Desde ese día se conmemora el Día de lucha contra la homo/les/trans/bi fobia. Esta forma particular que asume la opresión sexual en la sociedad capitalista y patriarcal se define como aversión, fobia o rechazo a lesbianas, trans, inter y bisexuales, travestis, transgéneros. Puede manifestarse como expresiones de prejuicio, distintas formas de violencia física, verbal, etc., hasta llegar a poner en riesgo la vida de las personas no heterosexuales. Pese que gracias a la lucha mucho se ha avanzado en los últimos años, la LGBT-fobia persiste y sigue cobrándose víctimas, muchas de las cuales aparecen en la sección de policiales como meros “crímenes pasionales” o “delitos comunes” pero cuyos móviles muchas veces tienen que ver con la orientación sexual o identidad de género diversa de las víctimas.

 

La lucha contra la homofobia y la “batalla cultural” del progresismo

El “progresismo” quiere explicar la persistencia de la LGBT-fobia como un mero retraso cultural, o como una rémora de época pasadas que con “más educación e inclusión ciudadana” se terminarán por erradicar. Aunque hay que dar el debate en el plano de la cultura y los derechos civiles, pensamos que este problema los excede y que para comprenderlo hay que buscar las bases materiales de esa opresión. Estas bases nos llevan al sostenimiento de la familiar patriarcal, la imposición de una heterosexualidad obligatoria, con la consecuente opresión del trabajo doméstico para las mujeres. Para reforzar este pilar de la familia, que asegura la reproducción de la fuerza de trabajo sin costo alguno para los capitalistas, también es necesario reprimir, perseguir y estigmatizar las personas LGBT. No casualmente la aparición de la homosexualidad como “enfermedad o desviación”, la legislación que penaliza las prácticas no heterosexuales aparecen a fines del siglo XIX con la consolidación de la madurez del capitalismo y la generalización del mercado mundial cuya mercancía más preciada es la fuerza de trabajo. Esto también se da al mismo tiempo en que el aborto se constituye en delito y en un problema para el Estado burgués.

En nuestro país parte de esta opresión hacia las personas LGBT se vehiculiza a través de las legislaciones represivas como los códigos contravencionales y de faltas.

Los límites de la batalla cultural de las organizaciones “progres”, intentan ocultar la vía de asimilación e integración burguesa que persiguen, convalidando (aunque de “forma ampliada”) el mismo modelo de familia.

Aunque apoyamos la lucha de los derechos civiles para quienes quieran ejercerlos, creemos que la única forma de terminar con la LGBT-fobia y la opresión es ligar esta lucha a la emancipación del movimiento de mujeres y la transformación revolucionaria de la sociedad capitalista, uno de cuyos sostenes es la familia patriarcal.

Tenemos que salir a las calles apelando a la movilización para arrancarle derechos al Estado y construir un movimiento que sea capaz de defenderlos en caso de que quieran volver a quitarnos nuestras conquistas, al tiempo que debemos construir alianzas estratégicas con el resto de los explotados y oprimidos, en primer lugar con el movimiento de mujeres.