La crisis del Coronavirus en España

Las calles están desiertas, las tiendas cerradas. Las UCIS llenas de infectados y los hospitales colapsados. Ya son 17 mil los infectados y 803 los muertos. Los despidos son noticias de todos los días como los reclamos de los que se ven “obligados” a salir de sus casas para ir a trabajar y que exigen mínimas medidas de seguridad e higiene que las empresas no cumplen. Para los próximos días Sanidad prevé una avalancha de nuevos positivos.

Carla Tog

“España ha sumado 2.538 nuevos infectados de coronavirus desde ayer hasta llegar a los 13.716 contagiados. Hay 558 fallecidos -67 más que ayer-, 744 personas ingresadas en la UCI “en estado grave” y otras 5.717 están hospitalizadas.”

La Razón 18/03

Frente a este panorama que parece extraído de una película de ciencia ficción, el sentimiento que crece por abajo y se manifiesta (por ahora) en las redes y desde los balcones es de alerta, inquietud y cierta indignación. Porque se percibe en el estado de ánimo social que el “Estado de Alarma” decretado por Sánchez el pasado domingo llegó tarde y no es suficiente. El confinamiento obligatorio y las policías patrullando y multando para garantizar la no circulación de las personas no alcanzan para solventar y cuerpear una situación que ya es trágica y se predice que durará.

La crisis derivada del coronavirus desnuda crueles realidades y contradicciones que se ponen sobre la mesa y comienzan a debatirse. Y es esa percepción, por abajo, de que la crisis no puede recaer, una vez más y como siempre, sobre las espaldas de los trabajadores y los sectores más vulnerables, aunque el Gobierno y la patronal intenten que así sea.

A diario, los cánticos, los aplausos al personal sanitario, los cacerolazos y las pancartas en los balcones como los twits, memes y publicaciones en las redes, dan cuenta del impacto de la desigualdad generada por el capitalismo voraz e impune de hoy y del enfado que provoca el accionar de los gobiernos, la burguesía y la monarquía, que denota al fin de cuentas, que el gobierno gobierna para los empresarios, los ricos y los reyes parásitos, que nunca han dejado de beneficiarse, ni siquiera en los momentos de crisis y que les importamos muy poco porque siempre somos los trabajadores y los pobres los que ponemos los enfermos y los muertos. Existe la apreciación de que “ellos” son los responsables de que se haya llegado en las condiciones que se ha llegado a afrontar esta situación de emergencia dramática.

Porque cae mal, que mientras los hospitales están desbordados y no hay reactivos, el test de detección para COVID19 en políticos reyes y empresarios es de una rapidez escandalosa. Cae mal ver a Isabel Díaz Ayuso aplaudiendo desde su balcón al personal sanitario cuando la comunidad que preside les paga miserias y con contratos basura que duran una semana y sin pagarles los fines de semana. “Dejad de darnos las gracias y dadnos recursos” se dice de los centros sanitarios. Cae mal ver a Aznar y Botella como muchos otros violar las indicaciones y huir a cumplir la cuarentena en sus segundas residencias en la playa o en la montaña. Mientras tanto  se obliga a la mayoría de la población a permanecer en sus casas o a viajar hacinados en metro o bus para ir al trabajo, ya que la mayoría de las empresas no han cerrado y obligan a su personal a asistir y donde no se cumplen las mínimas medidas de seguridad. Cae mal el discurso del rey y la noticia de los fondos millonarios que su padre recibió de Arabia Saudí y se exige que los destine ya mismo a la sanidad pública. Cae mal que el gobierno de Sánchez no haya aprobado ninguna medida económica paliativa directa para los trabajadores, familias o autónomos pero si ha agilizado los ERTEs (Expediente de Regulación temporal del Empleo) que permite al empleador suspender temporalmente a trabajadores y los exonera de pagar la seguridad social que corre a cargo del Estado. Es decir, Sánchez les ruega a los empresarios que por favor no despidan, pero no se los prohíbe; al contrario, los ha acelerado. Hipocresía que causa rabia y tristeza a la vez.

Porque lo primero que se viene a la cabeza cuando se escucha de una nueva muerte o un nuevo infectado son las consecuencias de la privatización y los recortes en la Sanidad pública de la que tanto el PP como el PSOE son responsables. Por exclusiva responsabilidad de ellos hoy los hospitales y sanidad pública están como están. A a los miserables salarios se le suman la falta de insumos y personal y la tercerización de sectores como limpieza y mantenimiento, etc. Las muertes de hoy son causa del virus pero también de las políticas austericidas que llevaron a cabo los gobiernos del PP-SOE desmantelando durante años la sanidad pública hasta llegar a tener un 55% de hospitales privados que a día de hoy siguen sin atender a los contagiados.

También viene a la memoria el recuerdo del comienzo de la crisis del 2008, cuando los gobiernos y empresarios nos decían que había que ajustarse el cinturón y aplicaron brutales medidas de austeridad, achicando el gasto público (con el Art 135), precarizando y despidiendo a los trabajadores para garantizar la “estabilidad presupuestaria impuesta por la UE” y rescatar a bancos y empresas. Y el recuerdo que queda es que la crisis la terminamos pagando los trabajadores.

Porque lo primero que se viene a la cabeza cuando se escucha de una nueva muerte o un nuevo infectado son las consecuencias de la privatización y los recortes en la Sanidad pública de la que tanto el PP como el PSOE son responsables. Por exclusiva responsabilidad de ellos hoy los hospitales y sanidad pública están como están. A a los miserables salarios se le suman la falta de insumos y personal y la tercerización de sectores como limpieza y mantenimiento, etc. Las muertes de hoy son causa del virus pero también de las políticas austericidas que llevaron a cabo los gobiernos del PP-SOE desmantelando durante años la sanidad pública hasta llegar a tener un 55% de hospitales privados que a día de hoy siguen sin atender a los contagiados.

También viene a la memoria el recuerdo del comienzo de la crisis del 2008, cuando los gobiernos y empresarios nos decían que había que ajustarse el cinturón y aplicaron brutales medidas de austeridad, achicando el gasto público (con el Art 135), precarizando y despidiendo a los trabajadores para garantizar la “estabilidad presupuestaria impuesta por la UE” y rescatar a bancos y empresas. Y el recuerdo que queda es que la crisis la terminamos pagando los trabajadores.

Este gobierno, al igual que los anteriores, volverá a aplicar una política de inyección de dinero público para salvar a las empresas privadas en lugar de utilizar los grandes beneficios para mantener el empleo y los salarios de las clases populares. Eso es una decisión política que no tomará el gobierno del PSOE-UP.

No es la idea, ni el deseo del Gobierno de coalición del Sánchez y UP ni de los burgueses, empresarios y capitalistas de todo el estado español, al fin de cuentas, para los que este gobierno gobierna. Menos que menos se habla de tocar  las grandes fortunas como las de Ortega para levantar hospitales o como las que mueve el futbol y ponerlas a disposición de las necesidades de la sociedad. Se hacen los bobos y miran para otro lado o se escapan a sus segundas residencias.

Y todo esto que cae mal y genera descontento se va procesando, lenta y embrionariamente, en los balcones y en las redes y comienza a hacer ruido. Comienza a hacer ruido la idea de que hay dinero pero está en manos privadas. Hace ruido la idea de que esta crisis no la enfrentamos todos de la misma manera. Hace ruido la idea de que las medidas que se están tomando frente a una emergencia sanitaria en estos momentos demuestran que lo que domina sigue siendo los intereses y los beneficios de unos pocos privilegiados sobre la necesidad de las grandes mayorías.

Pero afortunadamente existen revulsivos a esta situación y no solo se ve en las redes de ayuda que funcionan por abajo en los barrios para ayudar a los que el estado no ayuda ni protege sino también a nivel de los trabajadores asalariados (como en Italia) que ya se están plantando y organizando como en la fábrica de Mercedes-Benz en Vitoria donde pararon la producción exigiendo medidas de seguridad para preservar su integridad física y que ya se repiten en otras fábricas como AIRBUS, Amazon, Correos, etc.

Habrá que ver cómo se van desarrollando los acontecimientos y mientras nos cuidamos entre todos y por abajo, debemos exigirle al gobierno que ponga  desde ya mismo en marcha un ambicioso plan de ayuda y contención social para paliar la crisis en los sectores más vulnerables, afectando a los más tiene a favor de los que menos tenemos. Porque nuestras vidas valen más que sus beneficios y para que no seamos los trabajadores, las mujeres y la juventud los que paguemos con más muertes, miseria y precarización los costes de esta crisis.