo un instrumento indispensable con el cual entenderlo y transformarlo” (Musto; 2015); como creemos haber evidenciado en estas páginas.

La obra de Marx está caracterizada por una doble vigencia. En primer lugar, porque la estructura social que Marx criticó, una estructura fundada en la forma específica de la explotación capitalista, la explotación del trabajo asalariado, es la que reina más que nunca antas en todo el mundo: todo el trabajo es asalariado; toda la producción es mercancía.    

Ya en el Manifiesto Comunista algunas de sus sentencias pueden leerse como una enorme anticipación: “La burguesía, al explotar el mercado mundial, da a la producción y al consumo de todos los países un sello cosmopolita (…) Ya no reina aquel mercado local y nacional que se bastaba a sí mismo y donde no entraba nada de afuera; ahora, la red del comercio es universal y en ella entran, unidas por vínculos de interdependencia, todas las naciones”. El punto al que ha llegado la internacionalización de las fuerzas productivas, no hace más que confirmar a Marx; esto más allá de los límites que la propia mundialización capitalista está encontrando actualmente, lo que remite a otra cuestión. Las sentencias del Manifiesto Comunista muestran palmariamente que no hay crítico más profundo de nuestra contemporaneidad, que el propio Marx: “La época de la burguesía se caracteriza y distingue de todas las demás por el constante y agitado desplazamiento de la producción, por la conmoción ininterrumpida de todas las relaciones sociales, por una inquietud y dinámica incesantes. Las relaciones inconmovibles y mohosas del pasado, con todo su séquito de ideas y creencias viejas y venerables, se derrumban, y las nuevas envejecen antes de echar raíces. Todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es profanado, y, al fin, el hombre se ve constreñido, por la fuerza de las cosas, a contemplar con una mirada fría su vida y las relaciones con los demás”. Una contemporaneidad que no se funda en cualesquiera relación más o menos “superficial” entre sus días y los nuestros, sino en la continuidad, como hemos dicho, de la forma de explotación del trabajo sobre la cual se funda el sistema: la explotación del trabajo asalariado[70].

Pero, además, el abordaje de Marx (amén de su crítica específica al capital; relación social de explotación), tiene que ver con algunas de las características, también históricas, pero no sólo capitalistas, que han organizado la historia de la humanidad: el hecho que esta “historia” es, más bien, y como ya señalamos arriba, una pre-historia donde, hasta el momento, una parte de la humanidad oprime a la otra.

El contenido específico de cada una de estas relaciones sociales históricas, ha variado. Sin embargo, lo que resta, lo que es común, es que todos los regímenes sociales hasta nuestros días, son sistemas de explotación del hombre por el hombre. Y, por tanto, la historia, sigue siendo, la historia de la lucha de clases por emanciparse de esta explotación.

Claro que el siglo XX ha estado caracterizado por experiencias socialistas y/o anticapitalistas que han ido más allá del sistema capitalista. Sin embargo, esa compleja experiencia tampoco puede ser abordada sin el instrumental crítico legado por Marx (así como por los marxistas revolucionarios del último siglo, claro está). Una experiencia que dejó colocada la crítica marxista del Estado, la propiedad y la burocracia: el desvío que significó el Estado burocrático con relación a un auténtico proceso de transición al socialismo.

Como digresión, señalemos que la acumulación de evidencias de que, en algún punto, la ex URSS dejó de ser un Estado obrero, nos remite a la siguiente reflexión de Marx: “Sucede con la historia humana como con la paleontología. Hay cosas que se tienen debajo de las narices y que las inteligencias más eminentes no las ven, en principio, debido a cierta judicial blindness (ceguera de juicio). Después, cuando comienza a surgir la aurora, viene la sorpresa de advertir que lo que no se había visto, ofrece vestigios por todas partes” (Marx & Engels; Anagrama; 62).

Así las cosas, relegar a Marx a un pensador “anticuado”, decimonónico, es de una superficialidad que no resiste el menor análisis: “Una objeción obvia sobre la posible actualidad de la obra de Marx, es el tiempo trascurrido desde su surgimiento. Ese es justamente el argumento destacado en las dos biografías más recientes. Para Jonathan Sperber, Marx estaría tan enraizado en el siglo XIX que sus teorías no tendrían ninguna importancia para el presente. Stedman Jones no llega a rechazar la teoría marxista completamente, como Sperber, pero también intenta evidenciar los límites del pensamiento de Marx” (Michael Heinrich; 2018; pp. 19).

Si pensadores cómo los filósofos griegos mantienen elementos de actualidad 2000 años después por haber legado enseñanzas vinculadas a algunos rasgos universales de la experiencia humana, ¿qué se puede decir de la descomunal obra de Marx? Esto más todavía cuando Marx logró pararse y resumir el pensamiento acumulado hasta él: una tarea dificilísima de lograr.

La fuerza del pensamiento de Marx es inconmensurable; una fuente de inspiración teórica, filosófica, histórica, política y económica de inmensa magnitud. Se ha criticado correctamente que, como cuesta trabajo leer a Marx directamente, siempre lo leemos por “interpósitas personas” (aun si esas interpósitas personas son investigadores serios que nos permiten una “vía de acceso” a su pensamiento), y no de manera directa.

Es verdad: su 200 aniversario nos convoca a estudiar directamente su vida y su obra; a leer sus textos y no solamente lo que otros han escrito sobre él. Un estudio que debe ser hecho como se estudia un genio: palabra por palabra: fichándolo, anotándolo, tomando apuntes como hacia él. Ojalá sirva este ensayo como llamado a sumergirnos en esta tarea.